VALÈNCIA. Sí, los rumores eran ciertos, el momento ha llegado: es hora de coger la regadera y lanzarse a recorrer el jardín teatral de Russafa Escènica en una edición, la octava, con importantes novedades que redefinen su propia naturaleza. La primera de ellas es la asunción plena de la etiqueta 'Festival de tardor', con la que este encuentro aspira a erigirse como una ineludible cita cultural del otoño valenciano. La segunda, la más trascendente en realidad, es su expansión fuera del céntrico barrio de la ciudad. Los actos del festival, se dividen así en dos grandes apartados: Russafa IN y Russafa OUT, dependiendo de su ubicación en el trazado urbano del cap i casal. Una ambición por seguir creciendo que queda reflejada también en el tercer gran cambio: el aumento en su duración. Así, el programa de 2018 se prolongará durante tres semanas, del 20 de septiembre al 7 de octubre, según explicaron este martes sus responsables en una rueda de prensa en la que participaron la directora de Gestión Cultural del Vicerrectorado de Cultura y Deporte de la UV, Ana Bonmatí; el director artístico de la iniciativa Jerónimo Cornelles; el sudirector de producción, Dídac Doménech y la coordinadora de espacios y actividades paralelas, Ana Sanahuja.
Además, en esta nueva entrega, el encuentro lanza como lema ‘Ruidos’ , consigna en torno a la que giran las distintas piezas seleccionadas. Se trata pues, de un jardín que reflexiona sobre el estruendo y el silencio, sobre los gritos y los susurros. “Esto empezó con cuatro colegas en una cafetería hablando de montar un festival y ahora aparecemos en el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea como una de las propuestas más relevantes de la Comunitat Valenciana”, recuerda Cornelles. “Cada año intentamos mejorar y dignificar un poco más el trabajo de quienes colaboran con nosotros. Según explica, su ambición es transformarse en “un festival de tardor, tal y como tienen otras ciudades como Madrid o Barcelona. Queríamos ocupar ese espacio, que no existe, y por ello hemos decidido expandir el festival en el espacio y en el tiempo: por una parte, saliendo del barrio y, además, alargando su duración una semana”. “Teniendo en cuenta a la fecha en la que empezamos, podríamos decir que, en el imaginario colectivo, el otoño entra con Russafa Escénica”, indica Sanahuja. Como lleva sucediendo desde hace tres años, la consigna de esta edición fue elegida hace meses por votación popular. “Nuestro festival es el festival de las personas, por eso lanzamos una lista de cinco posibles temas y es la ciudadanía la que decide el ganador”, apunta Cornelles. En este caso, señala que se trata de un asunto muy amplio y sugerente, con posibles derivaciones como “¿Hacer ruido nos acerca o nos aleja de lo importante?”. Así, admite, que la premisa de partida invita a la reivindicación y a la crítica: “toda acción es un acto político. Llevamos 8 años dando golpes encima de la mesa, a veces se nos ha escuchado más y otras menos”.
Mientras que la programación del IN se centra en estrenos absolutos de cuño valenciano (con especial atención a los nuevos talentos), el OUT trae a la capital del Túria las propuestas de seis compañías vinculadas a distintas coordenadas geográficas. La expansión a otros barrios pretende dar cabida a “la innovación y la experimentación de nuevos lenguajes escénicos”, apunta Sanahauja. Los espectáculos englobados en este apartado se celebrarán en “espacios emblemáticos” de la ciudad: el Muvim, Rambleta, la Mutant o el Centre del Carmen son algunos de ellos.
A pesar del cambio de paradigma que supone la invasión de nuevos distritos, el orgullo de barrio al que le cantaba Quique González seguirá presente en esta nueva cita: “Seguimos siendo un festival anclado a Russafa, nos encanta que se convierta en un gran teatro y poder observar a la gente recorriendo las calles con un mapa de mano, buscando dónde se celebra el próximo espectáculo”, sostiene Sanahuja. De hecho, en esta zona de la urbe se reforzará el lema ‘Ruidos’ mediante acciones performativas sobre el papel de los coches en la ciudad y los problemas que ocasiona el tráfico. “Nos gustaría imaginar la ciudad del futuro sin automóviles o con algunos que no produzcan ruido ni contaminación”, señala Sanahuja.
Esta entrega contará con 27 espectáculos que invadirán València con 231 funciones durante las tres semanas del festival. “Para nosotros tienen la misma importancia las compañías emergentes que las más consolidadas, todas son estrellas en nuestro programa”, acota Cornelles. En cuanto al público, los organizadores aspiran a atraer a entre 7.000 y 8.000 espectadores.
