VALENCIA. En mayo de 2011, la prisión de Nanclares de la Oca fue escenario de un hito en la dolorosa senda hacia la paz en el País Vasco. Aquella primavera arrancaba un programa piloto de encuentros entre etarras arrepentidos y familiares de sus víctimas. Las citas transcurrieron en secreto y no reportaban ninguna contraprestación penitenciaria a los convictos.
Fueron 15 vis a vis. Más de una docena de entrevistas donde viudas e hijos de los asesinados pudieron mirar a los ojos de sus verdugos e increparles sobre sus motivos. Casi una treintena de vidas rotas experimentaron una catarsis y en el caso de los victimarios, cierta redención. La llegada del PP al poder interrumpió aquella iniciativa. Pero quedó recogida en un libro, Los ojos del otro. Encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA (Esther Pascual Rodríguez, Editorial Sal Terrae, 2014), y ahora en una obra de teatro, La mirada del otro, que el próximo 7 de noviembre se estrena en La Rambleta.
Al término del montaje, el público está invitado a asistir a un debate sobre el escenario en el que participarán Pepa Bueno -directora de 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser-, Txema Urkijo -asesor en mediación y cultura de paz y ex coordinador de la política de víctimas del Gobierno Vasco-, Borja Ventura -periodista y autor del libro sobre el final de la banda terrorista, Guztiak- y Maixabel Lasa -viuda del ex gobernador civil de Guipúzcoa Juan María Jáuregui, asesinado por ETA en 2000-.
El primero de los cara a cara en la cárcel alavesa fue protagonizado, precisamente, por Lasa y Luis Carrasco Asenguinolaza, jefe del comando Buruntza, que entre otros asesinatos, había cometido el del político socialista.
En aquel entonces, la viuda era directora de la Oficina de Atención a Víctimas del Gobierno vasco, organismo que junto a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias hizo posible la mediación entre ambas partes.
La dramaturgia de la función se ha nutrido de un proceso de campo en el que María San Miguel, creadora de la obra y actriz, se entrevistó con gran parte de los protagonistas de aquellos encuentros. El texto final es un collage donde se han encajado frases reales expresadas por víctimas y arrepentidos.
La dramaturga acudió a las entrevistas flanqueada por los otros dos actores de la obra documental, Ruth Cabeza y Pablo Rodríguez, y por la responsable del contenido audiovisual, Alba Muñoz. “Íbamos con mucha emoción y con el peso de la responsabilidad de un trabajo de investigación que tenía que ser un reflejo lo más cercano a la realidad. Este proyecto nos ha cambiado la forma de pensar, tanto por la valentía y generosidad de las víctimas como por el viaje moral de los disidentes”, admite San Miguel.
El equipo no pudo acceder al mismo número de unas que de otros, porque hay victimarios que todavía permanecen en la cárcel y la política penitenciaria actual de permisos y vis a vis lo puso difícil. El acceso se limitó a los que se encuentran en libertad. “Nuestra Constitución señala que la prisión está dirigida a la reinserción y no es completamente así. No se destinan suficientes herramientas para generar esa integración en la sociedad en cualquier tipo de preso. No hay una verdadera apuesta”, critica la actriz y dramaturga.
La mirada del otro no identifica atentados ni damnificados concretas, sino que teje un relato con identidad propia en el que están representadas toda la gradación de color en la asunción de esta tragedia. “Nos pareció interesante la historia de alguien que necesita encontrarse con quien mató a su padre y de un disidente que busca redimirse a través de la palabra, pero yo no sé si sería capaz de enfrentarme al autor de la muerte de un ser querido –confiesa el director del montaje, Chani Martín-. Hay mucha gente en su derecho a no exponerse a este tipo de encuentros. Hay víctimas a las que les parece antinatura y también están representadas en la pieza”.
Tanto Chani como María califican de error la decisión política de interrumpir este programa piloto. “Fue un proceso positivo. Todas las víctimas salían de los encuentros con una paz interior que no habían tenido antes, pero en este país, el problema terrorista siempre ha hado muchos votos”, argumenta la dramaturga. El director la secunda: “Se pararon sin más, cuando nadie tiene derecho a imponer cómo solucionar algo tan grave y tan íntimo”.
La mirada del otro es la segunda parte de una trilogía sobre Euskadi, la memoria colectiva y la convivencia con el otro. “En el decálogo de la compañía, la primera función que nos hemos marcado es que el teatro refleje lo que ha pasado para que no se repita –advierte Martín-. Está muy bien que hagan Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014) y que nos riamos, pero también hay que hacer memoria. El teatro tiene una función aparte de entretener y es generar catarsis y reflexión”.
La primera entrega fue Proyecto 43.2, título que da nombre a la compañía. La cifra son las coordenadas del árbol de Guernica, “un símbolo de libertad del pueblo vasco que, paradójicamente, también es universal, y representa los lugares donde la gente no se entiende o donde se produce un hecho violento”, trenza con lirismo la dramaturga.
Esta primera pieza ahondaba en la sociedad vasca, en lo familiar, en cómo la violencia ha destruido los vínculos y de qué manera se están reconstruyendo.
La tercera, cuyo estreno está previsto en otoño de 2016 se plantea como un monologo interior sobre la construcción de la identidad. “Queremos hablar del arraigo, de la sensación de pertenencia, que es el principio de todo esto. Queremos explorar cómo llegan las personas a sentir que tienen que defender su sitio como si fuera un fortín”, avanza Martín.
El director tiene dos frentes abiertos en la cartelera teatral esta temporada. El otro es como actor. En concreto, como sosias de Alfredo Pérez Rubalcaba en Las guerras correctas, del valenciano Gabi Ochoa. El montaje también invita a la reflexión sobre un episodio de la historia reciente vinculado a ETA, el del terrorismo de estado practicado por el GAL. La pieza recrea los preparativos para la tensa entrevista en TVE entre Felipe González e Iñaki Gabilondo, la entrevista en sí, realizada en enero de 1995, y el reencuentro de ambos protagonistas años después.
Sería falso afirmar que ha sido el fin de ETA el que ha despertado el interés de las artes escénicas por un conflicto que ha abarcado cuatro décadas. En 2003, el ilicitano Alberto Miralles escribió una obra de teatro pionera sobre la violencia terrorista, Los amantes del demonio, que fue representada en la sala Manuel de Falla de la SGAE.
Otras experiencias teatrales en torno al tema han sido la comedia Burundanga (el final de una banda), de Jordi Galcerán, que estos días acoge México con su propia versión, centrada en la droga que da título a la obra y obviando la tragedia vasca, y el año pasado fue doblemente premiada por la Asociación de Directores de Escena de España (ADE) Los justos, una adaptación del texto de Albert Camus a finales de los años setenta en España, cuando una célula de la banda terrorista se dispone a atentar contra un alto cargo del Gobierno.
Tarde pero por fin ha llegado a España la catarsis teatral del conflicto vasco. “Cuando uno ha sentido mucho dolor la reacción lógica es no seguir recordándolo, no hablar de ello, pero no hay que dejar pasar tiempo porque se empiezan a perder las pruebas de lo que ha sucedido –advierte Chani Martín-. Se puede empezar a hablar de la historia con la costrita sobre la herida, aunque no esté curada del todo”.
El veterano actor cumple sobre las tablas del Teatre Principal de València medio siglo de profesión. En esta ocasión, en la primera cita de la gira de un montaje que ha adaptado del clásico Juan Cavestany y que dirige Andrés Lima. Las críticas hablan de "inmensa", "memorable" y "soberbia" producción