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Cinema Jove 2019: aciertos y errores

La 34º edición no solo ha salvado los muebles, sino que los ha hecho relucir a base de sobresfuerzo y a pesar de la Administración

30/06/2019 - 

VALÈNCIA. Cinema Jove ha clausurado su edición de este año, y ya van 34. Decir que el festival no pasa por sus mejores en materia de organización y estabilidad es una redundancia porque la situación sigue siendo igual o peor que la de hace tres años. Su director, Carlos Madrid, tuvo un par meses para seleccionar películas de otros festivales y otros cuatro para dirigir y diseñar el resto del festival. Lo ha hecho armando un equipo que, en su mayoría, han trabajado con unas pocas semanas de antelación a base de un sobresfuerzo notable para hacer más que salvar los muebles. La razón de esta situación es la de la Administración, que sigue empeñada en ofrecer las condiciones más precarias para organizar el único festival de la Comunitat reconocido internacionalmente. "No creemos que el director del festival de cine tenga que estar 12 meses contratado", dijo textualmente Albert Girona en la presentación de parte de la programación de esta edición.

Esta premisa sirve como punto de partida para un análisis concienzudo de lo que ha pasado estos días, sin fijarse tanto en el contenedor como en el contenido artístico.

La sección oficial, un (buen) puñado de adolescentes disfuncionales

La reina del festival es su Sección Oficial. Este año la selección estaba conformada por diez películas, de la que seis son óperas primas. Este año de una manera más clara, ha habido un eje que unía a una parte importante de estas: las relaciones intrafamiliares en general y el duelo en particular. En la mitad de la película se suceden muertes de madres, padres o familiares, ya sena por causa natural, suicidio u homicidio. Es más, en dos de ellas la premisa dramática es que sus protagonistas tienen que dejar en el mar la mano de su familiar difunto. 

Los miembros de la familia

Esto no significa que los 10 largometrajes en su conjuntos sean excesivos o carezcan de interés, sino todo lo contrario. Que haya un hilo temático hace que los matices de cada película se miren con más atención. En Harajuku, el suicidio de una madre acaba provocando a la protagonista reencontrarse y reconciliarse con su padre, en una huida hacia adelante que acaba interesando mucho menos que la relación paternofilial. Tanto en Los miembros de la familia y en The Dive, el fallecimiento sirve para que los hermanos salden cuentas con ellos mismos, entre ellos o incluso con el mundo. Los dos films son cara y cruz con puntos de partida y conflictos muy alejados entre sí: si en la segunda se habla de las secuelas familiares de la guerra y la violencia en Israel (sin contextualizar ni entrar en el fondo del por qué o el cómo de ese conflicto), la primera se ocupa de cómo afrontan un mundo extraño dos hermanos disfuncionales. Las dos historias se tratan con cierta ironía, aunque el humor de la película argentina despunta con inteligencia y un ritmo más coherente que la israelí. 

Light as feathers, la ganadora de la Luna de València a Mejor Película, es el debut de su realizadora Rosanne Pel, que consigue explotar al máximo el potencial dramático en su film. En ella, cuenta la historia de Eryk, un chico de 15 años que vive con su madre y con su abuela en un pueblo de Polonia y el abuso físico y psicológico al que somete a su vecina Klaudia, de tan solo 13 años. De fondo, su relación maternofilial de codependencia con su madre, que deja asomar incluso el síndrome de Edipo. La cámara de Rosanne Pel puede llegar a ser algo torpe, pero lejos de obstaculizar el film, añade más crudeza a un retrato que no condena, sino que explora los orígenes de la violencia sexual de un adolescente en el país europeo con una ley de interrupción del embarazo más restrictiva. Por otra parte, House of Hummingbird -de Bora Kim- también ha conseguido destacar (con cuatro premios) a través de la extrema sensibilidad y delicadeza con la que está grabada esta historia de una adolescente de 14 años ignorada por su familia y con serios problemas sociales, que sin embargo no quiere renunciar a la amistad y al amor.

A first farewell

Sin duda, este ha sido el año de la vinculación asiática de Cinema Jove, y A First Farewell es otra buena prueba de ello. El film de Lina Wang bien se merecía también un galardón, tal vez por su cuidadísma fotografía, o por su bella banda sonora. Wang consigue sincronizar todo en favor de sus personajes: tres niños adorables y vulnerables, que crecen en la tierra hostil de una China que no conocemos y que es marginada por no ser culturalmente similares a las grandes capitales. 

Thunder Road ha puesto el contrapunto cómico americano, en una película que recoge lo mejor del cine indie estadounidense. El personaje creado e interpretado por Jim Cummings, que pasa del duelo de su madre a una gran crisis personal, es divertido y carismático. Domingo, de Clara Linhart y Fellipe Barbosa, que cuenta la historia de una familia brasileña pudiente el día de la investidura de Lula da Silva y recuerda automáticamente a La Ciénaga, de Lucrecia Martel

En el apartado de errores de esta sección oficial se sitúan dos films más que prescindibles. Por una parte, The Last to See Them, que parte de una premisa especialmente atractiva -las últimas 24 horas de una familia que va a ser asesinada en su casa de la Italia rural- pero que olvida deliberadamente para quitar todo tono dramático y lo hace en contra del film. La decisión artística de Sara Summa es entendible pero sin duda, resta a otras cosas buenas que tiene, como las transiciones entre escenas o el suspense, que se acaba abandonando que el espectador se da cuenta de que no va a pasar nada. Por otra parte, Parade de Nino Zhvania es la película menos joven. Sigue a tres hombres en su reencuentro, y aunque Zhvani intenta hacer un  gran film de conversación, como Before Sunrise (1995, Richard Linklater), pero no lo sabe resolver para suscitar ese interés. 

