ESCAPADAS HEDONISTAS

Mi hoja de ruta cuando voy a València

O lo que hace una valenciana que vive en Madrid y va a la Terreta menos de lo que debería.

| 06/05/2022 | 4 min, 24 seg

Hace ya casi 12 años que dejé Valéncia y no miré atrás. Bueno, mentira. Al principio iba todos los fines de semana. ¿Cómo iba a despegarme tan rápido de la ciudad que me había visto nacer y crecer? Poco a poco fui cayendo rendida a los encantos de la capital española y eso que por aquel entonces nos sumíamos en una crisis que tela. No importaba, me enamoré perdidamente de Madrid.

Desde entonces vuelvo a València, pero no todo lo que debería. Muchas veces incluso casi ni la piso y pongo destino a La Safor, donde tengo otro pedacito de mi cuore. ¿Por qué diantres no iré más a València? Tengo pendiente volver a Ricard, conocer L'Horta al Nú o Señuelo. Siempre me apunto en lista de espera de Nozomi o Kaido. Tantas y tantas cosas... Eso sí, cada vez que voy a València, intento visitar lo que me gusta o dar espacio a nuevos sitios que me llaman la atención.

No perdono ir al Bar Ricardo cada vez que puedo. Me chiflan sus bravas y ensaladilla rusa, además de delicias como las huevas de sepia. Siempre me tomo unas Turia con mi familia en L'Hostalet y compro empanadillas en el Horno Gran Vía. Yo lo siento, pero en Madrid no saben hacer empanadillas. Hay muchísimos sitios donde las venden, pero que no, que no saben igual. Muero por las de pisto, las de habas con longanizas... También las hay de brascada o pollo al curry. 

Y también innovo, claro. Ya lo dijimos, en Madrid se comen arroces decentes . Pero qué le voy a hacer, la sangre tira y como los que se comen en la Terreta, ningunos. Como en Madrid los como de uvas a peras, siempre que vuelvo a València quiero comer arroz o fideuà. Es de mis platos preferidos y siempre -siempre- me apetece. 

Uno de los últimos fines de semana que puse rumbo a la ciudad, la Patacona parecía el fin del mundo. El paseo lleno de arena, el mar bien bravo y un aire de mil demonios. El panorama era cuanto menos para meterte en casa y no salir. Pero yo quería conocer lo nuevo de José Miralles y Raúl Aleixandre, a los que tengo especial cariño. Mimar me gustó y mucho. Todavía no tenían el terrazón que han montado con su barra para comer con vistas al mar, pero desde la sala, también de cara al mar, disfrutamos muchísimo. Una comanda sencilla: los inimitables buñuelos de bacalao, unas tellinas y el rosejat de fideo fino con gambas, directamente heredero de la cocina de Mari en Ca Sento

También volví a ver a Vicente Patiño. ¿Por qué no se habla todo el rato de Saití? Es un pepinazo de restaurante. Esos snacks que versionan míticos valencianos, esas alubias de Viver con caldo de capellanes que son minimalismo en aspecto y sabor puro y duro, ese cremoso de hongos, anchoa y cebolla asada... Pocos hay con la sensibilidad de Patiño. Hay que ir mucho más. 

¿Uno de mis últimos descubrimientos? Taberna Teca . Ya lo decía Paula Pons, hay que hacer barrio. Y yo el mío en València, después de tantos años, lo tenía medio olvidado. Menuda sorpresa. Es eso precisamente, una taberna de barrio sin pretensiones. Mesas de madera, una barra y una estupenda terraza. Lo que sorprende es su bodega, que para mí, casi neófita en esto de amar los vinos naturales, es de lo mejorcito que he visto. Y aquí se come muy bien, pero se bebe aún mejor. 

Han recibido hace nada un Solete de la Guía Repsol y están nominados por su oferta gastrovinícola en los premios Gastrocope 2022 . Para no perderte están sus bravas, bien impregnadas de alioli y pimentón o los gambones al ajillo. En cuanto a los vinos, lo mejor es ponerte en sus manos o bucear por su carta, que no puede estar mejor estructurada en generosos, tintos, blancos, orange, burbujas... Todos con su productor, uva, zona y precio. Así es como se deben hacer las cosas. 

Me gustan los vinos naturales y la sofisticación, pero también me gusta lo sencillo y gochear de vez en cuando. Para ello probé los brownies de King Brown, el proyecto de unos chicos con una receta secreta y fantástica y madre mía, qué brownies. Olvídate del mazacote, porque estos casi se deshacen en la boca. Y son gochos. Mucho. Tanto que los coronan con Kinder Bueno, con Filipinos, con Oreo o Nestlé Jungly. ¿El secreto? Meterlos unos segundos a calentar y boom, difícil no caer en la tentación. 

¿Que me dejo mucho en el tintero? Claro que sí, por eso siempre me hago la promesa de volver pronto. Y siempre espero que así sea. 

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