Una escapada a la ciudad para recibir la primavera y todas sus novedades.
Los hay que tenemos un idilio con Londres. Uno de esos que dura ya muchos años. Que arrancó con viajes familiares y siguió con los de amigos. ¿Quién no aprovechó esos billetes que salían ida y vuelta con Ryanair a 15 euros? Menudos tiempos aquellos...
Sea como fuere, siempre que puedo regreso. Una vez al año por lo menos. Porque a cosmopolita y trendy le ganan pocas. Porque es cuna de tendencias, porque allí siempre hay algo nuevo que hacer o que comer. Y oye, que por muchas veces que vaya, siempre me gusta reencontrarme con viejos conocidos. Digamos el Big Ben que ha estado unos cuantos años tapado, cinco concretamente, mientras se sometía a trabajos de restauración. Me gusta pasear por Trafalgar Square, recorrer el Támesis de orilla a orilla, sumergirme en Chinatown y ser de lo que huimos muchas veces, una turista. Pero si eso me gusta, más me gusta conocer eso que más allá de sus hitos turísticos, hace de ella la ciudad que es.
Y de eso van estas líneas. Porque apostamos a que sois muchos los que para los próximos fines de semana o incluso Semana Santa, tenéis billetes para escaparos a la capital británica o para ver en directo la coronación de Carlos III -no juzgamos-. Así que vamos a hablar de esos sitios que no podéis perderos, esos que son tan nuevos, que apenas ha dado tiempo a que los propios londinenses los conozcan al dedillo.
Empezamos con el barrio que en nada, va a estar en boca de todos. Y es que la apertura, tras más de cuarenta años cerrada, de la Battersea Power Station, ha marcado un antes y un después. Este edificio icónico del suroeste de Londres ha vuelto a la vida y lo ha hecho reconvertido en un centro de ocio y cultura que nadie quiere perderse. Primero, por lo impresionante que es el edificio, de ladrillo y con unas impresionantes chimeneas originales. Segundo, por todo lo que te espera dentro, un interior a caballo entre lo industrial y el art déco, un ascensor que sube hasta lo alto de una de las torres o la posibilidad de tomar un cóctel en lo que fuera la sala de control. Eso y un buen puñado de tiendas, con firmas como Aesop, Jo Malone, Levi's o The North Face, entre muchas otras, restaurantes y hasta un cine.
Con el edificio como catalizador, alrededor del mismo han ido surgiendo muchas otras propuestas que está haciendo del barrio todo un place to be. Y muchas son de lo que nos gusta en esta casa, comer y beber como es debido. ¿Imprescindibles? Tomar un vino en Vagabond, una cerveza en Battersea Brewery, una sopa laksa o un nasi goreng en Roti King, un lenguado a la meuniére en Wright Bros, un ramen en Tonkotsu y hasta jugar al crazy golf en Birdies.
Si te gusta tanto el barrio como me gustó a mí, hasta puedes quedarte a dormir en la zona, porque justo frente a la antigua planta eléctrica, ha abierto el primer Art'hotel de esta cadena en la ciudad. Y lo tiene todo para nosotros hedonistas. Cuidadas y coloridas habitaciones diseñadas por Jaime Hayon, en las que no falta detalle, desde un tocadiscos hasta herramientas que a los que tenemos pelazo nos van de cine, como un secador o el airwrap de Dyson, además de los codiciados amenities de Kevin Murphy. Hay más. Piscina climatizada en las alturas, un italiano fabuloso a pie de calle, Tozi Grand Café y la joya de la corona, que valga la redundancia, se llama Joia y es un espectacular restaurante de cocina portuguesa de Henrique Sá Pessoa.
Y de un barrio casi nuevo -aunque es uno de los más antiguos, en realidad- a otro viejo conocido. A finales de los años 90 fue en él, en el que se inventó un nuevo tipo de Londres. Una zona poco amigable, se reconvertía en un patio de recreo para vivir, trabajar y sobre todo, disfrutar. Hablo de Shoreditch, al norte de la ciudad, donde empieza East London. No puede haber mejor plan para finalizar un finde y eso es porque sucede los domingos, que recorrerte el Columbia Road Flower Market. Verás a cientos de londinenses cargando con todo tipo de plantas y flores y aunque no te las puedas llevar a casa, el paseo vale la pena. Todo para terminar en otra de las grandes atracciones del barrio, Brick Lane. Aquí los domingos la ciudad vibra, con puestos de antigüedades, tiendas vintage, mercados de comida de todas partes del mundo...
Y muy cerca de allí, tienes que reservar en Smoking Goat. Tailandia, barbacoa y vinos naturales. El chef Ben Curtis ha dado en el clavo con este sitiazo de cocina del norte de Tailandia, con un menú corto y cambiante, en el que no faltan platos como la ternera madurada salteada con albahaca sagrada y un huevo para mezclarlo todo o un curry seco de cabra que puede ser, perfectamente, el plato más picante que he probado en mi vida. Aún así, no puedes dejar de comerlo.
También el barrio estrena hotel, a tan solo 15 minutos andando desde Brick Lane. Se llama Sun Street y es un sitio de esos donde se encuentran pasado y futuro. En una zona donde abundan las altas torres de cristal, encontrarás este coqueto hotel boutique y lo primero que llamará tu atención en su fachada, en la que se han unido seis casas de época georgiana, correctamente insertadas en un mar de edificios de nuestra época. Interiores suntuosos, ventanas de guillotina originales y pequeños rincones que invitan a pasar allí el rato.
Eso en las zonas comunes, en las que una sucesión de salones bellamente decorados con papeles pintados, cuero y mármol, dan paso al bar donde tomar tragos como el siempre imprescindible old fashioned o su Mata Hari elaborado con ponche de leche infusionado con romero y vodka. También vale la pena su restaurante, del chef Stuart Kivi-Cauldwell que preparaba la comida al mismísimo Lewis Hamilton cuando trabajó junto a la F1, donde comerte un chuletón de carne de res británica e irlandesa acompañado de patatas fritas Koffman.
El punto ya de descanso lo ponen sus habitaciones, que si bien no son especialmente grandes o luminosas, lo compensan con cojines de House of Holland, sábanas de algodón de 300 hilos y una colección irresistible de amenities de una de las casas más prestigiosas de todo Londres, Penhaligon's. Ese es el camino.