La apuesta de Fartons Polo por un producto sin conservantes fue difícil de encajar en un ecosistema de bollería industrial sin escrúpulos. Llegó a ser superventas, pero era 'demasiado natural' y apenas podía competir con las caducidades de la competencia
Horchata y fartons. El binomio estival por antonomasia de la gastronomía valenciana parece indivisible. Es como si la leche de chufas y el bollo que la moja hubieran brotado del mismo fondo de un vaso alargado, que lo es, por la forma en que juntos han evolucionado. Sin embargo, nuestras abuelas no mojaban fartons con la horchata. No quan eren fadrines, aunque con el pelo ya blanco como la horchata, con nosotros al cargo y durante meriendas políticamente incorrectas, no perdonaran el irresistible sucar del protagonista de esta historia en la bebida fresquita. Que ni la diabetes privaba a muchas del pecado de la hiperglucemia, vaya.
Hay escritos que hablan de la "leche de chufas" valenciana ya en el siglo XIV. Está la leyenda del "això és or, xata" puesta en boca del superhéroe de nuestra Marvel cuatribarrada: Jaume I. Por el contrario, no fue hasta bien sufrido el siglo XX cuando dos hermanos, obrador familiar mediante, dieron con un bollo que acompañara a la horchata. El acierto fue un para siempre. Esos dos hermanos eran Dionisio y José Polo, oriundos de Titaguas y que encontraron junto a su familia el paraíso en la huerta de Alboraia.
Ese viaje al paraíso no estuvo exento de esfuerzo, como ya contó a Valencia Plaza el propio José a través de esta entrevista. Productores de chufa con denominación de origen València, los Polo dieron con ese bollo de harina en los 60 del aperturismo desarrollista. Y del horno tradicional a las terrazas de Alboraia. Y de allí, en muy poco tiempo, a las modas de València. El protagonista de la siguiente historia es un hito cronológico más a partir de este éxito original. Hablamos de un fartó relleno de cacao, en concreto, pero antes de morder su triste historia, dejemos una cosa clara:
Fartó: 2. m. GASTR. Barreta d'una pasta semblant a la de l'ensaïmada, feta de farina, aigua o llet, rent, ous, oli i sucre, que es menja especialment mullada en orxata.
Si acuden al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española encontrarán los patriotísimos términos brunch, halal o muesli. Por el contrario, aunque en Madrid o Barcelona se vendan toneladas de fartons (y rosquilletas), la gastronomía valenciana no suscita tanta atención entre académicas y académicos. De ahí que sea nuestro estimado Diccionari Normatiu de l'Acadèmia Valenciana de la Llengua el que nos ayude a recordar que, desde su origen sesentero y hasta nuestros días, el fartó es algo así como una ensaimada alargada, a base de harina, agua o leche, levadura, huevos, aceite y azúcar y que se come especialmente mojada en horchata.
El 80% de la facturación de esta empresa familiar bien avenida se deriva de este bollo. Aunque el Grupo Polo venda chufas valencianas, horchata, bebidas derivadas de ésta (licor-crema, cervezas...), si un producto ha evolucionado durante estos años en esa casa, es el fartó. Y lo más curioso es que, pese a la voluntad e inversión en innovación, la principal ventaja y barrera del fartó ha sido mantener la receta tradicional del producto. Es decir, sin conservantes. Es decir, fresco y de caducidad corta para lineales de supermercados. Es decir, destinado al fracaso competitivo de un sector fijado en las rentabilidades económicas.
¿Cuántos productos alimentarios valencianos tienen una entrada en la Viquipèdia? Lo que sabemos es que pocos, muy pocos, son capaces de que uno de sus spots se haya convertido irónicamente en "la piedra Rosetta del audiovisual valenciano", que hace años se lanzara un Change.org para la recuperación del mismo o que el mismísimo Eugeni Alemany tire de mayúsculas para recordar que "nunca olvidaremos" esta merendola. Y, entonces, ¿por qué la publicación de ese anuncio televisivo ha generado una cascada de nostalgia calórica a partir de los Muakis? ¿Tanto se echan de menos?
El estudio de mercado está por hacer, pero la cantidad de comentarios a partir de esta retro-revelación nos ha llevado hasta Alboraia (telefónicamente, hablando). Desde el Grupo Polo, el anuncio en sí no es aquello de lo cual más les apetezca hablar, pero tampoco se extienden mucho más para referirse a un producto que dejó una espina clavada. Llegó a ser la tercera merienda de cacao más vendida de España, pero tenía un pecado original frente a su competencia: sin conservantes.
Los Polo recuerdan que en el lineal los Muakis competían contra una bollería industrial que aguanta dando tumbos por el mundo entre dos y tres meses. El Muaki, que por muy 'moderno' que fuera no iba a cambiar el principio tradicional de la familia, podía aguantar 20 o 25 días. La rotación agresiva de supermercados, quioscos y demás ultramarinos hacía que la merma fuera millonaria. Se vendían muchos, muchísimos, pero no los suficientes para sostener el nuevo sistema (un sistema que alteró la producción incorporando nueva maquinaria –ahora en desuso– en la planta de los Fartons Polo).
En la empresa aseguran que era evidente que gustaba, aunque las cifras de venta iniciales estuvieron adulteradas por una promoción millonaria, mucho más allá del spot con David Albelda: reparto en supermercados, enfocados a niños y jóvenes, regalos añadidos... Sin embargo, la merma de la que nos hablan (producto no vendido) y la imposibilidad de competir con alternativas similares que se juegan su rentabilidad a la más larga de las caducidades, les dejaron progresivamente en fuera de juego.
En ningún momento, recuerdan desde Alboraia a este digital, se planteron subirse al carro de las adulteraciones. Tampoco duraron del producto. Pero, una vez en el mercado y viendo la indiferencia a su valor "sin conservantes, con ingredientes naturales", les preocupó enseguida no estar ofreciendo una merienda adecuada. El chocolate iba cayendo en desgracia a esos niveles y una retirada a tiempo, aunque muy costosa para la empresa (económicamente, un fiasco importante), trató de ser la salida.
Lo cierto es que en los últimos años las investigaciones del Grupo Polo se han centrado en lineas diametralmente opuestas a los Muakis. Nombre, por cierto, que surgió del mensaje de texto de una amiga a uno de los ahora responsables de la empresa. Muaki, sin más, como un beso afectuoso entre amigos. Ay, aquellos SMS entre un siglo y otro, entre muaki y muaki. Pero ahora, con otros namings para unos consumidores muy distintos, las evoluciones se fijan en la creación de fartons veganos y con una presencia de azúcares cada vez menor.
Pese a que uno de los grandes éxitos de los últimos años es el fartó contrario, el hojaldrado (el único con grasas animales de la serie), lo cierto es que casi todo el foco de la empresa en estos productos está centrado en lo saludable. Y, como una paradoja, desde la sede del Grupo Polo en Alboraia nos sugieren que por ahí podría llegar en un futuro el regreso de los Muakis. No tan ajenos a la nostalgia positiva con el producto, fuentes de la empresa no descartan dar con una fórmula para volver al relleno de cacao. Eso sí, con una composición distinta a la original y que tantos recuerdan. Las investigaciones van acercando en la linea de tiempo la posibilidad de un regreso. Quién sabe si finalmente llegará y, sobre todo, cuándo.