Bzzzz.... ABEJAs

Las mieles del frío (Parte I)

Es tiempo de bebidas melosas, de dulces de almendra y miel, pero alguien debe proporcionar el manjar. Incluso en invierno y en otoño, los apicultores siguen mimando a la colmena

Fotos: MARGA FERRER

| 14/12/2018 | 7 min, 28 seg

VALÈNCIA. La vida de la abeja empieza en un huevo depositado en el interior de una celda. Cuando eclosiona, emerge la larva, cuyo destino dependerá del sexo. Si es hembra, podrá ser obrera o reina; si es macho, será zángano. Antes de abandonar su refugio, tendrá que ganarse las alas en la metamorfosis, que se realiza en la intimidad de un opérculo. A partir de ahí, a trabajar: la recolección de polen, la elaboración del néctar. De ambos se nutren las obreras, cuya esperanza de vida ronda los 45 días, mientras que las reinas se alimentan solo con jalea real y llegan a vivir años. Pero la colmena es un solo cerebro, y en consecuencia opera. Buscar fuentes de alimentos, construir las celdas, defender al enjambre de posibles intrusos y todo para, al final, ceder la codiciada miel al apicultor.

Sería injusto hablar de asalto; mejor verlo como un romance. La vida del apicultor está entregada por completo a los ritmos de la colmena y, entre sus cometidos, se encuentra favorecer la perdurabilidad de la misma. El buen artesano de la miel conoce las reglas. Sabe que la época reproductora por excelencia es la primavera y fomenta la ley de Farrar (cuanto más aumenta la población de una colmena, mayor es la producción individual). De ahí que siempre ande buscando lugares con floración. Cuando cae el verano, los apicultores de la Comunitat agarran sus colmenas, que se cuentan por miles, para poner dirección al Norte y estirar la estación de las flores. Pero en otoño se rinden a la evidencia, y regresan a casa. 

A finales de noviembre ya se ha recolectado toda la miel. De hecho, está más presente que nunca en los hogares, mezclada en bebidas calientes, incorporada en salsas gustosas. Mientras su consumo alcanza el pico, el apicultor continúa trabajando. Es tiempo de dedicarse a labores, tanto o más necesarias, para poder disfrutar del manjar el año que viene. Desde preparar las futuras colmenas, a descartar las que no sirven, la fundición de la cera o el raspado del propoleo. Fuego para renacer; muerte para la vida; que se vaya lo viejo y que quede espacio para lo nuevo. El trabajo no se detiene, de ninguna manera. 

Las mieles del frío tienen sus propias particularidades, y vamos a conocerlas. Esta vez hablaremos de lo que hacen los apicultores en otoño y en invierno; ya habrá tiempo para la primavera y el verano (las mieles del calor será la segunda parte).

Es otoño, y es Ayora

Estamos en Apícola Cerdá Martínez, empresa de Ayora dirigida por la quinta generación de apicultores, que produce bajo la marca Rosa Miel Esencia. En este municipio del interior de Valencia se rinde culto al producto. Así lo constatan las pinturas rupestres del abrigo de Tortosilla, donde se distinguen los paneles silvestres, o las fiestas patronales en torno al primer corte de la miel. Una parte importante de los más de 5.000 habitantes se dedica al sector. Es el caso de Rafael Cerdá Martínez, quien dispone de su propia empresa y más de 2.500 panales, repartidos por distintos puntos de monte. La nave industrial donde nos recibe se reserva para la extracción, el envasado, el trabajo de laboratorio y la actividad comercial.


En la cámara fría ya solo queda cera. Los trabajadores se están ocupando de limpiar las maderas y sanear las colmenas que no sirven, de modo que basta una llamarada para acabar con lo que un día fue un reino de cientos. También se escucha el ris-ras-ris-ras; continuo, agresivo. Están raspando con ímpetu el codiciado propóleo, esa joya que ahora se prodiga por las farmacias, y consiste en una mezcla resinosa que las abejas extraen de las savias vegetales. A ellas les ayuda a desinfectar la colmena y a nosotros, a cicatrizar, a reponernos de enfermedades. Se ha encontrado en las vísceras de los faraones, y es el último greatest hit de la homeopatía. Poca broma: hay distintos precios y calidades...

