VALÈNCIA. El PAI de Benimaclet, la ZAL de La Punta, el PEC del Cabanyal, la ampliación de la V-21… València parece que vaya a ser invadida por monstruos de hierro y toneladas de cemento. Un fenómeno cuya narrativa en los medios de comunicación y las instituciones suelen ir dirigidas al progreso de la ciudad, a la necesidad de crecer, a poner la ciudad en el mapa. Miles de viviendas y grandes espacios verdes sustituyendo lo que -muchas veces- ya son espacios verdes o que forman parte de la dinámica del barrio en el que se van a desarrollar. Ante esto, la contrafuerza es la de los movimientos sociales, y del mundo de la cultura que sirve como altavoz para compensar la invisibilidad que les otorga el debate político.
Muestra de ello es el último cómic de Ana Penyas, Todo bajo el sol, que recorre medio siglo de historia de la Comunitat Valenciana en tres puntos clave para entender los desarrollos inhumanos de las ciudades, Benidorm convertido en un parque temático del turismo, La Punta arrasada por la ZAL y la gentrificación del Carmen. Una historia familiar en la que resulta doloroso ver cómo, golpe a golpe, hay una fuerza casi invisible (imperceptible muchas veces por la ciudadanía) que promociona la vivienda como bien de consumo y la economía por encima de la vida que ya existe. El relato de Ana Penyas no tiene grandes monólogos y sí muchas preguntas: ¿cómo estás? ¿qué tal en el barrio? ¿qué ha pasado con aquella casa? Cuestiones que plantean los personajes y que en realidad ponen de relieve el asombro con el que la ciudad cambia sin tener en cuenta a sus habitantes.
Todo bajo el sol no solo la historia de esta familia desplazada, sino también del imperio del turismo en Benidorm y el ladrillo en València, que también lleva consigo un modelo laboral precario en el que algunos personajes acaban implicados. Sectores frágiles que Penyas utiliza para descentrar el debate únicamente en la ocupación del espacio, y hablar de forma más amplia de soberanía y vida.
Este es el último ejemplo de muchas otras obras, en diferentes diciplinas, que ponen de relieve la batalla de València para luchar contra sus expectativas como ciudad. Este mismo fin de semana recala en Teatre el Musical la obra Ingovernables, de Atirohecho en co-producción con La Rambleta, una obra de teatro que busca continuar en los escenarios las decenas de luchas cívicas que se extienden a lo largo y ancho de la ciudad actualmente. Un puzzle que surge del formato de teatro documental y multidisciplinar y en el que se pone cara “a los especuladores, a los que quieren acabar con nuestros barrios y a la vecinas que resisten contra esta ofensiva”, explicaba Carla Chillida, la directora del montaje, a este diario meses atrás. “La clave está en no tomarnos muy en serio: la lucha está por delante del arte y nuestra labor es aplicarla a aquello que podemos ofrecer como colectivo teatral”, añadía, cuando explicaba que el elenco forma parte de muchas de esas causas.
Una de ellas, ahora perdida, fue la del Forn de Barraca, una alquería situada en medio de la huerta del término de Alboraia y cuyo derribo estaba contemplado en la ampliación de la autovía V-21 de acceso norte a la ciudad de València. Durante unas semanas, decenas de activistas ocuparon el lugar para proteger ese lugar histórico y parar unas obras que se ensañan con la huerta de Alboraia y València. También era la fachada donde Per L’Horta ubicó el mítico y ya desaparecido mural de Diego Mir que rezaba “L’Horta és vida”. En las últimas semanas que estuvo en pie, un grupo de activistas ocuparon la alquería y para conseguir el apoyo de otras personas y mantener vivo el espacio, se acabó convirtiendo en un espacio cultural con conciertos, talleres de serigrafía, cine-clubs o acciones de concienciación. El papel de la música en esos días fue ya objeto de un reportaje en el podcast Músicas Sonadas de Plaza Radio.
Uno de los grandes cronistas de esas luchas y de la reivindicación del cuidado medio natural es el documentalista David Segarra. Su último documental, Per molt que bufe el vent, es una recopilación de imágenes inéditas sobre la residencia en La Punta, Benimaclet y otros entornos, grabados entre los años 2000 y 2020 por numerosos actividades, periodistas y documentalistas, además de grabar las protestas por la ampliación de la V-21 desde el año 2017. Esta obra se une a una filmografía dedicada a divulgar la importante de la cultura de l’horta frente al discurso hegemónico del progreso.
Otro documental que ya se ha convertido en la gran referencia audiovisual de la lucha vecinal en València es A Tornallom, de Enric Peris y Miguel Castro, que describe la vida en el barrio de La Punta cuando la ZAL acecha la vida de decenas de ciudadanos. Una historia de un David y un Goliat sin final feliz, y uno de los documentos en el que se ve de manera más descarada el constraste entre la vida de un barrio y las ambiciones de la administración pública.
La ZAL (ya abandonada) también le sirvió a Anaïs Florin como materia prima de su exposición individual Ofrecer la protección adecuada, que inauguró la galería The Liminal. En ella, la artista narraba la expropiación de setenta hectáreas de huerta productiva, la deportación de seiscientas veinte personas y la destrucción de sus casas a través de fotografías de la falta de vida y los propios documentos e informes en los que se apoyaba el Ayuntamiento de València para llevarse por delante ese espacio hasta entonces habitado.
Un buen resumen de lo que han supuesto estas luchas es Posar el cos, una recopilación de entrevistas llevadas a cabo por Enric de Gràcia y casi una decenas de activistas de València. El contenido y las reflexiones dibujan un mapa espacial y temporal que contrapone la crónica política con la urbana: ¿cuál ha sido el alcance de las resistencias vecinales? ¿cómo ha cambiado la relación entre la ciudadanía y sus calles? ¿de qué manera la ciudad ayuda o dificulta el cambio? ¿el cambio de fuerzas en el ayuntamiento hasta qué punto ha favorecido o cooptado todo lo conseguido hasta entonces? Y sobre todo, ¿cómo han vivido, en común, estas personas su parte de la lucha?
No todo está perdido. Desde el arte también se puede dar luz a aquello que se debe cuidar para no acabar en ningún plan urbanístico o empresarial que no vele por su mantenimiento y puesta en valor. Es el caso de la Albufera, que centra el trabajo del proyecto Presentes Densos. Se trata de un grupo de trabajo promovido desde IVAM formado por 25 personas que, a lo largo de este curso, se está zambuyendo en buscar una respuesta, o al menos un aprendizaje que llame a la acción, sobre la situación de emergencia climática del parque natural. Se trata, de hecho, de una serie de talleres, excursiones, conferencias, que corren a cargo de perfiles muy diferentes de personas (desde el activista ecologista de l'Albufera Víctor Navarro hasta antropólogas y performers, como Mafe Moscoso y María Jerez).