La noche no tiene paredes, habla de incertidumbre y tiene dientes. La noche aguarda oscura, viene con hambre atrasada. Sin embargo, la noche que llega tras la noche es mucho más larga. Tras ella viene el tiempo que nos queda, la copa vacía, el invierno del viñador y la estación de nieblas.
Más de una semana después de la noche más larga empezamos a conocer las consecuencias materiales de aquellos que lo han perdido todo menos la esperanza. Y, la verdad, cuesta digerir algunas de ellas: recuerdos, sueños, sustentos… El mundo del vino no es ajeno al desastre y lamentablemente también ha sufrido los efectos devastadores de la DANA. Esta naturaleza enfurecida ha afectado a las dos D.O. de nuestra provincia (la de Valencia y la de Utiel-Requena) causando daños especialmente graves en las subzonas de Valentino, Moscatel y una parte del Alto Turia por un lado y particularmente en el municipio de Utiel por el otro.
Una de las historias más complejas corresponde a la vivida en la bodega Cherubino Valsangiacomo, tras una llamada en la que Arnoldo Valsangiacomo, gerente de la misma, nos demuestra una entereza formidable relatando lo sucedido allí: “A mediodía y tras una primera tromba de agua fuerte, decidimos enviar a casa a los trabajadores. Por la tarde, seis de nosotros seguíamos allí y nos sorprendió y pudimos ya con el agua hasta las rodillas subir a un primer piso de la oficina y mantenernos a salvo. Lo peor ha sido la imposibilidad de ayudar a muchas personas que veíamos y oíamos sufrir desde aquí. Afortunadamente fueron rescatados por los servicios de emergencia”. Los daños materiales son grandes ya que se ha anegado parte de la producción. Sin embargo, Arnoldo se muestra tremendamente agradecido. “La cantidad de amigos, trabajadores y proveedores que han venido a ayudarnos a limpiar, a reponernos, a echarnos una mano ha sido enorme”, afirma.
Otra de las bodegas fuertemente afectadas ubicada a escasos metros de la anterior ha sido la de Vicente Gandía, como nos cuenta Carlos García Bartual, responsable de marketing de la firma. “Nuestras fincas, al estar en Hoya de Cadenas, no han sufrido la virulencia de otros compañeros y a pesar de que la bodega ha sufrido daños, no podemos hablar de nada estructural. Nos sentimos afortunados, especialmente en lo personal, porque ningún miembro de la plantilla ha sufrido daños y eso es lo más importante de todo. Algunas máquinas de embotellado y las cajas del primer estante se llenaron de agua y lodo, con lo que hemos tenido problemas para etiquetar y embotellar. Especialmente sensible es el estado de las comunicaciones que dificultan en estos momentos la distribución”, sostiene García.
La historia de Toni Zahonero, gerente de Finca San Blas, es la de un hombre repleto de generosidad y humildad. Lo primero que hace es minimizar cualquier daño y sensibilizarse (al igual que el resto de compañeros del sector consultados) con aquellas personas que han sufrido daños personales, con las verdaderas víctimas de la catástrofe. “Lo nuestro es una nimiedad. Nada a lo que no estemos acostumbrados en el campo”, afirma. Pero cuando empieza el relato descubres la verdadera naturaleza de los daños: “El río Magro cruza nuestras fincas. Son cinco kilómetros en los que el río ha creado un nuevo cauce muchísimo más amplio. Hemos perdido una de las parcelas en las que el río ha arrancado todas las vides y solo quedan piedras, mientras que otras parcelas también se han visto fuertemente afectadas. También las comunicaciones. No ha quedado ni un solo puente desde aquí hasta el embalse de Forata. Lo que antes se recorría en 10 minutos ahora se hace en 50 minutos”. A pesar de lo que esto supone para una pequeña bodega, Toni se muestra positivo. “El paisaje que ha creado la DANA en nuestra parcela también es bello. Es la naturaleza salvaje abriéndose camino”, me cuenta sin un ápice de resentimiento mientras vislumbra un horizonte optimista lleno de agradecimiento a toda la sociedad que durante estos días ha arrimado el hombro de forma altruista y solidaria.
“Lo nuestro es una nimiedad. Nada a lo que no estemos acostumbrados en el campo”
Estas son sólo tres historias, pero existen muchas más. Historias que nos demuestran que ante todas las adversidades posibles somos un pueblo que se levanta. Ahora toca construir y reforzar nuestro lado más solidario. Devolver esa generosidad. Apoyar a todos aquellos que han perdido sus sueños e ilusiones y también a los que lo han dejado todo para ayudarles. Quizás esta DANA nos enseñe que tras la noche más larga no nos abandonaremos nunca al alba.