Pero el milagro ronda los 60 €/kg. 



De la abeja se aprovecha todo, hasta el veneno, que en algunos negocios se les extrae a golpe de espasmo eléctrico. También el polen, que a ellas les sirve de alimento, y más tarde es apto para consumo humano una vez que ha pasado por el panal. Se le atribuyen beneficios para la salud, y sea o no cierto, es una valiosa fuente de proteína vegetal, con más potencia que el huevo. Todos estos productos son los protagonistas del trabajo, ahora que el frío se nos ha venido encima. Los apicultores se preparan para la invernada, porque ya han hecho el trabajo más grande. La miel está en el mercado en sus distintas variedades.

Hay miel de azahar, brezo, tomillo, montaña; muy distintas en color y en densidad; dependiendo de cuál sea la alimentación de la abeja. La conocida como 'milflores', que se etiqueta como 'multiflor', viene producida por abejas que picotean en distintas fuentes. Y la más característica de la Comunitat es la de romero, "que para mí tiene el mejor sabor", dice Cerdà, quien en su tienda dispone de una variedad muy amplia. Hablemos de los precios.



¿Cuánto cuesta la miel?

Aquí viene la polémica. Los datos del Ministerio de Agricultura en el informe final sobre la campaña apícola 2017/18 eran muy positivos. "Posiblemente fue una de las mejores en muchos años", admite Cerdà. La miel a granel había aumentado su precio un 14,47%, hasta llegar a los 3,28 €/kg la multiflor; y la mielada había crecido un 13,32%, hasta alcanzar los 4,75 €/kg. Se estaba vendiendo miel de romero a 4,85 €/kg. "Es cierto que en algún momento hubo una burbuja, sobre todo en años previos, pero en 2017 se consiguió que el mercado fuera razonable y positivo", precisa. Ahora las cosas han cambiado.

Ayer mismo los apicultores se manifestaban en distintas ciudades de España para protestar contra las importaciones de mieles de mala calidad que están provocando una caída en los precios. Se refieren a las mieles chinas, en parte también a las ucranianas. Que sí, que China se ha subido al carro. A nivel internacional, es el país más pujante, pero eso no significa que compita con un producto de calidad: hacen mieles en tres meses. ¿Significa eso que peor? "Bueno, para nosotros el producto español es el mejor" responde Cerdà, quien advierte de que si la situación no mejora "se nos viene encima un gran parón".

Cabe recordar que España es uno de los principales países productores de miel de la Unión Europea, con una media de 31.000 toneladas que generan entre 31.500 apicultores. Las exportaciones alcanzan una media de 25.000 toneladas, especialmente a otros países comunitarios, Estados Unidos o Israel. Sin embargo, las importaciones son también muy llamativas: 33.500 toneladas, de las que 16.000 llegan de Polonia o Rumanía. Otros grandes productores mundiales son Argentina y Uruguay.

Con toda esta polémica, el Ministerio de Agricultura tiene en fase de información pública el proyecto de Real Decreto por el que se exigirá que en la etiqueta de los envases figure el origen y el porcentaje de miel procedente de cada país. Así se evita la competencia de "productos de baja calidad". Con la Administración hay otra guerra: la de las ayudas. En las tres principales autonomías productoras (Extremadura, la Comunitat y Andalucía) el reparto es desigual; y los andaluces se llevan la palma con un 75% más.


No hemos venido a fomentar la competencia. De hecho, la falta de tejido empresarial ha sido el verdadero escollo de un sector que, no por histórico, se ha comportado de manera generosa entre sí. "Los apicultores no hemos sabido unirnos para reivindicar, y eso ha creado mucha incertidumbre", admite Rafa Cerdà, y le dan la razón sus compañeros. Queda por ver si el futuro trae fraternidad, porque los retos están servidos: desde las técnicas alimenticias para alargar la vida de la abeja (la suplementación es una tendencia en alza) a los nuevos modelos de colmena (adiós al esparto a la madera). Y se puede hacer mucho, mucho más. Aquí, fuera; en España, en el mundo. Nunca había habido tantas colmenas.

Y ya se sabe, la colmena debe pensar como una sola.

Comenta este artículo en
next