VALÈNCIA. En marzo de 2020, empezó a circular una nueva fiebre que se esparció rapidísimamente por la población. Sí, aparte de la del coronavirus. Fue la de los libros. Muchas personas aprovecharon el confinamiento para volver a buscar una relación fluida con la pila de libros que llevaba cogiendo polvo en la mesita de noche. Las ventas de libros, desde entonces, no han hecho más que dispararse. También se edita mucho más, y a nivel industrial, el sector se está moviendo a pasos agigantados. Hay una cuestión también de marco mental: tras años escuchando la muerte del papel, las colas en las firmas de libros o los creadores de contenidos dedicados a hablar de ellos son uno de los símbolos de este nuevo paradigma.
València no fue ajeno a ello, y tal vez una de las grandes iniciativas fue Sentim les llibreries, un amigo invisible masivo ideado por María Bastarós y Mr Perfumme que rompió cualquier expectativa. Empezaría antes y justo después del confinamiento un goteo de apertura de librerías a lo largo y ancho de la ciudad. Proyectos que se han consolidado tanto como Bangarang o La Primera; y que se sumaban a una red de librerías alternativas que se había formado en años anteriores como Bartleby, La Batisfera o La Rossa.
Este año no ha sido menos. En este curso se han abierto, al menos, tres nuevas librerías: la primera, Todos Contentos y Yo También, ubicada frente al mercado de Mossen Sorell y relacionada precisamente con La Batisfera; la segunda, Praxis, un proyecto singular en el corazón de València dirigida por cuatro jóvenes; y Arribada, con un carácter marcadamente “antifascista, feminista y de resistencia” a pocos metros del Mercado Central. Las aperturas son un símbolo de una sector y una red que funciona, a pesar de tener que lamentar, eso sí, algún que otro cierre. Especialmente el del espacio físico de United Minds, la primera librería de España dedicada a un catálogo por y para la cultura afro.
Además, este curso varios proyectos de la ciudad de València han recibido diferentes premios dentro y fuera del ámbito autonómico. Hace poco menos de un año, la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) reconoció con el Premio Boixareu Ginesta al librero del año a la librería Ramón Llull, que en los últimos años se ha posicionado claramente como una referencia, ya no solo por su catálogo, sino también por tener una de las agendas cultural más abultadas e interesantes de toda la ciudad. En la Ramón Llull no solamente se vende libros, también se presentan algunos de las mejores novelas de la literatura española actual, además de acoger cineclubs, actividades de filosofía… y hasta reuniones del sector cultural con el mismísimo Ministro de Cultura, Miquel Iceta.
Por otra parte, la Generalitat Valenciana reconoció, en sus premios anuales dedicados al sector del libro a dos librerías de València: el premio a la trayectoria de una librería fue para El Cresol, en el barrio de Patraix, mientras que el premio a la librería más innovadora fue para La Repartidora, de Benimaclet. La primera es una de las librerías de barrio con más carácter y parroquia; la segunda, un proyecto de librería crítica que se ha enraizado en los movimientos sociales y ha formado un espacio común de encuentro entre estos en el barrio.
Más allá de los premios, la ciudad ha ido generando también sus propios eventos entorno al libro. Por supuesto, la joya de la corona es la Fira del Llibre, que se posiciona en una referencia estatal y que ya supera la barrera psicológica del millon de visitantes, además de suponer todo un espaldarazo a las librerías y editoriales de todos los barrios de la ciudad. En los últimos años, además, se ha conseguido desestacionalizar las ventas, según afirman varios libreros a este diario.
Fira del Llibre aparte, la Plaça del Llibre (feria del libro en valenciano) se ha consolidado como otro evento de gran relevancia para el sector, mientras se consolidan eventos más de nicho como Recreo (feria del libro de arte) o Tenderete (uno de los eventos más importantes del fanzine en España).
A las librerías le acompaña un ecosistema de editoriales pequeñas que se están haciendo también un hueco en los ámbitos de la literatura en catalán y en castellano. En el primero de ellos, en la Comunitat Valenciana tienen sede algunas de las editoriales independientes de más éxito. En los últimos años han surgido proyectos nuevos como Llibres de la Drassana (y los Premis Lletraferit) Sembra Llibres o Caliu Espai Editorial. En el ámbito de la lengua castellana, otros tres ejemplos de proyectos importantes: Barlin Libros, que con su proyecto dedicado al diseño gráfico en La Ruta ha apuntalado un catálogo exquisito; Bamba, con el que unas jóvenes quieren resucitar textos de autoras tan importantes como Elena Quiroga; o La Caja Books, que se ha convertido en una de las editoriales de ensayo de referencia a nivel estatal.
Las cifras no mienten: en España en la década 2012—2022 ha crecido 12,5% el número de compradores de libros. El mercado editorial estatal creció entre 2020 y 2021 un 23,5%, y en 2022 se estabilizó creciendo otro 1,1%. Sin embargo, las estadísticas del Ministerio de Cultura sobre los índices de lectura no se sitúan en esos términos. Si bien también crece, la media estatal de lectores de libros en tiempo libre se sitúa en un 64,8%, 5,7 puntos más que una década (menos de la mitad de lo que crecen el número de compradores). La Comunitat Valenciana se sitúa un 0,1% por debajo de la media estatal, pero crece más (un 7,9%, con el dato de 2012 de referencia). La fiebre del libro es innegable, pero la pila de libros en la mesita de noche no baja.