En el cuarto centenario de la muerte del Bardo de Avon proliferan las parodias inspiradas en sus tragedias
VALENCIA. Si William Shakespeare se exhuma reiteradamente en los escenarios por su condición de clásico, ahora, que el 3 de mayo se cumplen cuatro siglos de su muerte, las versiones de su obra se agolpan en la cartelera. En las tablas españolas, las hay que ensamblan, como el Falstaff que estos días se escenifica en el Teatre Akadèmia de Barcelona, donde Francesc Orella perfila al personaje del vividor a partir de varias escenas de obras del bardo inglés. Las hay que hibridan autores, como la comedia en inglés para adolescentes Royal Flush, que acaba de abordar en Teatros del Canal la igualdad de género y los trastornos alimenticios a partir de la fusión de La fierecilla domada con La ilustre fregona de Cervantes. Y las hay que actualizan, caso de la contemporánea y surtida de canciones que de Hamlet ha realizado Miguel del Arco, quien afirma que para afrontar el reto se ha agarrado a la frase de Nietzsche “¡Contradícete a ti mismo! Para vivir es necesario permanecer dividido”. No es el único dramaturgo que lleva la contraria, pero en el caso de las propuestas englobadas en este reportaje, no a lo propio, sino a lo ajeno. Hay directores y autores que han optado por contradecir al mismísimo Shakespeare al trocar sus tragedias en comedias.
“La parodia me parece un género imprescindible. De hecho, como autor pido que se me pierda el respeto, porque el respeto en ocasiones se convierte en un corsé. La imaginación y el discurso han de fluir, y el texto, convertirse en un pretexto”, defiende Jaime Pujol, que el próximo 30 de marzo estrena Mecbeth en el Teatro Rialto en calidad de director y coautor junto a Diego Braguinsky.
La compañía Ornitorrincs revisita Macbeth en clave de comedia y con entramado de canciones tras la buena acogida de su anterior montaje, Despertarás Ayer, finalista de los últimos Premios Max en la categoría de mejor espectáculo de teatro musical.
Pujol llevaba años dándole vueltas a esta gamberrada. Durante su etapa en la Fundación Shakespeare dirigió una versión propia, y seria, de la tragedia del rey de los escoceses, y asistió a Edward Wilson en un montaje del clásico.
“Macbeth es una obra muy peculiar que se mueve en un terreno en el que lo teatral da sentido a lo que ocurre. Si lo lees, hay brujas, presagios, asesinatos, ambición… Y si planteas la posibilidad de reconvertirlo en ironía trágica, aciertas”, expone el director.
Para ejemplificar su proceder en esta adaptación, se sirve del célebre arranque del monólogo del protagonista en la escena quinta del quinto acto: “Un día u otro había de morir”, que, en palabras de Pujol, “en función de cómo se declame puede convertirse en comedia pura”. En contraste, los autores han procedido a eliminar en Mecbeth la única escena del original que sí partía de un planteamiento cómico: la protagonizada por el portero borrachín que abre la puerta a los nobles Macduff y Lennox tras el asesinato del rey.
Durante los preparativos de Mecbeth, sus autores han fantaseado con la posibilidad de “volver a poner de moda las faldas para hombres”, y arrojado títulos de posibles continuaciones a esta primera parodia. El gay Lear y Ricardo el del tercero son un par de las ocurrencias destiladas de su imaginario febril.
La obra que Ornitorrincs subirá al Teatro Rialto tras el encadenado de festejos toma como referente el humor de los Monty Phyton. En concreto, Spamalot, la comedia musical que realizaba una parodia de la leyenda del Rey Arturo.
“Soy fan de lo que han hecho a lo largo de su trayectoria, ese humor inglés tan fino y acertado, que en el fondo es el mismo que tiene Shakespeare cuando hace comedia”, compara Pujol.
Su versión apócrifa de Macbeth respeta la trama pero con un sesgo ácido y grandes dosis de clown.
El argentino Hernán Gené también aplicó hace cinco años el filtro del teatro gestual a la tragedia del clásico inglés en Desmontando a Shakespeare. La pieza, que condensa y trama Romeo y Julieta, Hamlet y Otello, ha sido representada este pasado mes de febrero por la compañía madrileña Kubik Fabrik, que ahora la mantiene en su repertorio.
