No es tanto la película como el bocadillo, la risilla de las señoras durante las escenas de sexo y ese olor a huerta. Van 40 años de la Terraza Lumiere de Alboraia
En la entrada de Alboraia está la Terraza Lumiere en su última y definitiva localización. Alejada del núcleo del municipio, imposible perderse si vienes desde València. «Es nuestro tercer local en los cuarenta años que llevamos de trayectoria. Salimos para molestar menos y tener un gran espacio de parking». Enrique Riera, el gerente, me cuenta la trayectoria no sin antes lamentarse por la perspectiva de este verano extraño en el que no hay luchas con el vecino de butaca por el reposabrazos y hay menos estrenos.
«Siempre hemos sido una opción alternativa. Al aire libre con familia o amigos. Una manera lúdica y completa de pasar una noche de verano». El Lumiere es de los pocas terrazas de verano de titularidad privada que siguen encendiendo el proyector. «Aquí a las afueras llevamos veinticuatro años, recuerdo que la primera noche inauguramos la temporada con Jaula de grillos, de Mike Nichols. Hubo muchas risas, tuvo muy buena acogida por ser uno de los primeros films que trataba el tema de las parejas homosexuales. Gustó tanto en gente mayor como joven, porque rompía los estereotipos».
Una comedia de enredos sin pretensiones en la que en una de las escenas a los protagonistas, reunidos en familia, les pasa algo con una sopa, unos huevos y la anatomía masculina en Guatemala. No sé, yo tenía seis años cuando se estrenó en España, me interesaba más pescar patatas fritas nadando en kétchup que la interpretación de Robin Williams.
Esas patatas fritas venían del bar del Lumiere y con ellas, un B-52 (lomo, queso fundido, huevo frito), un campero (lomo, tomate, espárragos y huevo frito) o un lomo roquefort (bacon, lechuga y salsa roquefort). En los 90’s le temíamos al conflicto del golfo Pérsico, no al colesterol. A las tropas desplegadas en Abu Dhabi se las animaba con un concierto de Marta Sánchez en vez de con coaching. La Coca-Cola tenía azúcar y la Stevia no se comercializaba. Otros tiempos sin opciones veganas. Ahora tienen hasta tres: hamburguesa de tofu con rúcula y tomate, un sándwich vegano vegano y el blanco y negro con pisto que en el que lo blanco es tofu y lo negro es verde, porque lleva rúcula y la morcilla no tiene sustituto fácil.
La Terrassa Lumiere es verano. Solo abre en verano y solo sabe a verano valenciano
B-52’s es el nombre de una banda estadounidense de new wave que sonaba aquellos años, también es un bombardero estratégico subsónico de largo alcance. El grupo de música tiene una canción que habla de almejas, langostas, rockear, pasarlo bien y hornear patatas (la canción es Rock Lobster). Como en el bocadillo no hay marisco supongo que será una referencia a la aeronave bélica, lomo + huevo es bastante explosivo.
«El bar siempre lo hemos llevado en la familia, todos juntos. Yo he estado en casi todos los puestos, haciendo de todo. En los cines de verano, que suelen ser de explotación familiar, es siempre así. Yo empecé a los veinticinco años y voy camino a los setenta, toda una vida en el cine». El Black Angus era un personaje de ciencia ficción antes del cambio de milenio, ahora trata de ganarle cuota de mercado a embutido con pisto, pero es que «el pisto en València gusta mucho». El pisto del Lumiere tiene algo que todo lo mancha y que puede acabar con el humor más negro. Yo acababa roja hasta los codos y la señora que tenía al lado también, aunque lo mismo era porque echaban la primera de Misión imposible y Tom Cruise llevaba una camiseta ajustada de licra blanca que le marcaba lo que se tiene que marcar si vas al mejor entrenador de Los Ángeles. Recuerdo que esa noche hacía mucho calor y que el cine sonaba a gallinero. Las gallinas eran señoronas vestidas como si fueran a conocer a Cruise, pero sin ponerse nerviosas por la figura. Pepa demana’m el chivito i extra de maionesa. Cacaus tambè, ací estan més bons que el Tom Cruise.
De lo que fue en su origen el Lumiere ya habló Maria Bonillo en Lletraferit y me voy a ahorrar las referencias a Cinema Paradiso porque ya están ahí todas muy bien dichas.
La Terrassa Lumiere es verano. Solo abre en verano y solo sabe a verano valenciano. Las sillas de plástico se pegan a la piel, el aroma a brascada a las papilas y las palomitas a los dientes. Qué complicado es comer palomitas sin que se peguen en los dientes. Cuando el cielo se degrada, de azul a naranja, está a punto de comenzar la película. El vocerío se apaga, las luces también. Alguien chista a un niño. Alguien chista a quien chista al niño porque pide silencio cuando tiene las notificaciones del móvil activadas. Las parelletas de adolescentes aprovechan para entrelazarse, una mano que se desliza con nocturnidad y deseo. Esa mano, chaval. Después de la peli va la segunda peli (es sesión doble) y después, si no se ha hecho muy tarde, horchata en Els Sariers. Huele a huerta, suena a verano y la noche es tibia.