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Las Caldas: el viaje que necesitas para sobrevivir al otoño

Un pequeño paraíso a tan solo unos pasos de Oviedo. ¿El plan? Desconectar, estar en contacto con la naturaleza y comer de manera sobresaliente. 

| 27/09/2024 | 6 min, 4 seg

¿Soy yo o septiembre está siendo a-g-o-t-a-d-o-r? Por favor, termina ya, vete, déjanos. Quizás los factores sean algunos como que las vacaciones ya son un espejismo y que acostumbrada al ritmo tranquilo del veranito, volver a la vorágine se me ha hecho cuesta arriba. Quizás porque la rueda no para y el trabajo tampoco. Sea como fuere, llegados a este punto, yo solo pienso en una cosa: descansar.

Estoy segura de que no soy la única. Quiero tirarme a no hacer nada, mimarme, comer rico, no pensar, desconectar... ¿Muy pronto? No lo creo, porque en nada tenemos aquí al otoño, el frío, Halloween y sí, también las Navidades. Coger fuerzas para lo que viene nunca es malo. Es más, debería estar recetado por los médicos, un fin de semana de descanso, tanto mental como físico. Y como no está de más compartir lo que una descubre con el resto, aquí va mi último hallazgo, en un pintoresco pueblecito a apenas unos minutos en coche de Oviedo.

Recordemos que este año la ciudad asturiana es la Capital Española de la Gastronomía, así que dejarse caer por allá para celebrarlo nunca es mala opción. Pero hoy nos vamos a unos kilómetros más allá, porque hemos dicho que veníamos a descansar, ¿verdad? Pues bien, hazte un favor y un pon en tu Google Maps (qué shock su nueva voz, por cierto) un destino: Las Caldas Villa Termal.

¿Un hotel balneario? Me gustan sí, precisamente cuando busco lo que estábamos comentando. Las Caldas Villa Termal es un emblemático complejo termal ubicado a pocos kilómetros de Oviedo, en un entorno de una belleza natural sin igual. Su historia se remonta a 1776, cuando se descubrieron las propiedades curativas de sus aguas mineromedicinales, ricas en minerales y con gran poder terapéutico. Aquello atrajo a visitantes de toda España y convirtió a Las Caldas en un referente de turismo de salud y bienestar. 



El siglo XIX, fue cuando el balneario vivió su época dorada, convertido en punto de encuentro para la alta sociedad, que acudía en busca de relajación y curación. Y a eso venimos también nosotros. Ya en el XXI, el complejo se renovó sobre aquella mítica casa de baños, pero sin perder ese legado tan característico. Consiguieron unir la historia con modernas instalaciones, incluyendo dos hoteles de lujo conectados por una pasarela sobre la carretera, un spa de última generación y múltiples espacios dedicados al bienestar.  

Así que el plan me sonaba de lo más apetecible. Hotel donde descansar, aguas curativas... El balneario es un sí, con sus diferentes espacios y piscinas. Pero si como yo eres de los que prefiere privacidad y no estar a remojo con otras personas, reserva la sala de las columnas. Durante algo más  de una hora, tendrás para ti -y con quien vayas- una sala exclusiva. Todo empieza con un pediluvio que te lleva hasta unos baños romanos, una piscina de sal donde flotar y disfrutar de un rato mágico. Luego pues usar el jacuzzi y terminar con la sauna y duchas de sensaciones. Al final de todo, te traen fruta, dulces y té para terminar de redondear la experiencia. Sales renovado y con la energía justa para volverte a vestir e irte a cenar.  


Para terminar de cerrar el círculo, en Las Caldas permiten coger media pensión. ¿Balneario y solo tenerme que vestir para bajar a cenar en el propio hotel? ¿Dónde hay que firmar? Cada vez soy más de las que, al menos una noche, la dedica a cenar en el hotel donde me alojo y esto no iba a ser menos. Además cuando la sorpresa es que la propuesta es sobresaliente, todo mejora. 

El complejo tiene dos restaurante y dependiendo del hotel en el que te alojes, tienes acceso a uno u otro restaurante. En mi caso fue Scanda. El chef Raúl Galán, sin hacer ruido, tiene un pepino de espacio en el que todo está muy pero que muy bueno. Primero por apostar por poner Asturias en la mesa con productos locales, de temporada e incluso verduras de su propio huerto. Segundo, por ofrecer una cocina que si bien en algunos puntos es tradicional, en otros tiene un twist muy sabroso. Puedes empezar con un surtido de quesos asturianos donde no faltan el cabrales Teyedu, un Gamoneu o el Pría tres leches, seguir con anchas de Hazas, unas croquetas de jamón ibérico o un brioche de pitu caleya como si fuese un bocado mexicano.

Los mediodías preparan arroces y platos de cuchara como fabada con su compango o verdinas con marisco. Y las opciones de carne y pescado no se quedan cortas: rodaballo, lubina con tirabeques, solomillo rossini... Los postres merecen capítulo a parte, porque además de arroz con leche requemao o tarta de queso asturiano, preparan helados caseros, sorbetes y demás tartas deliciosas. 

La cocina en el hotel es francamente fantástica, pero tenemos que aprovechar que a apenas 10 minutos andando y 2 en coche, tenemos uno de los grandes restaurantes de la provincia. Pedro Martino volvió a Caces, el pueblecito a continuación de Las Caldas, donde ya tuvo un restaurante que cerró a causa de la crisis económica. Tras varias idas y venidas por diferentes espacios, el cocinero volvía a casa para monta su restaurante homónimo. Te llamará la atención por varias cosas: primero por el llamativo color del que está pintado y segundo y más importante, por su ubicación, justo sobre el río Nalón.

Que esté al lado del río te asegura unas vistas de esas que no se pueden dejar de inmortalizar. Encima, muy sabiamente, el restaurante está rodeado de ventanales por los que admirar ese paisaje único. En la mesa pasan muchas cosas. Martino es profeta en su tierra, un verdadero defensor de ser asturiano y servir lo mejor de su tierra en el plato. Tradición, innovación... ambas conviven en este lugar tan especial. Funciona con dos menús degustación, uno con platos más innovadores y otro, tradicionales y una carta. 

Cualquier opción es buena. Si te decantas por el degustación podrás probar platos como unas verdinas verdes con butiellucallos asturianos o un besu del Cantábrico. Yo tiré por la carta y arrancando con coulant de cocido, que en 2013 ganó el IX Concurso Nacional de Pinchos y Tapas de Valladolid y siguiendo con unas croquetas de picadillo absolutamente imprescindibles. No fue lo único. También tomé una soberbia cebolla rellena de bonito y un plato de fabada como colofón. Salí de allí la mar de contenta. A veces, lo único que tenemos que hacer es parar, respirar, comer, gozar y... seguir. 

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