La edición de este año aumenta su presupuesto en un 40% y alcanza los 135.000euros. De esta cifra, cerca del 35% corresponden a entidades públicas, de entre el 20 y el 25% a espacios privados y el restante 40% a “recursos propios que generamos mediante venta de entradas y otras actividades”, explica Doménech.“Resulta complicado gestionar un proyecto de tanta envergadura. Surgimos de la precariedad y la autofinanciación, pero hemos logrado convertirnos en una propuesta potente que queremos profesionalizar al máximo” explica Doménech. En este sentido, el director de Producción reclama “mayor agilidad” por parte del a Administración a la hora de conceder las ayudas para acabar con los “graves problemas de liquidez” que padecen y evitar tener que recurrir al endeudamiento bancario: “A medida que el festival se va haciendo grande, nosotros necesitamos mayores fondos para hacer frente a los gastos que se generan”. Así, llama a "la reflexión" por parte de las instituciones.
Esta entrega del evento cuenta con una quincena de espacios que acogerán las distintas propuestas escénicas. “Se trata de galerías, casales falleros,floristerías, plataformas vecinales, cafeterías…Lugares que durante estas tres semanas mutan su actividad y crean unas dinámicas diferentes a las del comercio. Surgen diálogos que nos parecen muy enriquecedores para un barrio”, señala Ana Sanahuja
La faceta tradicional del festival, convertida ahora en Russafa IN, tendrá lugar del 20 al 30 de septiembre. Como es ya costumbre, en ella coexistirán Bosques, espectáculos de aproximadamente una hora en espacios con un aforo de 40 a 90 espectadores; Viveros, propuestas escénicas de entre 20 y 30 minutos pensadas para fomentar la investigación de los creadores y el work in progress; y un Invernadero, taller destinado a los alumnos de interpretación de las escuelas y academias oficiales de Arte Dramático de València que constituye un “proyecto pionero” en nuestro territorio. La producción propia del festival este año será EnSÒRDIDor, espectáculo de danza dirigido por Santi de la Fuente y Tatiana Clavel. Por su parte, en el Semillero Escénico se celebrarán diversas lecturas dramatizadas en colaboración con la Fundación SGAE. Azulejos así no se fabrican, Variaciones Wozzeck, El pacte y ¡Habla coño habla! son algunas de las obras que integran este bloque.
¿Qué encontrará el aventurero que decida adentrarse en los inexplorados territorios de Russafa OUT? Aparecen aquí conceptos como Parques, donde se concentran los estrenos de piezas basadas en los nuevos lenguajes dramáticos y la innovación sobre las tablas; Jardín Escénico, que aúna micropropuestas que se ejecutarán de forma simultánea durante una hora y media y en bucle; y Parterre, puesto en marcha en colaboración con la Fundación Bancaja, y en el que se engloban varios talleres inclusivos para personas con diversidad funcional. Entre las piezas que invadirán València, títulos como Bailar es cosa de libros, Crudo ingente, Dios tiene vagina o Projecte Cases.
“En siete años, hemos conseguido que el público, la gente corriente, nos conozca. Hemos visto cómo personas que suelen consumir artes escénicas vienen a nosotros, buscan estas piezas. En alguna ocasión, se han formado dos horas de cola para comprar entradas”, explica Cornelles. En ese sentido, Russafa IN no hace sino seguir la estela planteada por las anteriores ediciones del festival. Otro cantar es Russafa OUT, la gran novedad de este año y el gran foco de miedos para los organizadores del evento: “nos asusta un poco. No sabemos cómo va a funcionar, pero tenemos confianza plena en las compañías que traemos”, subraya el director. Al respecto de esta nueva área de trabajo, Domenech explica que se trata de “una línea artística que busca generar debate, traer ideas diferentes". En cualquier caso, se trata de caminar hacia rutas salvajes.
Respecto a las actividades paralelas, para la coordinadora constituyen “satélites que van rondando” a Russafa Escénica. “Son un clásico, están con nosotros desde la primera edición”. La misión de estas citas es, por un lado, “reforzar el lema de cada año del festival a través de disciplinas que no son artes escénicas” y, por otro, servir como lugar de encuentro a profesionales del sector que encuentran aquí eventos especializados. En este sentido, Sanahuja destaca que en esta edición se contará con diez programadores nacionales y autonómicos “que durante esos días recorren las calles de Russafa viendo estrenos absolutos”, piezas que más tarde pueden ser “reposicionadas” en los espacios que ellos dirigen. Además, se trata del segundo año en que este evento colabora con la SGAE: “hemos creado un premio de mil euros a la mejor pieza corta y Chema Cardeña impartirá un curso en las instalaciones de la entidad”, explica. "El otoño es una segunda primavera donde cada hoja es una flor", decía Camus. Quizás, la meta secreta de esta VIII entrega de Russafa Escènica sea, en realidad, demostrar a través del arte que el escritor francés tenía razón.