“Cuando se retoman los clásicos hay que enfocarlos desde diferentes puntos de vista, porque si no, nos repetiríamos hasta la saciedad. Siempre es sano abordarlos desde géneros distintos, jugar con ellos, repensarlos… En nuestro caso, desde el respeto por el hecho teatral en sí, hemos montado una comedia que acerca el mundo de Shakespeare y el mundo del teatro a la gente joven desde el lenguaje clown”, destaca el fundador de la sala Kubik Fabrik, Fernando Sánchez-Cabezudo, que junto a los también actores Miguel Uribe, José Troncoso, y Alberto Quirós, interpreta al sinfín de personajes de las obras trenzadas en este juego desmitificador de Shakespeare.
Los cuatro intérpretes compendian los tres dramas en 80 frenéticos minutos en un juego metateatral. La excusa para la urgencia en la representación es una inminente visita de Scotland Yard, porque una familiar de Shakespeare les ha negado los derechos de representación.
La compañía se sirve de la literalidad para tomarse licencias humorísticas con los textos originales, como acometer el monólogo de la escena segunda del acto primero de Hamlet báscula en ristre. De modo que el príncipe de Dinamarca entona su “Oh, que esta sólida, demasiado sólida carne, pudiera derretirse, deshacerse y disolverse en rocío” como una queja por su sobrepeso.
La compañía Martelache ha optado por arrancar su parodia Clásicas envidiosas en el acto tercero, escena primera de Hamlet. En lugar de tirarse al río, una Ofelia harta de su papel de dama vulnerable y desequilibrada, se repone de su idea de suicidio. Esa rebelión le da un vuelco a la trama, porque implica que el príncipe de Dinamarca ahora se tiene que casar. En esta versión sui generis, a la fiesta de compromiso están invitados Julieta y Lady Macbeth.
“Hamlet ya ha sido hombre, mujer, viejo, joven… así que lo interesante era aprovechar la universalidad de los personajes de Shakespeare y realizar un ejercicio de reinterpretación. Y no tenía sentido que fueran los protagonistas de comedias como Mucho ruido y pocas nueces o El sueño de una noche de verano, sino los trágicos”, apunta el autor de la pieza, Chema Rodríguez-Calderón.
La obra da el protagonismo a las féminas esbozadas por el dramaturgo británico, pero, sin embargo, y como en Desmontando a Shakespeare, todos los papeles son interpretados por cuatro actores, Pedro Bachura, Gerard Clúa, Julián Ortega y Juan Madrid, en este caso. La razón estriba en la tradición del teatro isabelino, etapa durante la que las mujeres no estaban autorizadas a actuar. La idiosincrasia del reinado de Isabel I de Inglaterra se contrasta durante la obra con la realidad que vivían sus coetáneas durante el Siglo de Oro español. En idéntico periodo histórico, Lope de Vega escribió personajes femeninos voluntariosos, rebeldes e intrépidos, que eran interpretados por comediantas.
En Clásicas envidiosas, el dramaturgo reúne a tres mujeres de tres culturas distintas: nórdica, mediterránea y escocesa, enfrentadas por los celos. Y es ahí donde surgen los enredos. “Me interesaba el contrapunto que se podía crear entre ellas. Por qué había reinos liderados por mujeres y en otros sólo podían ser soberanos los hombres. Por qué en unos países se fugan con el cochero, llevan escote y pueden bailar y en otros las recluyen en conventos…”, contrasta Rodríguez-Calderón.
Los personajes de la obra saben que son personajes literarios, que tienen éxito y que sus destinos están trazados. El director del montaje, Juanma Cifuentes, salpimentó esta condición metateatral con la ambientación de la obra en el contexto de una emisión radiofónica de los años cuarenta. De esta manera, la pieza se desarrolla en un doble plano temporal, el siglo XVI y el XXI.
Esta apuesta por la comedia a partir de las heroínas de Shakespeare está programada este verano en los festivales de Chinchilla y Almagro. La última edición del festival manchego acogió, precisamente, Algo de un tal Shakespeare, un divertimento made in México que se basa en improvisaciones sobre la literatura del escritor más importante en lengua inglesa. Adrián Vázquez y Sara Pinet emplean verduras, pintura, globos de agua y utensilios de cocina para repasar de manera lúdica pasajes de Ricardo III, Tito Andrónico y Romeo y Julieta.
La intención era “acercar a los niños y jóvenes al teatro isabelino en el entendimiento de que no tiene por qué ser aburrido y en lenguajes extraños, totalmente ajenos de la realidad actual”.
En este caso, de manera literal, y en el resto, figurada, las desdichas de Shakespeare se engullen a carcajadas.
El veterano actor cumple sobre las tablas del Teatre Principal de València medio siglo de profesión. En esta ocasión, en la primera cita de la gira de un montaje que ha adaptado del clásico Juan Cavestany y que dirige Andrés Lima. Las críticas hablan de "inmensa", "memorable" y "soberbia" producción