VALÈNCIA. Desde Semana santa y hasta casi octubre, la Comunitat Valenciana llena su agenda de festivales de música. En València los macroconciertos llevan encadenando fines de semana en la Ciutat de Les Arts i Les Ciències, mientras las provincias de Castellón y Alicante se preparan para coger el testigo con sus principales bazas para julio y agosto.
Este año parece haber pocas novedades en el terreno de los festivales, y poco se ha hablado en los últimos meses de aquella utopía dibujada por la administración y las promotoras de los ‘festivales inteligentes’ y de las mejoras tecnológicas y en la propuesta de la experiencia del público. Aunque parece una temporada continuista, Culturplaza quiere destacar cuatro cosas que sí cambian en este 2024 y una que sigue igual.
La Inspección de Trabajo determinó que el Pirata Beach Festival de Gandia encubrió relaciones laborales como voluntariado en su edición 2023. Tras una denuncia de CNT València, se descubrió que 12 personas realizaban labores de recepción y ubicación en la zona de acampada, tareas que no corresponden a voluntarios según la ley. Como resultado, la empresa organizadora, Black Lotus, S.L., tuvo que dar de alta y pagar las cuotas a la Seguridad Social de estas personas. Aunque la resolución no obliga al pago de un sueldo, ya que se puede justificar como retribución en especie (acceso al festival y consumiciones), sienta un precedente importante para evitar esta práctica en futuros eventos.
CNT València denunció que el programa de voluntariado se utilizaba para reducir costes laborales, lo cual es ilegal. La ley solo permite reembolsar gastos relacionados con la actividad voluntaria, no ofrecer una retribución encubierta. Esta resolución pone en riesgo una práctica que ha sido muy habitual durante años en muchos festivales, que ofrecen esos abonos gratis a cambio de horas de trabajo.
València sigue teniendo una crisis de espacios para desarrollar conciertos de gran tamaño y festivales. La crisis institucional de La Marina ha desactivado prácticamente el espacio Marina Sur (sí ha tenido lugar el concierto de Robe y próximamente también actuará Ricky Martin), en el que anteriormente se habían podido conciertos como el de Rosalía o los de Operación Triunfo. Este año
El Auditorio Marina Norte parece erigirse como una mini-alternativa para algunos festivales de tamaño mediano. Este verano será el cobijo del concierto de The Smile, tras agotar las entradas en el anterior recinto, Jardines de Viveros; Nits Voramar, un ciclo con The Pretenders, Rozalén y Seguridad Social a la cabeza; o el hace unos días anunciado festival de Los Xavales.
Marina Norte y la Ciutat de Les Arts i Les Ciències son cara y cruz. El recinto que ha sido cobjijo, en los últimos años, de los grandes festivales urbanos lleva dos años queriendo recortar la intención de las promotoras de que sea un festivalódromo y ya ha habido movimientos en este sentido.
El Festival de les Arts de Valencia acortó la duración de sus actuaciones y adelantó su cierre a las 2 de la madrugada para cumplir con la Ordenanza municipal de protección contra la contaminación acústica, vigente desde mayo de 2023. Aunque la edición anterior se realizó con la misma ordenanza, el evento se había solicitado antes de su entrada en vigor, lo que permitió mantener el horario hasta las 3 de la madrugada.
Por otro lado, la intensidad con la que se han ido encadenando eventos en el espacio (I Love Reggaeton, Festival de Les Arts o Big Sound, además de los conciertos de Marc Anthony y Estopa) se debe a que el recinto ya avisó que iba a empezar a restringir los eventos durante julio y agosto, que son los meses en los que más visitantes se recibe. Esto se debe a que el recinto ‘bloqueaba’ parte de la Ciutat.
Este año hay otra novedad que lo cambia todo: los nuevos gobiernos. Lejos de creer que la agenda musical es algo meramente técnico, la política cultural de los gobernantes también se deja ver en las programaciones. Algunas muy llamativas, como Conciertos de Viveros, pero en realidad, es algo muy transversal a lo largo y ancho de los Ayuntamientos.
También desde el IVC se han establecido nuevas alianzas: se ha descartado Polirítmia o Sonora, y se han eliminado las políticas activas de fomento a la música en valenciano. Por ende, si una administración no insta a protegerlo, las promotoras empiezan a poner el foco en otro lugar. Tanto en las programaciones públicas como en las privadas, ha habido un cambio importante en el tono de las propuestas musicales. Algunas fuentes de la industria musical lo admiten explícitamente: “si no quieres generar un conflicto con la nueva administración pública, sin cambiar radicalmente, sí que matizas tu propuesta de programación”.
Y aunque parece que lo anterior entra en contradicción con lo que no cambia, es que las “cuotas” de esa música en valenciano o de grupos más comprometidos eran aún así un pequeño rinconcito en la mayoría de festivales que servían para dar algo más de diversidad. En realidad, las programaciones de los festivales no han cambiado tanto. De hecho, no han cambiado prácticamente nada.
¿Le suena familiar el nombre de La La Love You, Arde Bogotá o Cúpido? Son tres ejemplos de grupos que van a actuar más de tres veces en diferentes festivales de la Comunitat, que se ha especializado en un tipo de formato: programaciones del indie más popular, con los grupos de siempre y alguna revelación rompepistas, que se mezcla con artistas puramente pop y se aleja, por otra parte, de captar nuevos nombres del panorama internacional.
El riesgo de los macrofestivales cada año va un poquito más a menos, con las excepciones de los festivales más temáticos, como puede ser Rototom o, en un pequeño formato, Truenorayo. ¿Por qué? Porque la Comunitat se ha especializado en las propuestas de entradas baratas que necesitan llenar de manera masiva para poder conseguir ser rentable. Los grupos estatales que movilizan a un gran público son la clave para hacer esto posible.