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primera mitad del festival

Radiografía a La Mostra (I): poca testosterona y películas para el recuerdo

Los primeros cinco días de festival dejan un buen sabor de boca. Destacan los relatos de la guerra y la mirada femenina

29/10/2019 - 

VALÈNCIA. Hace un año La Mostra de València volvía a nacer. Lo hacía casi a destajo, con apenas unos meses para construir su programación y la ambición de dar una Palmera de Honor como la de Abdellatif Kechiche, ganador de la Palma de Oro en Cannes por La vida de Adèle. Lo hacía inaugurando con la proyección de una película valenciana como M'esperaràs?, y en su programación, levantó más interés la Sección Informativa (que no es competitiva, sino premieres valencianas de películas que ya han pasado por otros festivales) que la Oficial.

Solo han hecho falta 365 días y estar un año activando esta 34º edición del festival para que La Mostra vuelva a enseñar el esplendor que merece una cita cinematográfica de estas características. Los Cines Babel tienen colas y, con la oferta de que prácticamente en todas las proyecciones hay coloquio posterior con miembros del equipo, la gente se interesa por quedarse. 

Lo visto hasta ahora en la Sección Oficial recoge, en efecto, un relato sobre los países del Mediterráneo con dos constantes: primero, los relatos del terror, escenificados en la guerra; los cambios que supone un conflicto civil para las personas que habitan la ciudad. Segundo, una voz que, o es femenina o se feminiza, o al menos, se desmaculiniza. En las pantallas de los Babel se está viendo muy poca testorena: casi ningún héroe y relatos que se escapan del canon para que la Historia no sea contada desde el mismo prisma. Al menos en esta mitad, La Mostra está resolviendo su 34º edición con nota. 

Sympathy for the devil

La Sección Oficial empezó sacando músculo el primer día con Sympathy for the devil. En ella, Guillaume de Fontenay retrata el testimonio del periodista frrancés Paul Marchand durante el asedio de Sarajevo. El guion se hizo junto al propio Marchand, y acaba reuniendo -de una manera muy natural- temas como el ego del periodista, la militancia, la sociedad del espectáculo creada por los medios de comunicación o el papel de las Naciones Unidas en la Guerra de los Balcanes. En el film de Fontenay, la cámara se significa y parece que también vive con tensión los momentos de urgencia en el film; a veces, parece un falso documental, otras el aparato fílmico desaparece. Es lo suficientemente cruda y lo suficientemente elegante; consigue mantener cierta tensión. Y si hay que ponerle un pero, el final parece algo precipitado, casi irreal; algo que tratándose de unas memorias, resulta extraño.

The day I Lost My Shadow

The Day I Lost My Shadow, de Soudade Kaadan, recoge el testigo de ser un testimonio de la guerra pero para centrarla en una historia microscópica. Siria, 2012, la guerra ha explotado y la ciudad ya ha normalizado el belicismo cotidiano: abusos policiales, terror, cortes de luz y agua, desapariciones... Una mujer sale a buscar gas para poder cocinarle a su hijo, se mete en un taxi, y de manera involuntaria acaba huída a kilómetros de su casa en Damasco. La vuelta será agónica, atravesando con miedo a los francotiradores los campos periféricos de la capital siria. Hay un momento de la película en la que casi parece heredera de El proyecto de la bruja de Blair. Y durante todo el film, una metáfora en la que las sombras de las personas acaban abandonándolas o reapareciendo. "Se me ocurrió esta metáfora al ver las fotos de Hiroshima tras la bomba nuclear. Ahora sí sabría explicarlo, pero durante el proceso de creación ni siquiera yo sabía concretar qué significaba que las sombras abandonasen a las personas", comentaba la propia Kaadan en el coloquio posterior. Y en efecto, el recurso poético en el que se apoya hasta el título del film queda poco concreto, deslucido, sin mucho interés. También hay que tener paciencia para mantener el interés por la trama principal, que se aleja demasiado de la pantalla. Bajo el criterio de este redactor, la peor de esta primera mitad de Sección Oficial.

