Este fin de semana se celebra en la Marina Real de Valencia la primera edición del Valencia Beach Festival, con Buzzcocks a la cabeza
VALENCIA. Valencia Beach Festival parece haber nacido en el momento adecuado, y quién sabe si en el lugar idóneo: la Comunitat es hoy el epicentro de un modelo de negocio, el del macrofestival, totalmente opuesto al que se celebrará este fin de semana en la Marina Real. El elemento diferencial del Valencia Beach permanece inoculado en todos los estratos del festival. Independientemente del registro y la condición de sus grupos, todos forman parte de esa línea editorial compartida: los más jóvenes, los más veteranos, los locales, los nacionales y los internacionales. Especialmente pronunciado es en la selección nacional, ya que todos son, a su manera, referente dentro de la tendencia que preconizan y la etiqueta que se les ha adjudicado desde el exterior; de Crudo Pimento a Chucho, el repaso del line-up del festival arroja una sólida conclusión al respecto de la recta filosofía del mismo.
El Valencia Beach nace con la vocación evidente de separarse de la corriente actual de festivales. Mientras pasa el tiempo y comprobamos la plasmación real de esta hipótesis, lo cierto es que hay razones para calentar el corazón. Incluso más allá del cartel, que desde según qué perspectivas puede ofrecer más o menos dudas (ninguna de ellas es la iteración de patrones comerciales que sí siguen a pies juntillas el resto de festivales). La propia confección del festival, desarrollado en tres días a un ritmo completamente diferente al que manejan ahora sus competidores, invita a la esperanza. La ubicación, estratégica también para reivindicar otro tipo de evento estival en el corazón del establishment festivalero, tampoco parece gratuita.
Lo que en este festival se desarrolla en sesiones muy poco agresivas (viernes y sábado, por ejemplo, todo hace indicar que el festival se desarrollará en apenas 6 o 7 horas), en el resto suele estirarse hasta el infinito, o hasta que salga el sol, lo que llegue antes. Valencia Beach plantea jornadas de entre 3 y 5 conciertos cuando lo habitual hoy en día sería juntarlos todos en una misma jornada y alargarlo con electrónica hasta prácticamente el amanecer. Sin embargo, esa filosofía diferencial con respecto a la imparable tendencia poliestimulante del producto festival hoy ha de tener la respuesta correcta en el público para poder demostrar que, en efecto, es algo necesario y con posibilidad de perpetuarse.
En el tranquilo devenir de las tres jornadas del Valencia Beach Festival se dan cita coexisten veteranos ilustres miembros de la guardia veterana y representantes de ese clásico publicitario alrededor de las generaciones jóvenes pero sobradamente preparadas. Red Buffalo es, con total probabilidad, el grupo más esperado del último lustro en Valencia; fundamentado en su evidente potencial, el devenir del grupo ha sido observado con la atención del que ve cómo transportan una pieza de cristal de Baccarat de una sala del museo a otra. El caso de Crudo Pimento es más la juventud discográfica la que destaca; a medio camino entre el blues y las referencias antillanas, y siempre desde una vertiente experimental, el dúo surgió en 2012 y ya es la nueva gran esperanza de la escena murciana.
Los referentes se sucederán en el Valencia Beach. De dentro hacia fuera, los siguientes deben ser Betunizer, una de las bandas más con más talento para esa clase de rock que se aleja de los parámetros más convencionales y que nace para reproducirse en directo; con total probabilidad, el trío formado por Junquera, Guerrero y Peiró posee los cerebros mejor dotados para el post-hardcore y el noise-rock de la escena nacional. Algo similar sucede con el status de Guadalupe Plata, líderes en solitario de la nunca suficientemente bien ponderada escena blues de España.
La veteranía suele ser un grado, sobre todo en la liga de los lugares comunes, pero en el Valencia Beach Festival alcanza grado y graduación. En este sentido, es destacable la visita de Nueva Vulcano, que hay que celebrar pero tampoco destaca por el factor sorpresa últimamente, pero sobre todo las de Chucho y Álex Cooper. Los primeros, con un activo Fernando Alfaro al frente, coronan su visita con los laureles del regreso después de doce años de silencio discográfico; el segundo sublimará el concepto de concierto nostálgico, ya que la propia inercia de su gira (’30 años viviendo en la era pop’) le invita a repasar los hitos de su carrera, tanto en Los Flechazos mod como en su posterior adaptación al indie pop en Cooper.
No hace demasiado, en su entrevista a Valencia Plaza, el propio Fernando Alfaro, al frente de Chucho, hablaba del perfil de los grupos de festivales españoles. “No creo que los grupos de festivales tengan que ser necesariamente muy consagrados y que hayan vendido mucho en el indie”, explicaba el cantante, “sino también los grupos que tengan potencial para hacerlo”. Alfaro rompía una lanza “en favor de gente que lleva más trayectoria”. Y así parece haberse tenido en cuenta desde la dirección del Valencia Beach, y no sólo por haber contado con Chucho.
La vis internacional del festival juega también con esta percepción y, al mismo tiempo, con la sorpresa entre asteriscos. Si bien es cierto que, obviamente, una banda de la entidad, pero sobre todo el recorrido, de Buzzcocks (andan celebrando ahora mismo su cuarenta aniversario como grupo) no visita por primera vez Valencia este viernes, tampoco es menos acertado reconocer la ascendencia de los británicos en un cartel cuyo peso maneja mayoritariamente la presencia nacional. Lo que ofrecerán en directo es una incógnita (su última visita a la Comunitat, en el FIB de 2012, se saldó de forma positiva sin florituras), pero desde ya encarnan una primera declaración de intenciones del festival de cara a un futuro próximo y parecer situarle lejos de los vicios actuales con una banda veterana y de punk-rock.
En este sentido, las otras tres referencias exteriores abundan en lo dicho. Cada uno desde su extremo, el que marcan James Taylor Quartet y Marc Jonson por un lado, y JC Brooks & The Uptown Sound por el otro. Mientras que lo de James Taylor se mueve en la senda de Buzzcocks (es decir, la de un grupo longevo que ya vio su mejor época pasar con lo que eso supone para el factor riesgo), lo de Marc Jonson sí resulta especial coyunturalmente hablando, ya que se verá acompañado sobre el escenario por músicos valencianos Marcos Junquera o Víctor Ramírez. Lo de JC Brooks & The Uptown Sound comparte las mismas coordenadas desde otro lugar: incluir en una primera edición a un grupo de la escena neo-soul norteamericana, emparentados directamente con bandas como St. Paul & The Broken Bones, es una declaración de intenciones. Otra más.