VALENCIA. Plantear un proyecto cultural para conmemorar el Centenario de una personalidad de la talla de la del pintor valenciano Ignacio Pinazo es un desafío lleno de dificultades. Las conmemoraciones culturales basadas en efemérides históricas no gozan de un respaldo unánime, para empezar. En el escenario presente Valencia compite -además- con proyectos de una gran envergadura científica, económica e institucional como el Año Greco 2014 que se celebró el pasado año en Toledo o el Cuarto Centenario de Esteban Murillo programado en Sevilla para 2017. Y por supuesto siempre es difícil la cuestión de cómo explicar nuevamente los grandes símbolos culturales una vez que ya han sido consumados por la historia.
Afortunadamente en ocasiones los especialistas llevaban ya años haciendo su trabajo y los cambios sociológicos y generacionales no siempre juegan en contra del valor de los clásicos. El ambicioso programa expositivo que prevé el Centenario Ignacio Pinazo (IVAM, San Pío V, Sala Municipal de Exposiciones, Atarazanas, La Nau, Facultad de Geografía e Historia, Ayuntamiento de Godella...) va a ser posible gracias al esfuerzo investigador acumulado durante un período de aproximadamente diez años que ha tenido en el profesor Perez Rojas y la Cátedra Pinazo su principal fuente de fermentación. Y cómo no, a la preservación familiar de la herencia del pintor dentro del magnífico cosmos cultural que es la Casa Museo Ignacio Pinazo de Godella, que bajo la advocación de Esperanza Pinazo ha sido capaz de integrar la colección, el archivo, el legado mueble e inmueble del pintor dentro de un irremplazable centro de interpretación del siglo XX cultural valenciano.
La gestión cultural ya no es lo que era. Ni como política pública, ni como mecenzago cultural. Como política pública se han acabado (en buena parte para bien) los presupuestos de gran magnitud. El gestor público está más obligado que nunca a compulsar con rigor las verdaderas necesidades de la sociedad antes de proceder. Se imponen los modelos basados en la participación, la objetividad y la transparencia.
El mecenazgo privado, entre tanto, se ha vuelto más escaso y por la misma razón mucho más selectivo y exigente. Necesita discurso, producto, singularidad, reputación. La sociedad civil pide paso con iniciativas cada vez más solventes y aspira a convertirse en un agente cultural de primer orden. La rigidez de los antiguos formatos se disuelve, mientras la periferia urbana amenaza con ganar en masa crítica a los grandes establecimientos culturales.
En medio de ese contexto le llega su momento al Centenario Ignacio Pinazo, que muy lejos de acomplejarse frente a tantos cambios diseña su modelo desde un sentido de complicidad y de plena empatía con el tablero de juego que dibuja toda esta nueva movida cultural.
Durante estas primeras semanas de prelanzamiento del Centenario nos hemos podido emocionar al percibir la fascinación que el mundo interior del museo Ignacio Pinazo de Godella es capaz de causar entre los prescriptores de la modernidad contemporánea. Y también hemos podido constatar la curiosidad y el afecto que Ignacio Pinazo despierta entre los más jóvenes y tecnológicos millennials.
La pintura de Pinazo estructura bien los diferentes niveles de ese relato que los valencianos necesitamos construir para (re) explicar lo que somos hacia adentro y hacia afuera. En este sentido hemos señalado que queremos emplear el Centenario como una invitación mucho más amplia a que pueda elaborarse, con las aportaciones de muchos más, un inventario de todas las referencias que nos identifican y nos ennoblecen como sociedad. Para integrarlas desde múltiples perspectivas en el esfuerzo de una poderosa marca-territorio, esa nueva narración simbólica valenciana cuya necesidad parece ampliamente compartida.
En efecto, Pinazo constituye una de las señas más intachables y genuinas de nuestra identidad cultural. Su tratamiento monumental de la escena histórica en pinturas como Los Últimos Momentos del Rey Jaime Primero (Museo Nacional del Prado) no es incompatible con el trazo sencillo de las escenas costumbristas en que Pinazo actúa como cronista del pueblo.
Su celebración visual de los paisajes vegetales, el apego de Pinazo a la huerta, a las fiestas y las costumbres de la Valencia popular, participa del mismo impulso actual que persigue el redescubrimiento de la autenticidad de nuestra tradición y el sentido original de nuestras complejas procedencias. Rehabilitamos junto a Pinazo nuestras convicciones respecto a la modernidad estética del ferrocarril o regresamos hacia las ensoñaciones inmemoriales del cuerpo humano con la mismas intenciones que el Ignacio Pinazo más terrenal.
Hemos planteado un modelo de Centenario en el que las exposiciones de gran formato, el rigor científico y la solemnidad museística se tutean con una programación pensada por y para la gente: interdisciplinar, asequible, didáctica, entretenida, ligera, a pie de calle. Son las dos caras de un mismo modelo cultural que nos interesa explotar y que también responden a la doble dimensión del Pinazo más complejo e intelectual y el más llano y popular.
Construir la conexión entre la modernidad del tiempo presente y la modernidad encarnada por las nociones visionarias del Ignacio Pinazo de hace un siglo, desencadena casi mecánicamente la energía compartida de todas las generaciones que han querido asumir la creatividad inherente a cada evolución histórica y cultural.
El Centenario perseguirá irradiar la figura de Pinazo hacia los campus universitarios, hacia distritos urbanos como Benimaclet, Ruzafa o Patraix, que están configurando una nueva geografia cultural de la ciudad. Tomará momentáneamente posesión (esto parecería obligado) del espacio público de la plaza Los Pinazo (actual metro Colón). Intentará tender puentes hacia festivales urbanos como Intramurs y Russafart. Hacia los anticuarios y las galerías de arte contemporáneo. Hacia los nuevos contenedores que están diseñando con acierto la programación para los públicos emergentes de la ciudad. Cómo no, buscará aproximaciones de fusión disciplinar con la música, el cine, la moda o el teatro. Y desde luego explorará sinergias con la potente oferta gastronómica de una ciudad que desborda talentos.
Las redes sociales tendrán un protagonismo esencial en el desarrollo del Centenario, pero no tanto por las exigencias de un guión al uso, sino porque la esencia de su actividad estará guiada por comunidades reales de personas que habrán podido compartir de diversas formas las experiencias y los intereses que el Centenario plantea.
La visión del arte y la pintura en el momento actual no puede ser la misma que la de un siglo atrás. Pero si decidimos optar por la crítica en lugar del prejuicio y asumimos con agrado que a cada momento de la historia (incluído el nuestro) le correponde su propio espírtu creador, surgirán los vínculos de complicidad que nos sitúen frente a la mentalidad moderna.
*Carlos González Triviño es abogado y coordinador del Centenario Ignacio Pinazo.