Desde la terraza de mi casa se observan cada día cientos de aviones saliendo y llegando a la ciudad.
A veces pienso en las personas que hay tras ese armatoste metálico que cruza el cielo de València. Quiénes son, qué expectativas albergan, qué sueños poseen… Porque honestamente, cuando uno coge un avión, elige un destino y se ilusiona con descubrir una cultura nueva está invirtiendo en uno mismo. Entender el viaje como tal es entender el sentido de la vida y de la cultura. Qué nos van a decir a los valencianos, que somos un territorio acrisolado donde cientos de ellas han permeado hasta configurar la esencia de quiénes somos hoy.
De eso y no de otra cosa habla este plato de noodles con chilli crab. De una cultura asumida y aprehendida por el paso del tiempo de quien entiende el mundo como un entorno sin fronteras en el que prima el aprendizaje constante y la colaboración eterna. Un plato que a través de dos idiomas comunes (el del amor y el de la cocina) relata la historia de Ma Khin y de Steve Anderson. Y es que, como decía Frantz Fanon, hablar un idioma es asumir un mundo, una cultura. Y sin duda en Ma Khin tienen asumida la suya: decolonial food.
Pero vayamos al plato. Los noodles con chilli crab son una interpretación de uno de los platos más típicos de Singapur. Aquí se elaboran partiendo de una salsa ligeramente picante a base de guindillas frescas, pasta de soja amarilla, ajo, jengibre y chalotas, así como de un caldo de marisco muy concentrado con tomate y chilli dulce en el que saltean los tallarines. Una de las particularidades del plato es que, en lugar de buey de mar, emplean un cangrejo de concha blanda, cangrejos que se encuentran en el Mediterráneo, en Venecia, y se pescan cuando están en proceso de cambiar su caparazón, lo que permite disfrutarlos enteros.
Conocer, reinterpretar, asumir y hacer algo propio. Ese es el verdadero sino de la humanidad. Crear sobre lo creado y ofrecer una visión nueva, mejorada y adaptada a través del lenguaje. Nada es baladí, nada es aleatorio. Prueba de ello son los dos ingredientes secretos como toque final: clara de huevo y ketchup, utilizados en este plato en honor a los singapurenses, a quienes les encanta el dulce. Quizás en este mundo global que vivimos en el que imperan los pastiches, las réplicas o los conceptos sin alma, encontrar identidades propias sea el mejor motivo para seguir viajando.