Las causas por las que el Trinquet va camino de ser de nuevo un escenario de primer orden en la ciutat… más allá del juego
VALENCIA. “Yo, que he estado quince años intentando vender la pilota a medios de comunicación, empresas e instituciones, veo que ahora es un momento dulce”, introduce el comunicador Guillem Sanchis, durante este tiempo transmisor impenitente del trinquet de Pelayo. “Mis alumnos -de diseño de moda- me miraban como a una diosa por descubrirles un espacio que no es de este mundo”, se sumerge la docente de la Escola d'Art i Superior de Disseny de València Isbel Messeguer, promotora de Trinquet Fashion.
Por encima de la galería del dau cinco lonas de cinco pilotaris elevados a la categoría de deidades protegen la eternidad. El Nel de Murla, Quart, Juliet de Alginet, Rovellet, Genovés I. Un hall of fame local cuya resonancia emocional seduce al más descreído. Un hecho insólito: para referirse al trinquet no es necesario tejer comparaciones ajenas (“el Cabanyal será el Notting Hall valenciano”, se ha escuchado esta semana; buff). El trinquet de Pelayo es el trinquet de Pelayo. Fin.
Un furor eléctrico recorre sus paredes en este tiempo. La percepción de que la ciutat está integrándolo en sus reivindicaciones, haciéndolo propio en un proceso que no se limita al uso de su juego. La agitación cultural lo mira con deseo. Presentaciones de libros, actings, incluso mítines, escenografía para novelas, pasarela de moda. En el redescubrimiento va adherido un canto a las bondades de la pilota, a veces cercano al estereotipo.
Algo está pasando a orillas de Pelayo. El escritor Jaume Monzó ha acabado hace pocas semanas su nuevo libro sobre superhéroes pilotaris con superpoderes, cuya acción, claro, transcurre en el templo legendario. “Está ocurriendo porque Pelayo tiene singularidad. Estás en su interior pero pierdes la visión de dónde te encuentras. Está al lado la calle Xàtiva, de la plaza del Ayuntamiento, pero te encuentras en otro lugar completamente distinto. No es que sea un escenario enraizado, es que verdaderamente es una parte de la raíz de la ciudad, conecta con la Valencia inalterable que comprende incluso el tiempo en el que los Borgia llegaron a Roma y autorizaron la pilota”.
El tiempo. Cómo juega el trinquet con el espacio-tiempo. Lo explica bien explícita la diseñadora Isbel Messeguer: “Me atraía hacer un desfile de moda emergente porque el trinquete es pasado y es futuro. Tienes cosas que son como de un espacio de otra galaxia, una figura geométrica tan pura en mitad de un contexto de tanto caos como es la zona. Pones a una persona y recupera la humanidad. Es como la protección de la mano que llevan los pilotaris; que no es una raqueta, no es algo exterior, está integrado. Es un espacio donde todo el mundo tiene cara”.
El tiempo, otra vez el tiempo. El periodista Alex Zahínos, miembro del consejo de redacción de la nueva revista de pilota Ferida, uno de los mejores lanzamientos editoriales del año en Valencia, razona: “Tiene el atractivo de los lugares que resisten a cambiar con el signo de los tiempos y que se convierten en una especie de búnker de la memoria. Aun siendo un neófito en la pilota no es difícil, en una tarde allí, imaginar a todos sus colosos y sus derrotados y las generaciones de aficionados que han pasado su vida apostando en Pelayo. Obliga también a cierto ritual, ya que se entra por el bar y, por su ubicación, camuflado entre viviendas y otros locales en pleno centro de Valencia, uno parece que entra a buscar un tesoro”.
Y está la luz, añade el fotógrafo David Pons (DPchaigneuau): “... el cambio de pasar de un espacio reducido y con poca luz como es el bar de la entrada, a otro espacio amplio y blanco como es el trinquet, eso siempre me ha llamado la atención. Me parece muy atractivo el trinquet urbano, el que se integra en la calle Pelayo y que no se manifiesta arquitectónicamente en su fachada exterior. Siempre me ha atraído ese aspecto oculto. Me inspira la gente. La gente del trinquet. Sus gestos. También me inspira su geometría, sus líneas. Lo que más me gusta es combinar los dos aspectos anteriores. Poder componer con personas, sus gestos y la geometría del espacio.”
Regresemos al origen. Por qué ahora todos quieren al Pelayo. Guillem Sanchis fórmula su triple teoría: “1) hay un mayor gusto por aquello auténtico, histórico, vintage si quieres. Lo vemos en el marketing valenciano: paellaemoji, Falles-Unesco, Sant Nicolau… una recuperación de lo propio. 2) la amenaza de la pérdida de un trinquet emblemático que fue una gran campaña de publicidad por el lanzamiento posterior (impensable sin el músculo financiero de José Luis López). Y 3) el cambio político y unas instituciones decididas a reflexionar sobre cómo se puede mejorar la pilota, aunque sin haber apostado suficiente en presupuesto”.
Zahínos, de Ferida, hace hincapié en la revalorización de lo propio como emblema y pulsión anímica frente a la desmemoria: “Debemos recordar que una gran mayoría de la sociedad valenciana aún vive de espaldas al trinquet, pero el resurgimiento de ese interés quizás se deba a la necesidad de recuperar ese espacio –no solo físico– que se abandonó cuando fuimos ricos, una época en la que vivíamos deslumbrados por todo lo que llegaba de fuera mientras dejábamos languidecer lo propio. Desde la perspectiva de alguien que lo descubrió no hace tanto, incluso hay cierto sentimiento de culpa: ¿por qué narices no me acerqué hasta casi cumplir los treinta?”.
Para el escritor Jaume Monzó la progresiva recuperación de Pelayo como espacio de ciudad es un síntoma bien positivo: “se consigue que no sólo sea un monumento sino un ente que tiene vida, de alguna manera es recuperar la calle”. Señala Monzó un prodigio automático al pisar el edificio: “puedes entrar hablando castellano pero dentro hablas valenciano. Nunca se ha dejado allí de hablar en valenciano, ni en los peores tiempos del franquismo”.
¿No deja de ser, también, una diatriba entre tradición y moda, entre oportunidad y el riesgo del oportunismo pasajero? “Los hay de los de toda la vida que miran al recién llegado con recelo y miedo, como cuando entra una mujer… que por cierto cada vez entran más”, apunta Monzó. “A los diseñadores y los modelos nos recibieron con las puertas abiertas, queriendo integrarnos en el deporte”, explica Messeguer, de Trinquet Fashion, cuyo desfile estuvo planteado como una partida… de moda. “Hay una luz, unas caras… una belleza de otra mundo. Es un espacio de futuro”, refrenda ella.
Y Zahínos toma la palabra con un deseo al aire: “una responsabilidad: que los que vienen no tarden treinta años en descubrirlo”.
Empieza una nueva partida en Pelayo.