El refranero español es la cornucopia de las sentencias gastronómicas. Repasamos parte de la cultura popular de la culinaria ídem porque más vale pájaro en mano que ciento volando.
La paremiología —disciplina que estudia los refranes, los proverbios y demás enunciados breves y sentenciosos cuya intención es transmitir algún conocimiento tradicional basado en la experiencia— en el caso español es rica en contenido gastronómico. Ya en Refranes que dizen las viejas tras el fuego, obra atribuida generalmente a Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398 - 1458) se recogen un buen número de muestras de la tradición oral relacionadas con la comida, la falta de ella o el exceso: Comer uva, y cagar racimo, el alegato cárnico comer verdura, y echar mala ventura o a falta de carne, buenos son pollos con tocino, que en su versión más conocida es a falta de pan, buenas son tortas.
Precisamente, el pan es protagonista de multitud de refranes y expresiones populares: A pan duro, diente agudo; pan con pan, comida de tontos; dame pan y llámame tonto; más largo que un día sin pan; bocado de mal pan, no lo comas, ni lo des a tu can; dure lo que durare, como cuchara de pan; pedazo de pan de centeno, primero en el cuerpo que en el suelo. Recordemos que el pan de centeno, el negro, estuvo desprestigiado hasta la llegada del new age y la popularización de la endocrinología.
En Refranes que dizen las viejas tras el fuego el Marqués de Santillana reconoce que hizo como la diligente abeja «que de diversas flores hace el dulce panal de la miel: ella toma el trabajo. Y el que la come, el provecho». Y así, con la fraseología recogida de las abuelas, llega a algo tan de yaya como los huevos: Freídle un huevo, que dos merece, No es por el huevo, sino por el fuero y varias un poco antisemíticas que para no azuzar la situación internacional no vamos a reproducir aquí. En el siglo xx aparece el primer estudio paremiológico serio dedicado al refranero español: Luis Martínez Kléiser firmó el Refranero general ideológico español, libro en el que encontramos otros huevos: Cuando seas padre, comerás huevos.
Categoría aparte son los dichos: fórmulas similares al apotegma, aforismo, proverbio, adagio, máxima, refrán o sentencia. En ellos es difícil trazar la frontera entre creación artística o popular. Podemos recordar las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: La gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los huevos; los pulpos son los guantes del mar; la leche es el agua vestida de novia; la leche es sueño batido; las pasas son uvas octogenarias…
Otro escritor, Benito Pérez Galdós, introdujo en Fortunata y Jacinta el sentencioso refrán A todo cerdo le llega su San Martín: «Quitóle la ropa, le cogió en brazos, y después de meterle en la cama, se abrazó a él sujetándole y arrullándole hasta que se adormeciera. Decíale mil disparates referentes a aquello de la liberación, de la hermosura de la muerte y de lo buena que es la matanza de la bestia carcelera.
—A cada bestia le llega su San Martín —repetía, con otras frases que habrían sido humorísticas, si las circunstancias no las hicieran lúgubres».
El San Martín es la festividad de San Martín de Tours, en la que antaño se realizaba la matanza del cerdo.
Los higos y las brevas tienen un amplio y dulce espacio en el refranero: De higos a brevas —frase con la que se señala que transcurre mucho tiempo entre dos hechos. Aunque ambos frutos provienen de la higuera, de unos frutos a otros distan casi diez meses—, no caerá esa breva; a mozo goloso, higo a dinero, ni higos sin vino, ni puchero sin tocino; quien no gasta en vino, lo gasta en pasas o en higos. Y así podríamos estar hasta que nos dieran las uvas.
El uso de los refranes en la cultura popular está atestiguado en la literatura española desde el Poema de Mío Cid. Las recopilaciones también datan de tiempos muy antiguos: además de la citada del Marqués de Santillana, en el siglo XVI encontramos los conjuntos de Pedro Vallés o Hernán Núñez. Una de las clasificaciones más exhaustivas es la de Jose María Gómez Tabanera (Refranero español, 1954), donde los divide en morales (preocupación por el sentido de la vida) y de tiempo y calendario. En ambas categorías la comida juega un papel sensacional para exponer las inquietudes humanas del estómago, la mente y el corazón: Todos los días olla, amarga el caldo; días y ollas lo componen todo; contigo pan y cebolla; y con otra, ni olla; Amores nuevos, casa con pucheros; carne a carne, amor se hace; en marzo los almendros en flor, y los mozos en amor y el mejor: Sin pan y vino, no hay amor fino.
Rodrigo Marín definió el refrán como un «dicho popular, sentencioso y breve, de verdad comprobada, generalmente simbólico, y expuesto en forma poética, que contiene una regla de conducta u otra cualquiera enseñanza». En muchas ocasiones, la creación verbal no alcanza el grado de literatura apotégmica y se queda en la jocosa frase popular que suele expresar el sentimiento no mesurado: vete a freír espárragos; que te den morcilla; no me des la lata; montar un pollo; me importa un rábano; dar calabazas; no está el horno para bollos; con las manos en la masa; comerse el coco; con un par de huevos; me cago en la leche; faltar un hervor; pelar la pava; estar muy verde o como dijo Federico Trillo cuando presidía el Congreso de los Diputados: «manda huevos».