BERLÍN. Hay un rasgo físico en el rostro de muñeca manga de Macarena Gómez (Córdoba, 1978) que la ha erigido en icono de belleza alternativa, sus grandes ojos. De modo que cuando el director debutante Eduardo Casanova decidió dedicar una película a los seres diferentes, tuvo claro que debía incorporarlo a la trama. La paradoja es que lo hizo a la contra, el papel que escribió para la actriz en Pieles es el de una joven huérfana que carece de ojos. Pero esta minusvalía no es el peor escollo para su personaje. Prostitución, pedofilia y soledad atormentan su existencia en la oscuridad.
- ¿Que mensaje transmite la película?
- Muchos. En la sociedad tendemos a no aceptar, a recluir y a esconder a las personas que son física o psicológicamente diferentes. Pieles es una critica a esa actitud de la sociedad. Pero también ofrece un mensaje muy bonito, que las personas aparentemente normales muchas veces sufren más que las que tienen diferencias físicas.
- Tu madre es cirujana estética. ¿Te plantea dudas su profesión después de haber trabajado en esta película?
- Que se opere quien le dé la gana. Si te ves más guapa y piensas que la gente te va a aceptar mejor… allá tú. Lo único que pienso es que, al final, se suelen estropear todas. Yo estoy encantada de cómo soy. Pregúntame dentro de unos años y a lo mejor me habré hecho algo, pero no por ahora. Lo gracioso es que mi mejor amigo siempre dice que me he operado la nariz.
- Cuando Eduardo te planteó la discapacidad de tu personaje, ¿lo entendiste como una gran faena o como un gran favor?
- Ha sido un reto total. Eduardo y yo somos amigos, así que hay confianza. Antes de escribir mi personaje, me preguntó cuál era mi fuerte al actuar, y cuando le respondí que mi mirada, me contestó: “Pues te la voy a quitar”. Yo, encantada, porque como intérprete me gustan los desafíos y los juegos. No quiero hacer papeles que ya sé que tengo bajo control o en los que me siento segura y cómoda. Lo que me gusta es que me pongan dificultades.
- ¿Cuáles fueron esas dificultades?
- Fue duro. No tanto porque me sellaran los ojos y por el hecho de llevar una prótesis y maquillaje durante 12 horas, sino por no poder contar con la mirada de mis compañeros actores. Los postizos no me molestaban. No sudaba, no me picaban. La dificultad era que no podía contar con la complicidad visual y estaba un poco perdida.
- ¿Cómo hiciste frente al handicap?
- Un amigo que es invidente me enseñó a moverme y me dijo cómo tenía que tocar las cosas y a las personas. Descubrí que podía percibir las expresiones de mi compañera de reparto, Itziar Castro, a través de los estímulos que me brindaban su voz, su olor, su sudor…
- Tu personaje encuentra la seguridad en sí misma en dos diamantes que ha pegado a los huecos donde deberían estar sus ojos. ¿Tú también confías tu suerte a algún amuleto?
- Nunca he sido supersticiosa, no he tenido amuletos ni he idolatrado a nadie. Para eso soy muy básica.
- Tengo entendido que sí has idolatrado, toda la vida, a una actriz: Vivien Leigh.
- Sí, es verdad, pero no tengo pósters de ella en casa ni nada por el estilo. Todas las Navidades, desde que tenía cuatro años, veo Lo que el viento se llevo (David O. Selznick, 1939), porque el personaje de Escarlata me parece una mujer con gran carisma, con muchísimo carácter. Y es un peliculón. Consumo mucho cine de entretenimiento. Las grandes superproducciones de Hollywood como Titanic (James Cameron, 1997), la saga de La guerra de las galaxias, donde entran a jugar un vestuario exquisito, la música, el diseño de arte… Me fascina el puro espectáculo.
- Quisiste ser actriz por el personaje de Daniel Day-Lewis en El ultimo mohicano (Michael Mann, 1992). ¿Qué viste en su interpretación para tomar esa decisión?
- Daniel Day-Lewis es el mejor actor que ha dado el planeta. Vi la película con 13 o 14 años y me pasó una cosa muy curiosa: me enamoré locamente. Fue la primera vez que noté ese cosquilleo, la piel de gallina... Pensé que quería poder hacer lo que Daniel para que la gente tuviera la misma sensación, incluso para poder actuar con él. He ido siguiendo todos sus papeles pero últimamente como el hombre esta un poco extraño, no se prodiga tanto.
- Te has convertido en representante de una belleza poco convencional, con papeles destacados en películas de genero, como Musarañas (Juanfer Andrés, Esteban Roel, 2014) y Para entrar a vivir (Jaume Balagueró, 2006).
- Antonia San Juan me dijo un día que nunca me debía molestar que me encasillaran, porque eso quiere decir que eres buena en lo que haces y que siempre me van a ofrecer ese tipo de papeles. Me gusta tener una belleza extraña, exótica... Hay gente a que le puedo parecer hermosa, y gente que no lo considera. Si eso me da trabajo, estaré feliz de hacer este tipo de personajes psicológicamente atormentados en películas extrañas con directores extraños. No obstante, me gustaría que me dieran un personaje de una femme fatale o de época. Solo Manolo Iborra me lo ha ofrecido en la obra de teatro La dama boba.
- Tanto en los premios Feroz como en los Goya ha habido mucha crítica a la discriminación salarial. ¿Cuál es tu postura al respecto?
- La primera representante que tuve, en paz descanse, me dijo: “Nunca en tu vida hables de dinero con ningún compañero”, con lo cual no sé lo que cobran. Y prefiero no saberlo. ¿Te imaginas rodar una escena y pensar que el de enfrente se está equivocando y cobra cuatro veces más que tú? Eso es muy duro. Cada uno tiene un cache. Entiendo que según la popularidad que vas adquiriendo. La ignorancia es el estado ideal del hombre.
- ¿Te molestan las preguntas personales en la alfombra roja o relacionadas con tus estilismos?
- Muchos de los periodistas en las alfombras rojas no han tenido la oportunidad de ver la película que vengo a presentar, y han de rellenar paginas de revistas sobre las mejor y las peor vestidas, así que yo entro en el juego porque tienen que alimentarse. Así de sencillo. Se que me van a preguntar qué estilismo llevo y que me van a plantear cuestiones personales. A mi marido también se lo preguntan. Igual que también se interesan por con quién he dejado a mi niño. ¡Pues con alguien lo habré dejado! No lo voy a tener paseando conmigo la alfombra roja. ¡Qué chorrada! Ante la pregunta de cómo compagino ser madre con ser actriz respondo siempre: “Igual que cualquier madre”. No soy excepcional por ser actriz. Tengo amigas que se levantan a las 7 para irse a su auditoria, porque son economistas, y llegan 12 horas más tarde a casa. Lo compaginan y necesitan una estructura y ayuda. Las madres han hecho eso toda la vida. Soy una más.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto