“No hay nada más revolucionario que la vulnerabilidad”, asevera, luminoso, Roy Galán (Santiago de Compostela, 1980). Con la emocionalidad abierta en canal, pero sin caer en la cursilería y los excesos de almíbar (tan presentes en textos que aspiran a la lágrima facilona y el sentimentalismo de saldo), este autor comenzó a compartir sus textos en redes sociales a principios de 2013. Desde entonces, se ha convertido en todo un fenómeno 2.0. Los suyos son fragmentos de escritura viva que abordan los grandes temas de la humanidad: de la identidad a la muerte, del desengaño amoroso a la familia. Galán acomete su tarea sin oropeles lingüísticos ni solemnidades impostadas. Así, la defensa tajante de los derechos sociales, la comunidad LGTBI y el feminismo, se entremezclan en sus palabras con un costumbrismo cálido y tierno, un lenguaje directo (en ocasiones punzante) y múltiples trazas de cultura pop. ¿Quién dijo que el existencialismo, los recuerdos de infancia y los guiños al mainstream no hacían buenas migas literarias?
Tras triunfar en la, a menudo, espinosa galaxia de las redes sociales, Galán decidió dar el salto a la escena editorial con Irrepetible. Después llegaron La ternura, y Nadie dentro de ti. Su último libro es Haz que no parezca amor, un volumen que entremezcla textos inéditos con algunos de los escritos más relevantes que ha ido publicando en Facebook e Instagram a lo largo de los últimos años. Galán acudió el pasado jueves a la Fira del Llibre de València y en Culturplaza aprovechamos su llegada a tierras mediterráneas para conversar con él. El resultado, a continuación.
-Muchos de tus escritos giran en torno a la idea del amor, de amar. Pero no abordas necesariamente el amor de pareja, que es el que suele glorificarse, sino el amor como un sentimiento mucho más universal, transversal, presente en todo tipo de vínculos (la familia, los amigos, la relación con uno mismo…). ¿Minimizamos todos esos otros amores a causa del amor romántico?
-Nuestra sociedad pone a la pareja en el centro de todo. Da igual lo que hayas conseguido, si no tienes la pareja ideal (que además pasa por un modelo muy concreto como es la monogamia) te sientes fracasado. Realmente sientes que te falta algo para estar completo, cuando lo único que te hace falta para estar completo en esta vida es oxígeno y sangre corriendo por las venas. Y sí, muchas veces no le damos importancia a otros afectos como aquellos que provienen de la amistad porque el amor romántico nos ciega. Tener pareja no puede ser nunca un fin, ha de ser un medio para conocerte mejor, para crecer y compartir. Concebir una manera más sana de amar es posible (y debe serlo). Una manera en la que el amor romántico sea una cosa más de las cosas estupendas de tu vida, pero entendiendo que el amor romántico no te va a salvar, que amar demasiado también es algo negativo, que el amor no es suficiente y que no malgastes tu tiempo en lugares en los que no te quieren.
-En la sociedad actual, en ocasiones parece que mostrar, la tristeza, la fragilidad, las inseguridades está sancionado. Se exige ser exitoso o, al menos, dar una imagen de éxito. ¿Mostrarse vulnerable puede ser también revolucionario? ¿Debemos reivindicar el derecho a la tristeza?
-Mostrar las emociones ha sido considerado siempre síntoma de debilidad. Además ha estado vinculado en este modelo patriarcal en el que nos hemos construido a “lo femenino” como algo negativo. Todos conocemos esas frases terribles como “de casa se viene llorado”. Y esto es algo que afecta tanto a las mujeres que han de adoptar roles masculinos (en los que han de demostrar su valía profesional negando sus emociones) como a los hombres que son insultados como ‘poco hombres’ cuando muestran su fragilidad. Esto no es algo casual ya que al capitalismo le interesa que no mostremos nuestros sentimientos porque nos quiere eternamente alegres para seguir produciendo de una manera muy concreta. Así, las personas que se muestran tristes, son rápidamente apartadas mediante medicación o negadas por una absurda dictadura de la felicidad. Yo creo que no hay nada más revolucionario que la vulnerabilidad. Perder el miedo a que te dejen de querer porque no eres fuerte y empezar de una vez por todas a dejarnos sentir.
-En la misma línea, ¿apostar por la ternura y la bondad es también una forma de hacer activismo?
-Yo no concibo otra manera. Las personas tendemos a aplaudir a aquellas personas que son capaces de herir de manera mordaz a otras. Pensamos que la inteligencia radica en tu capacidad de destruir al otro mediante el ingenio. Para mí la inteligencia radica en elegir la bondad. Y resulta que ahora hasta ser bueno está mal y se habla de ‘buenismop de manera despectiva porque lo que premiamos una y otra vez es el odio. El odio es una elección. Y todos podemos elegir amar en lugar de odiar.
-En alguna entrevista anterior has comentado que buscas “decirle a la gente que no está sola y que no hay nada de extraño en sus pensamientos”. ¿Las palabras pueden actuar como un refugio, como un lugar en el que resguardarnos del temporal?
-Las palabras son llaves para otras realidades. De hecho las palabras construyen la realidad porque pensamos con palabras. Elegir bien las palabras supone pensar bien. En nuestros pensamientos estamos terriblemente solos, nos culpamos y nos juzgamos continuamente. Por eso es tan necesario ponerle nombre a esos pensamientos y ver que no eres la única persona que los piensa es un verdadero alivio. Yo creo que más que como refugio las palabras sirven como puente para cruzarlos de la mano con nuestros fantasmas y que al otro lado haya alguien para darnos un abrazo.
-Decía Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro. Tú reivindicas el valor de la palabra como una herramienta para cambiar el presente, para transformar la realidad…
-Totalmente. La literatura nos hace sentir cosas. Y solo cuando sientes algo puedes llegar realmente a comprenderlo, porque al sentirlo tu cuerpo lo pasa como una experiencia propia y se activa el mecanismo de la empatía. La poesía es una manera empática de ordenar la realidad porque te hace ver lo que el otro siente estando en el mundo.
-Parte de la clave de tu éxito quizás resida en que abordas temas complejos (la libertad, el derecho a la propia identidad, el deseo, la memoria, la pérdida, la muerte…) desde una manera sencilla, directa, entremezclando guiños a la cultura pop y a escenas de la vida cotidiana. Inmersos en los aceleradísimos ritmos contemporáneos, ¿estamos olvidándonos de reflexionar sobre esos asuntos trascendentales, quizás no urgentes, pero sí importantes?
-No hablamos de cosas importantes. Hablamos del tiempo, de deporte, de lo que hacemos, pero no nos paramos a saber qué sentimos sobre las cosas. Eso impide que sepamos quiénes somos. Tenemos que pararnos en algún momento. Y esto no quiere decir que estemos todo el día leyendo a Pessoa o a Faulkner, que también, si es lo que quieres. Esto quiere decir que el entretenimiento y la profundidad pueden convivir. Todo es cuestión de la mirada que tú utilices para acercarte. Así, por ejemplo, Madame Bovary habla de lo mismo que la novela juvenil Por 13 razones: De la reputación femenina. Y en ambos lugares podemos aprender cosas.
-El feminismo es una constante en tus escritos y en algún momento has comentado que “tener conciencia feminista hace que resultes incómodo”. Sin embargo, parece que en muchos contextos comienza a normalizarse esa lucha por la igualdad. ¿Podemos hablar del feminismo como uno de los grandes movimientos sociales del siglo XXI?
-Es uno de los grandes movimientos de la humanidad. Algo que ha venido luchándose durante muchísimos años y que en este siglo gracias a la sociedad de la información ha acabado por convertirse en una verdadera revolución. Hoy podemos acceder cuando queremos al pensamiento de muchas mujeres, a sus experiencias, a lo que escribieron, a todo lo que cuestionan y eso ha hecho al mundo irremediablemente feminista. Porque cuando empiezas a escuchar activamente a las mujeres empiezas a entender qué supone ser leída como mujer en este planeta. Y ya no hay vuelta atrás. O estás con su lucha o estás con el machismo en el bando opresor.
-Nos encontramos en un momento en que, mientras que muchas mujeres están abrazando esa lucha por la igualdad, una gran cantidad hombres no acaban de encontrar su lugar en este tiempo. ¿Hasta qué punto es necesario construir nuevas masculinidades, roles distintos que trasciendan a los tradicionales?
