Desperté de aquel ocaso, mirando al horizonte, deslizando entre el acuerdo
Los enfados, las dispensas, el olvido, el arreglo. Hoy sembrando un día de nuevo.
Era mi ira mitigada entre las nubes
sofocada por la pausa de los vientos,
remendada por tu calma y por tu apego.
La paciencia acumulada,
entregada al tiempo eterno:
La lección que considero.
La templanza, el oído, el sentido. Volver a la mar. Recogiendo conchas y algas procedentes del subsuelo. Proteínas, fósiles y restos marinos que celebran un convenio de aullidos y quejidos. Alimento del motivo.
La lujuria, el desvío, el deseo,
son tus manos, son tus dedos,
son chispazos, un destello.
Castidad y desenfreno.
El mar te entrega, el océano te lo arrebata. El agua es serena, las hojas son tiernas.
Iba tan deprisa, tan ligero,
olvidando los inicios,
con desaires y sin freno.
¡A ti, soberbia! No te quiero.
¡Humildad, ven a mi cerco!
Desde el cielo de ya se huelen las bodegas. Las marismas solitarias, las visiones de otra era. Los espacios, los rincones, las maneras.
Tengo gula de tus huesos,
es tu hambre que yo espero,
es tu sangre lo que bebo,
es tu pulso que acelero,
solo yo tú prisionero.
En el temple está el talento
¡más despacio bandolero!
Es tu risa, no te duermas.
Soy viticultor y elaborador de vinos naturales: sin aditivos. No tengo internet. ¿Radical?