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primera mitad del festival

Radiografía a La Mostra 2020 (I): conflictos nacionales que provocan trincheras íntimas

La primera parte del festival muestra una serie de relatos contados desde la opresión

27/10/2020 - 

VALÈNCIA. Ya lo titulaba este diario cuando se presentaron algunas de las películas que participarían en la Sección Oficial de la 35 edición de La Mostra de València-Cinema del Mediterrani, la programación está copada por la idea de un Mediterráneo en conflicto, o más precisamente, en lucha. Así lo están demostrando muchos de los films estrenados hasta ahora, cuando el festival pasa su ecuador, Una lucha que se sitúa e veces en una trinchera física, en un conflicto bélico, y en otras ocasiones, se trata de un conflicto íntimo, relacionado inevitablemente con el contexto en el que viven los personajes.

Es el caso de Zana, el fim que representó a Kosovo en la pasada edición de los Premios Oscar y que ya ha tenido cierto recorrido por festivales internacionales. El largometraje dirigido por Antoneta Kastrati relata la historia de Lume, una mujer a la que le persigue el trauma de la muerte de su hija en la Guerra de los Balcanes. Sus fantasmas se harán más fuertes cuando su familia se obsesiona con que tenga otro niño. La película demuestra, no únicamente las secuelas psicológicas que dejó uno de los conflictos más cruentos de la Europa reciente, sino también un sistema anclado en una tradiciones mágicas que responden a la ideas profundamente patriarcales en cuenta a la maternidad y el sistema de familia. A lo largo del metraje, Lume se enfrentará a las trampas de su mente, pero sobre todo lo hará con ritos y hasta exorcismos a la que le someterán, sin resultado. El problema es otro: si su vida está anclada en el pasado, dífícilmente podrá engendrar un futuro.

Kastrati rueda una película que no busca en ningún momento la calma y que, por el contrario, intenta ser immersiva con el espectador. No se censuran las alucinaciones ni la cámara se aparta de la perspectiva de la protagonista, por lo que intenta convertirse en una militante de la lucha de Lume contra su pasado y su presente, que uno abandona cuando le empiece a resultar demasiado. Entonces, empieza otro film, el de una mujer perdida a su suerte, sin red posible, cuya única salvación es la asunción de que la vida (en realidad, su vida, su contexto) le ha superado y no tiene solución.

Otro relato eminentemente psicológico es La Viajante, el único film español de la sección, que es el debut del canario Miguel Mejías. La historia, copada por la interpretación de Ángela Boix, relata el viaje a ninguna parte que un personaje homónimo inicia tras el fallecimiento de su madre. Su rutina se convierte entonces en un pulular por las carreteras infinitamente y encontrarse con otros viajantes de los que, de alguna manera, alimentarse. En el pase de prensa, Mejías definió el film como un “poema oscuro”, y en efecto, se trata de una idea mucho más abstracta que una trama cosida por una introducción-nudo-desenlace. Ángela se va encontrando con esos viajantes, hombres, mientras su único objetivo parece ser captar un nuevo mundo que quiere aprender a través de la cámara súper 8 de u madre. Las conversaciones son vagos intercambios de algunas frases, pero lejos de querer encontrar un discurso, Mejías prefiere sugerir que contar, por lo que cada espectador, en función de capacidad y ganas, será quien decida formar parte o no de la propuesta.

'Mosquito'

En las otras trincheras, las físicas, se encuentra una de los films más esperados de la Sección Oficial, Por la libertad (The end will be espectacular). El primer largometraje de ficción de Ersin Celik es en realidad el primer trabajo de ficción del colectivo de formación y creación de cine político la Comuna de Cine de Rojava, que busca explicar los conflictos que ocurren en su país en primera persona. En efecto, el relato de la joven kurda que vuelve a Diyarbakir tras el asesinato de su hermano a manos del ISIS y se une a la resistencia kurda en una ciudad sitiada por la policia y el ejército kurdo es un soplo de aire fresco a las narrativas periodísticas que llegan desde los medios de comunicación. Esta es una historia de sufrimiento, pero sobre todo de resistencia y de lucha y de, como diría el Presidente de Gobierno, moral de victoria. La resistencia kurda, con unos recursos muy limitados, y dependiente de la militancia hasta la muerte de un puñado de jóvenes, no se achanta ante la represión del Estado. La película es, ante todo, una historia bélica que responde a muchas de las constantes del género, pero la propia naturaleza del film y sus procesos (parte del elenco son supervivientes del sitio real, que tuvo lugar en 2015) impregna y satisface más que notablemente.

Finalmente, Mosquito parte de un conflicto bélico pero no tiene ninguna batalla a la vista. El film de Joao Nuno Pinto cuenta la agónica búsqueda de un joven soldado portugués cuando pierde a su compañía. Ambientado en las colonias portuguesas en África en 1917, es decir, Primera Guerra Mundial, el protagonista dice haberse alistado para batallar en Francia. En efecto, Mosquito huye de cualquier épica europea para meterse en un relato mucho más psicológico y personal, y de paso, montar una narración post-colonialista de aquello a lo que se pudo enfrentar un combatiente raso entonces, con sus miedos y también con esa visión esclavista con la que las potencias europeas veían al pueblo africano. La película ha sido comparada con Apocalypse Now, Aguirre o Senderos de gloria; pero en realidad, funciona mucho mejor como cara o cruz del blockbuster 1917, y de paso demuestra que muchos menos artefactos, se puede relatar muy bien los horrores y las tensiones de una guerra.

El cine valenciano llena pero no brilla

El otro gran pilar de esta edición de La Mostra de València es, sin duda, el cine valenciano, que como ya explicó hace unos días Culturplaza, ha encontrado en el festival la mejor manera de pasarse en una pantalla grande en un año muy difícil para la industria. Los pases de estos films están siendo muy populares. Las butacas se llenan, la gente quiere verlos, pero igual como el año pasado se pudo ver La Innocència, posiblemente lo mejor de la cosecha pasada, este año se están viendo propuestas que cumplen, más o menos, con cierto estándar de calidad, pero que quedan por debajo de las expectativas de un film de cualquier otra sección del festival.

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