-Es algo fundamental. La masculinidad hegemónica es el cuerpo del que se alimenta ese parásito llamado machismo. Esa forma tradicional de ‘ser’ hombre que tanto y tanto daño hace. En este momento hay muchísimas mujeres muy jóvenes formadas, concienciadas, feministas que les dan mil vueltas a unos hombres absolutamente perdidos porque les estamos diciendo todo el rato que hacen cosas ‘mal’ pero no les estamos dando nuevos modelos para ‘ser’. Es urgente que existan nuevos referentes de masculinidad en los que ser el más macho no pase por demostrar la virilidad, sino que el más valiente es el que frena a otro colega y no le ríe las gracias y le dice: “Eso no está bien”. Pero para eso los hombres tienen que estar dispuestos a mirarse por dentro, a revisarse, a cuestionar lo que han aprendido, y tampoco es que el patriarcado se lo haya puesto fácil para hablar de sí mismos.
-Actualmente, las redes sociales están muy demonizadas, se habla a menudo del peligro que suponen y del daño que causan. Sin embargo, tú has logrado crear una comunidad de lectores que acuden a tus textos buscando un rincón de comprensión y empatía, una versión más ‘luminosa’, de las redes...
-Las redes sociales son una proyección amplificada de lo que somos. El mismo bullying que se practica en el patio del colegio es el que se hace en Twitter todos los días. Pero las personas somos responsables y dueñas siempre de nuestras palabras. Las redes sociales son también un lienzo en blanco y es una elección tuya el contenido que quieras compartir. Yo decido que mi lugar virtual (y también el personal, pero eso no se ve) sea un lugar construido en los afectos y el cuidado.
-Muchos autores surgidos de las redes sociales son muy criticados y desdeñados por parte de los sectores culturales más tradicionales. ¿Has sentido ese prejuicio?
-Por supuesto. Imagínate, yo escribo en un lugar “banal” como son las redes sociales, de manera profusa y sin pedir nada a cambio. Eso molesta muchísimo y lo entiendo, pero yo lo hago de esta manera porque no creo que la cultura deba estar sustraída del pueblo. No creo en esa cosa tan traicionera con la gente de apropiarte de los conocimientos y la sabiduría y luego suministrarla mediante un lenguaje enrevesado que solo alcanza a los de siempre y que devuelven aplausos. No creo en el arte como un medio para obtener prestigio, fama o reconocimiento. Yo lo único que busco al escribir es pretender la libertad de las personas. Eso es lo que ha de hacer la cultura: hacernos más libres. A todos y todas, no solo a unos cuantos.
-Tú mismo has comentado que, cuando anunciaste tu apoyo a la candidatura de Errejón, perdiste seguidores y, de hecho, algunos lectores te recriminaban tu decisión. Ahora, cierras la lista a la Alcaldía de Madrid con Más Madrid. ¿Por qué has creído necesario significarte políticamente de una forma tan concreta?
-Porque creo que uno tiene que apoyar aquello en lo que cree aunque ese apoyo no le beneficie a uno directamente. En este país se penaliza que te mojes cuando mojarse debería ser una obligación moral, pero supongo que la gente tiene miedo a que la dejen de querer o a que la quieran un poco menos.
-La extrema derecha no ha logrado alcanzar los resultados electorales que esperaban en estas recientes elecciones generales. ¿Hay razones para el optimismo en nuestra sociedad?
-Es bastante preocupante que más de dos millones y medio de personas en este país hayan respaldado el discurso de odio de la extrema derecha. Esto no es algo nuevo, lo que pasa es que ahora se han hecho visibles y tendremos que combatirlo con sentido común como hasta ahora. A mí personalmente la respuesta de la mayoría de las personas de este país me conmovió. Esta es mi bandera y mi patria: la gente unida diciendo que no pasarán. La verdad es que es un orgullo vivir en un país que ha demostrado que sabe amar.
-¿A quién lee Roy Galán?
-Pues mucho feminismo, la verdad. Y a muchísimas mujeres, siempre. A Virginie Despentes, Clara Serra, Sabina Urraca, Marta Sanz, Siri Hustvedt, Nicole Krauss, Arundhati Roy, Miranda July, Carmen Martín Gaite, Virginia Woolf, Zadie Smith… y una lista interminable. Lo que siempre me planteo es que de en el hipotético caso de que yo no fuera Roy Galán si leería a Roy Galán. Tal vez no. Igual diría qué pesadilla tanto punto y aparte y tanta intensidad relamida. Y seguiría haciendo scroll para ver a gente insólitamente bella disfrutando del mar y la comida. Quién sabe.