The miracle of Sargasso Sea

The miracle of Sargasso Sea, de Syllas Tzoumerkas, recoge el movimiento del nuevo cine griego, muy atrevido tanto en su forma como en sus tramas, y que tiene como nombre más popular al cineasta Yorgos Lanthimos. De aquel cineasta, recoge Tzoumerkas uno de sus principales activos, la actriz Angeliki Papoulia, en una historia sobre un crimen en un pueblo que levanta alfombras y expone una trama criminal y sexista que agitará el pueblo. El film tiene una cara y una cruz. Por un lado, el aspecto formal es intachable: tiene poesía, tiene atmósfera, a veces incluso se acerca a Twin Peaks a través de su música y las ensoñaciones. Además, las interpretaciones de los personajes femeninos son intachables, con varias aristas. Sin embargo, la trama acaba siendo mucho más sencilla de lo que se va construyendo durante toda la película, y acaba injustificando una parte importante del artefacto poético, toda la atmósfera. La película acaba siendo más grande que su historia, y eso desinfla el film conforme va acercándose a su final.

Fatwa

Cosa bien diferente es Fatwa, del director tunecino Mahmoud Ben Mahmoud. El film relata la historia de un padre que vuelve a su país natal para enterrar a su hijo, que ha sufrido -aparentemente- un accidente de tráfico-. La vuelta y la insistencia del padre por reconstruir la vida de su primogénito destapará su participación en grupos islamistas radicales. El choque se agrava porque el film retrata también a la familia, en la que la religión se vive de manera más y menos progresista. Sin duda, la pluralidad de los personajes delante del tema principal, que es la religión y la radicalidad, es su punto más fuerte. La cámara de Mahmoud Ben Mahmoud se mueve con mucha cautela, con un ritmo pausado, pero todo es un artefacto para que su crudeza impacte más, algo tremendamente hanekiano.

El domingo, la guerra y el terror en los países mediterráneos dieron paso a dos retratos de mujeres, dirigidos por mujeres, que dejan muy buen sabor de boca. Por la mañana se pudo ver Alice, de Josephine Mackerras, en la que la una mujer de clase media-alta se encuentra, de la noche a la mañana, abandonada por su marido (que lleva vaciando las cuentas bancarias desde meses atrás), una orden de desahucio y un hijo que cuidar en solitario. Pronto averiguará que sus ahorros iban destinados a prostitutas de lujo, y en esa indagación, verá en ello la raíz de su tormento y la solución a sus problemas financieros. El film de Mackerras está rodado sin ningún artefacto ni casi poesía, dentro del canon de una película de autor europea. Sin embargo, su trama revela una complejidad moral envidiable, que además no se atraganta, sino que es carismática y se acaba convirtiendo en el motor narrativo del film. Hay momentos cómicos y tensión dramática, y mantiene el interés hasta el final.

El segundo retrato femenino lo capitanea la debutante Hafsia Herzi. Tu mérites un amour cuenta la historia de Lila, una joven parisina que sufre el duelo de una relación tóxica, terminada por una infidelidad de él. Durante su recuperación, la protagonista se enfrenta a su propia falta de sentido común para actuar ante ciertas situaciones, y vivirá un proceso de descubrimiento para sanarse. Herzi pone a su personaje en diferentes situaciones que retratan cómo vive una joven soltera y -por qué no decirlo- agraciada en una sociedad, por una parte, heteropatriarcal, y por otra, liberada sexual y emocionalmente. El film es sencillo, profundo, divertido, dramático, y ante todo, signo de su tiempo. La frescura del guion de Herzi, que tenía un presupuesto inicial de menos de de 1.000 euros, le otorga haber sido una de las sorpresas de la Sección Oficial.