Suc de síndria

Los cortometrajes: la sección con más carácter del festival

Fuera de la Sección Oficial de largometrajes, Cinema Jove destaca por traer a València lo mejor de la cosecha nacional de cortos, y eso es algo a agradecer. La industria actual demuestra que, hoy más que nunca, un cineasta emergente debe demostrar su cine a través del formato breve, así que esta sección sirve para presentar algunos de los que serán los cineastas del futuro. El cortometraje es difícilmente accesible fuera del circuito de festivales, así que tener la oportunidad de ver los trabajos de Irene Moray, Elena López Riera, Carla Simón, Eduardo Casanova, Borja Soler, Javier Marco o Teo Guillem, entre otros, es un lujo que no debería dejarse pasar.

Por otra parte, la selección internacional no carece de menos interés, aunque con medio centenar de propuestas en la sección, se hace imposible cierta irregularidad en los films presentados. Y no sería justo olvidar la sección de webseries, que es pionera a nivel estatal y que demuestra la flexibilidad del festival y su interés por recoger las nuevas maneras y plataformas en el que los jóvenes realizadores hacen cine.

Blockbusters, ¿para qué?

Las secciones paralelas de este año, han servido para recoger y enganchar una parte importante de público, como siempre ha sucedido. Si a través de una película conocida, el espectador medio (que gran invento ese) se interesa por la sección oficial, eso ya es un logro. Pero, ¿hasta qué punto tiene sentido eso en la línea de actuación de Cinema Jove?

El gran Lebowski

Los jóvenes Coen este año han servido para hacer un repaso a una parte tan extensa de su filmografía que abarcaba también muchos de sus títulos más populares. Por otra parte, Los dioses del anime aducía al fetichismo de los fans del género por querer ver sus películas favoritas en una pantalla algo más grande (que no en una sala de cine, porque se pasaron en la Sala 7, que no es tal). Si bien tiene sentido recuperar películas que nunca se han visto en público, ¿en qué se diferencia de un posible ciclo dentro de la programación habitual de La Filmoteca?. Lo mismo se podría preguntar uno de los Coen: ¿qué sentido tiene ver El gran Lebowski en un festival de cine que mira al futuro y a los nuevos discursos cinematográficos?.

Una programación desbordante

A quién tenga interés por el cine, la semana del festival es un continuo mar de decepciones al ver que las propuestas que uno quiere ver coinciden o se han programado en horarios imposibles para quién trabaje. Ni siquiera un gran atracón en fin de semana te puede resolver la mayoría de propuestas en tu lista de deseos. En una semana, se suceden en el festival un encuentro de webseries, otro de trabajos salidos de centros educativos, tres secciones paralelas, la retrospectiva de los premios Luna de València y Un Futuro de Cine, homenajes, proyecciones especiales y las secciones oficiales, que conforman 10 largometrajes y más de 50 cortos. Lo dicho, inabarcable.

La solución puede pasar por hacer menos, por durar más, por doblar los pases... Hay mil soluciones y todas tienen sus peros, pero sin duda, sí hay cierta necesidad de poder hacer más asumible la programación.

Espectadores de La Mostra de València, haciendo cola en los cines Babel

Tema aparte son las sedes del festival, que no solo se adscriben al edificio Rialto y que ocupan centros culturales que, sin embargo, no son el mejor lugar donde ver cine, como puede ser el claustro del Centro del Carmen. La nueva Mostra de València y otros festivales han hecho una apuesta clara por los Cines Babel, aunque todos los de la ciudad son posibles: ¿por qué arrastrar a los asistentes a ver una película en un lugar al que no están acostumbrados en vez de redescubrirles sus cines de barrio?.

Los premios Un Futuro de Cine, una anacronía prescindible

València no puede dejar de ser kitsch. Con la antigua Mostra dada por superada, Ciudadanos proponía recuperar ese paseo de la fama en la Malvarrosa que mezclaba a Fernando Fernan Gómez con los peores cineastas de la época del destape. Los premios Un Futuro de Cine, este año otorgados a Pol Monen y Nuria Herrero, son la cuota kitsch del festival. Una anacronía fuera de lugar: premiar a actores de algún film y sobre todo de series de la televisión generalista en un festival que busca recoger nuevos discursos y cineastas es difícilmente comprensible. Más aún si los ganadores ni siquiera tienen una vinculación clara con la Comunitat. Más aún teniendo como referencia el premio Luna de València que se han podido otorgar a algunos de los autores cineastas más interesantes del cine europeo actual.

Un camino bien recorrido, al que le vendría bien un poco de asfalto

Con todo esto, y todo lo que se pueda haber escapado del análisis, la sensación del equipo y el público más asiduo ha sido el de una más que notable edición. El rumbo del equipo formado por Carlos Madrid se consolida y, a falta de datos oficiales, convence al público. Pero el éxito de esta edición no debe hacer olvidar todo lo que la Generalitat en general y el IVC en concreto le debe al festival.

Foto: EDUARDO MANZANA

El sobresfuerzo de los trabajadores y trabajadoras del festival han sabido salvar las piedras en el sendero que les pone la Administración. Cada año, se confirma que el camino tomado es uno bueno que poder seguir; y ahora es responsabilidad de los dirigente políticos de hacerlo más llevadero. La creación de una Fundación y la normalización logística del día a día del festival no es un capricho, es la manera en la que se ha demostrado mejor organizar una cita de esta características. Aún queda margen para seguir acertando y dejar de errar. ¡Larga (y mejor) vida a Cinema Jove!

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