Dar vida a la creación propia es una de las máximas aspiraciones del ser humano desde que ideamos las leyendas demiúrgicas. Sabemos del Gólem, sabemos del barro, de las costillas, del fango insuflado de consciencia. En ese sentido, el narrador ha sido una de nuestras construcciones más logradas. ¿Hasta dónde llega la vida que otorga la voz de un contador de historias?
-¿Porqué Irlanda?
-AnaGarcía Herráez (autora de El sendero de la palabra, Apache Libros, 2019): Para mí es un amor de esos irracionales que siente uno por un sitio con el que no tiene conexión, en el que puedes pensar en todo caso si tienes antepasados,pero yo no los tengo. Yo enseñaba Literatura Inglesa en la facultad y tuve contacto con la literatura irlandesa, con su música, y cuando viajé por primera vez me enamoré de aquellos paisajes. Entré en ellos a través del folclore, a través de la música, y desde entonces me siento muy a gusto allí. Voy casi todos los años.
-¿Qué tiene el folclore irlandés que te empujó a escribir esta historia?
-Hay mucho de los druidas, hay mucho de paganismo... Lo principal que hay en esta novela es el folclore de las narrativas orales, las crónicas que los mismos druidas hacían y que luego hace un personaje que en principio surge de entre los druidas pero que luego se convierte en un narrador itinerante que va a lo largo de toda la isla intercambiando historias por comida, por alojamiento. Ese componente, el componente de la magia... Yates, el escritor, el nobel, también se dedicó a recopilar muchísimo de ese folclore, de esas historias de fantasmas, de leprechauns y de todo lo demás.
-Escribir una historia donde la figura del narrador tiene un protagonismo capital, ¿ha supuesto un reto para ti como narradora?
-Sí, claro, es como decir: tengo un narrador que es excelente en sus artes, pero a lo mejor el lector piensa, pues tú no lo eres en las tuyas. Gracias a la ficción puedo decir que él tiene ese arte especial que le permite dotar de de vida casi literalmente a sus personajes, ese arte para hacer que sus historias palpiten, y sobre todo para hacer que con su voz se mantenga con vida todo lo que ha habido antes, todas las tradiciones anteriores.
-Al fin y al cabo en El sendero de la palabra la fantasía es un vehículo para hablar de la memoria...
-Claro, de la memoria, de la pérdida, de otras muchas cosas. La fantasía es una excusa para hablar de lazos familiares, de las personas importantes que han pasado por tu vida, de la memoria colectiva del pueblo: es un recurso, simplemente por eso es una novela fantástica, contiene los elementos típicos del género, pero sí, creo que sobre todo es una excusa.
-Esta es tu primera novela.
-Es la primera que escribí. Mientras salía esta me ha dado tiempo a escribir otras dos.
-¿Por qué presentarla al Premio Tagus?
-La presenté porque siempre buscas la manera de que te lean: la novela había sido enviada a editoriales pero no salía nada, salían coediciones que nunca he querido si podía evitarlo. Vi una oportunidad porque era un premio para una primera novela, y aunque no me gustaba mucho el sistema de votación, como sabía que al final llegaba a un jurado literario, pensé, es una oportunidad, aquí no se pierde nada.
-Ahora que lo mencionas, ¿cómo ves el panorama para publicar una primera novela?
-Pues francamente difícil, yo he estado a punto de autopublicar, pero por suerte apareció Apache Libros. Autopublicar es una opción muy respetable pero tienes que valer para ello, tienes que tener tiempo, tienes que saber de marketing, que ahora es una parte más de la escritura: hoy en día es una parte que no te puedes quitar de encima, aunque tengas un editor y un agente, porque te tienes que dedicar tú a la promoción, y eso multiplicado por mil si te autopublicas. Creo que llegas a menos sitios, aunque eso depende de tus habilidades, pero está el panorama muy difícil, muy poca gente confía en un autor novel, te puedes pasar años. Yo creo que por eso me he pasado años, porque no había forma de encontrar un huequecito para entrar.
-¿Cuántos años en concreto?
-Esta la acabé en dos mil doce, así que desde entonces. Pero yo no he parado de escribir: El sendero de la palabra ha estado tres o cuatro años esperando a encontrar el hueco.
-¿Es difícil no caer en el desánimo en ese tiempo?
-Es muy difícil, tienes días muy malos, tienes días de yo no vuelvo a escribir, días de aquí no llama nadie, aquí nadie me hace caso, no voy a llegar a ningún lado, pero creo que si de verdad quieres escribir sigues haciéndolo, no lo puedes evitar, tienes tus días de lloros, y al día siguiente vuelves a ello.
-¿Es difícil no caer en malas manos cuando hablamos de autoedición?
-Si hubiese caído por esos derroteros habría optado por Amazon, donde al fin y al cabo lo controlas tú todo, nadie se lleva ningún beneficio de lo que tú haces. Siempre tienes el prejuicio de que si alguien se lo publica en Amazon es porque nadie se lo ha querido publicar, que tampoco es cierto, porque hay muchas novelas muy buenas que simplemente no encuentran el camino.
-Volviendo a Irlanda. ¿Por qué esa época en concreto?
-En el siglo doce, mil ciento sesenta y nueve, es cuando se produce la conquista anglonormanda de Irlanda, es un punto de referencia histórico, sirve de trasfondo porque es un punto de cambio, cambia todo, cambia lo que ha sido desde las crónicas, es un punto esencial para cambiar el destino de una tierra, una tierra que a mí me importa mucho.
-Si no fuese la actual, ¿qué época te habría gustado vivir?
-Esta, la de la novela, porque es una época de un poder de la mujer que todavía era muy importante, el mundo pagano, todavía no habían llegado los romanos... Era un mundo ideal en que el que todavía se creía en la magia.
-¿Sientes tu mundo como propio?
-¿Este en el que vivimos? Yo cada vez lo siento más extraño. Nos dirigimos hacia el individualismo porque es muy difícil identificarte con grupos amplios con los que coincidas plenamente.