The Announcement

También con una adscripción clara a la comedia, se pudo ver ayer lunes The Announcement, de Mahmut Fazil Coskun, en la que un grupo de tres militares retirados intentan ayudar a un golpe de Estado que se iba a producir -supuestamente- en Ankara. Su misión es ocupar Radio Estambul y anunciar, a través de la radio pública, el golpe. Pero todo sale mal. El film está ambientado en los 70 e inspirado en una historia real. Los 95 minutos de metraje sirven como una sucesión de divertidos gags, en la que el ridículo por la imposibilidad de llevar a término con grandeza el golpe de Estado ocupa el pilar narrativa. La cámara apenas se mueve, los silencios se comen la pantalla. Todo suma en favor de la vergüenza ajena que el espectador logra sentir hacia los personajes. Y de fondo, una reflexión nada baladí: el hastío por la inestabilidad política, reflejado en una conversación en el que el director de la radio les dice a los golpistas que, si les hubieran avisado, no hubieran mandado a casa al técnico.

Por último, ayer fue el turno de A herdade, de Tiago Guedes. Un film épico, de casi tres horas de metraje, que relata la historia de una familia latifundista lusa a través de la Historia reciente. La película se divide en dos partes, diferenciadas por la época en la que se ambientan. La primera cuenta cómo se vivió en el latifundio la llamada Revolución de los Claveles, en un relato que es casi una adaptación a la realidad portuguesa de Novecento. La conciencia de clase, la compleja identidad política del latifundista y el propio relato descentralizado de aquella época, le brinda un interés histórico envidiable. La segunda parte, aparca totalmente la cuestión política para centrarse en la deconstrucción de la familia en cuestión, centrada en el personaje del patriarca, que ve como su legado se desmorona por sus mentiras. El film se transforma en un melodrama familiar, que en la parte final puede llegar a resultar algo excesivo. Más allá de la trama, A herdade es también un preciosa reivindicación de la narrativa clásica, y puede presumir de una realización técnica excelente. Muy pocas cosas se le pueden reprochar a la candidata de Portugal a Mejor Película Internacional en los Oscar. 

A herdade

Más allá de la Sección Oficial

Entre los (pocos) huecos que dejan las sesiones de la Sección Oficial. Otras dos buenas películas que se han podido ver en La Mostra. La primera es el film que se pudo ver en la Gala de Inauguración, Calç blanca, negro carbón, la obra póstuma de Toni Canet. Del cineasta valenciano solo trascendió a nivel nacional su obra maestra, Las alas de la vida, su retrato del médico Carlos Cristos mientras este sufría una enfermedad terminal. Este último trabajo de Canet, que nunca tuvo un gran apoyo para desarrollar su cine, remite a lo mejor de su filmografía'. Calç blanca, negro carbón, que cuenta los procesos de recuperación paralelos de un horno de cal en Llutxent y de carbón en Formiche Alta, es un documental casi performático que no renuncia ni a ser pedagógico, ni a ser retrato de su tierra, ni a ser simpático, ni a ser entretenido.

Por otra parte, la Sección Informativa ha traído las premieres de algunos de los títulos que más han resonado en festivales como Venecia o Cannes. Entre ellos, destaca el Gran Premio del Jurado de este segundo, Los Miserables, de Ladj Ly. Un retrato de las banlieus  que iguala o supera en fuerza a su clara antecesora, El odio (La Haine) de Mathieu Kassovitz, reformulando desde la actualidad y subrayando las desigualdades que sufren las periferias parisinas en un retrato que encuentra cómo denunciar los abusos policiales desde la equidistancia narrativa.

Por último, ayer tuvo lugar la premiere de La Inocencia, de Lucía Alemany, la gran esperanza de este año del cine valenciano, que pasó en septiembre por San Sebastián, recogiendo buenas sensaciones de crítica y público. La gente que se acercó a sacar una entrada minutos antes se encontró con que estaban agotadas. Sin llegar al 100% de ocupación, las salas de los Babel están teniendo, en general, una buena afluencia. Eso es lo que, al final, cabe destacar de la primera mitad de La Mostra. Que además de proyectar algunas películas para el recuerdo, hay gente sentada en las butacas para verlas y poder recordarlas después. Este, tal vez, sea el mayor de los logros de este festival.

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