El disfrute que no para

Por Corea de copeo que es recreo

Bueno, bueno… que hoy es viernes de volver a Corea del Sur, mira tú. Que nos queda telita por cortar con montones de privar y, por supuesto, disfrutar.

| 15/11/2024 | 4 min, 35 seg

Continuamos el periplo en el mismo modo y razón, el del regocije bribón. De restaurantes, bares y lo que se tercie. En esta ocasión más sureños, que viajamos a playas sin toallas. Con bellezas en forma de palacios, templos y mercados, que ahí le hemos dado. Los más de locura y perderse. De peces y lo que caiga. Como para quedarse en ellos largos años, pero vamos empezando, que el tiempo corre y hay que aprovecharlo a tope. Y empezamos a lo grande con un vino que es oro puro tras una mañana de bibliotecas de fotón y envío de postales a personas que queremos un montón. Hablamos del Vincent Girardin Pouilly-Fuissé Les Vieilles Vignes 2019 que restalla con chiribitas persistentes y muchos frutos secos. Afilados bien perfilados que dan en la diana con el inolvidable menú de Mingles. Enorme.

Llega el Dry Martini, que ya tocaba, oye. El clásico, sin tonterías y absolutamente perfecto. En secuencia delirante con vídeo llamada dislocada de amantes en la distancia. Lo que no hace que nos distanciemos de la realidad, estamos en lugar de lujo, de los de antes, ahora y siempre: The Drawing Room. Con toda la clase y unas aceitunas esta vez.

Volamos con la mente a épocas universitarias y nos adentramos en el barrio de Hongdae, donde anda D.Still, una de esas pistas certeras de nuestro apreciado Donato. Y pedimos The Day of Dead a base de mezcal con fermentado de paprika y jalapeño. Trago suave, frutal, picoso y delicioso. En oasis de juventud y bandas musicales que son arte callejero. Y con un queso cremoso y amoroso cortesía de la casa.

Es la horita de irse con el maletón que será suplicio, pero que conseguimos que alcance el destino de Gyeongju. Paseamos sin vergüenza entre montañitas que guardan oscuros secretos. Y, poco a poco, nuestros pasos nos conducen al sitio deseado, aunque un poco alejado. Pero lo merece todo, porque Hongsi Hanjeongsik es autenticidad reflejada en millones de platillos. Tradición y amabilidad que nos lanza a probar su Soju Hwa Rang Korean Traditional Wine Hwarang. Elaborado con arroz glutinoso, nos dicen que es el vino de la casa. Y lo entendemos, porque es hogar que te arropa cuando sabes que este ya es también tu país. 

Trucutrú y para el sur

Regresamos a momento de trucutrú hasta Busan que resulta según el plan. Desembarcar y lo primerito será ir a cotillear sus puestos de comida callejera con final en el Jagalchi Market. Paraíso del pescado y el marisco que se come allí mismo. Y mientras nos traen lo elegido vamos probando el Daesen Soju que, en la línea de los otros catados es potencia controlada y sensaciones a esta tierra ya eternamente asociadas. Y nos parece ideal a palo seco o con cerveza y nuestro cangrejote mojado en salsas traviesas.

Amanece un nuevo día de no parar para terminar con visita a Seomyeon. Una zona bien jaleosa en la que encontramos respiro al descubrir el Nisa. Bar chiquitín y lampiño donde dan mucho cariño, niño. Pedimos un Gimlet que es reconciliación con la vida. Y nos concede ser la merienda para recuperar la comunicación con su puntito dulzón que ahora nos gusta un montón.

De regreso a Mapo toca otro hallazgo que no nos permite ni un segundo de aburrimiento. Porque nos adentramos en el Cabin Drink Musik que nos encandila desde el primer segundo. Con sus estanterías abarrotadas de vinilos, las sonrisas de los allí presentes y el Suntory World Whisky. Fuerza con mucho saber estar. Señorío y profundidad. Con ahumados, especias y otras galletitas saladas, para decir hasta mañana. 

Seguimos con el deambuleo del bueno y de pronto un ¡oh! Que en Eomeoni Ganjangejang tienen soy crab y qué mejor para acompañarlo que un Daesun Soju. De a poquitos, en ese vaso tan típico que no es ni grande ni chico, mientras desfilan montones de piqueos a pizquitos. Y entra solo entre umamis, picantes, ácidos, amargos y hasta dulces. Porque aquí cabe todo y con toda la armonía. 

La penúltima en Busan será de las que raramente se dan, porque probamos el Kione, primer whisky coreano. Sorpresita bien gustosa que no defrauda para nada. Una monada que acaricia con pericia y suavidad. Donde se nota la calidad del que ha sabido hacer los deberes de aprender de los mejores. Y es de mil amores cuando nos ponen un aperitivo en forma de kiwi, tomatitos cherri y una cereza, una. En Gongsil 103. 

Retornamos a Seúl para una despedida en condiciones que estará llenita de descontroladas emociones. Para no dormir en una noche que se hará amanecer con un Vesper Martini de perfección absoluta. Dando una vuelta de tuerca a las cabezas que no paran de girar ante la clásica receta. Y tomaríamos uno tras otro, porque el Cobbler Bar es auténtica maravilla como el crumble de manzana con el que nos agasajan. Pero hay que marchar, que sale nuestro vuelo directo a continuar, escribir y gozar. 

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