VALÈNCIA. La resurrección de los Albatros no ha salido bien. Ni siquiera estando avalada por un empresario con éxitos certificados como Ventura Pons. Los cines Las Vegas, que fueron la reimaginación de los Albatexas, bajaron la persiana el 15 de marzo y aprovecharon el parón fallero para devolverle las llaves al propietario del local. Se han ido discretamente, sin que casi nadie se haya enterado en mes y medio de clausura. Y eso es uno de los indicadores que pueden dar luz sobre qué ha fallado en estos cines que tuvieron más repercusión sentimental que espectadores.
El propio Ventura Pons ya no tiene nada que perder y ha decidido ser claro y directo en sus declaraciones a Culturplaza: "es una hecatombe, un problema de modelo. La gente de València no venía y no le tenía estima al proyecto, no hemos sabido afianzar al público ni con el modelo que funciona como un tiro en Barcelona (cines Texas) ni con el que funciona muy bien en Figueres (cines Las Vegas)", cuenta.
En efecto, los dos años en los que ha estado vivo el proyecto no han servido para crear una masa suficiente de público que mantuviera las salas mínimamente llenas. El primer intento se inauguró en marzo de 2017 bajo el nombre de Albatexas. La puesta de largo recibió una importante atención mediática: Ventura Pons "recuperaba para los valencianos" los míticos cines Albatros, abandonados en 2010, lo hacía con un modelo que había funcionado en Barcelona: reestrenos de películas de cine independiente en versión original subtitulada al catalán. El proyecto venía avalado por las espectaculares cifras de la cineteca catalana: una de las cuotas de público mayores de todo el Estado (un 72%) y el premio como mejor sala de España en 2016, otorgado por European Cinema. Las instituciones se sumaron a la ilusión del realizador catalán, y pronto las universidades aportaron económicamente a través de un convenio para que, tanto los alumnos de la Universitat Politècnica de València como los de la Universitat de València, pudieran ir gratis o con importantes descuentos. La Generalitat de Catalunya y la Valenciana también pusieron de su parte para ayudar al proyecto privado de subtitulación de los films, de la que se encarga la propia empresa de Pons.
Albatexas tuvo una vida de un año, nueve meses y diecisiete días. Entonces un fuerte temporal obligó a cerrar parte del cine y las obras de rehabilitación del espacio sirvieron para dar un giro de 180 grados al proyecto. Cinemes Las Vegas cambiaron el rótulo sobre bombillas de tubo por un cartel mucho más iluminado que imitaba el de los casinos estadounidenses. Nada parecía haber cambiado, pero en realidad todo lo hacía. En la rueda de prensa del pasado mes de diciembre, Ventura Pons presentaba una segunda vida para los cines en los que se dejaba en una cuarta sala el reestreno en catalán y se los cines se convertían en una sala comercial con estrenos de grandes distribuidoras en castellano. El objetivo era abandonar el modelo de Barcelona, que había ido "comme ci, comme ça" (palabras del propio Pons), para adquirir el de Figueres. La idea era dejar de ser la perifería cultural y geográfica de València para convertirse en el cine de referencia para el norte de la ciudad y los pueblos de l’Horta Nord que no tienen cines. De paso, abrían la puerta a convertir las salas en "escenarios mutiusos" para incluir en su programación conciertos de pequeño formato, monólogos, presentaciones, o todo lo que se pudiera ocurrir a la gente.
Este segundo modelo apenas se ha sostenido tres meses. "Había días en los que no iba casi ni un solo espectador, mientras se seguía teniendo que pagar un mínimo de personal, agua, luz... El proyecto sencillamente no ha funcionado aquí", ha explicado el propio Ventura Pons a este diario. Ni siquiera el ofrecimiento de la Generalitat Valenciana, al recordarle que hay líneas de ayuda a la exhibición, han hecho recapacitar al realizador de su decisión: "no es una cuestión de subvenciones, sino de modelo. La gente no va al cine porque el manera de ver películas ahora es la de Netflix y HBO, es una hecatombe a la que tenemos que estar preparados y València es síntoma de ello", opina.
Los cines Albatros volvieron a ser únicamente parte del recuerdo el pasado 15 de marzo, cuando bajaron la persiana y entregaron las llaves. "He aguantado dos años, pero ya ha sido suficiente", confiesa Pons. Y añade: "a mí me enseñaron a amar València, y con esas ganas llegué a la ciudad, pero son otros tiempos y ahora las cosas ni han sido ni nos las han puesto fáciles". Más allá del empeño de las administraciones porque el proyecto siguiera adelante, València no ha respondido a las expectativas empresariales. Si siempre se alardea del cap i casal como una ciudad de cines, the times are a-changing: actualmente eso se ha trasladado al corazón y a la memoria, pero no a lo material. Ahora los cines solo son locales en los que abrir grandes superficies de restauración y ocio. Y el resto es resistir.