Una fiesta es una fiesta, precisamente, porque no es algo ordinario que pase todos los días. Las Fallas ya están aquí y son, piensan muchos, extraordinariamente grandes, extraordinariamente molestas
Una celebración adicta siempre a las virtudes del distanciamiento. La fiesta de otros, tu ex-fiesta. Pero si una fiesta genera más sufrimiento que gozo ¿continúa siendo una fiesta? Disfruten, amigos, disfruten. Hagan de las Fallas una normalidad soportable y festiva.
Y aprovechen lo mejor que tienen: las calles por fin son nuestras. Caminen, compartan, dialoguen. Siéntense a comer. Que en marzo "cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir", que podemos llenar nuestras madrugadas de guirnaldas y no hacer la cama a la mañana siguiente. Las Fallas están, además, llenas de mesas. De las de los restaurantes y también de las de plástico. En los bares y en las aceras. De buena mañana y a la hora de los monstruos. No tienen que empaparse de arte kitsch ni vestirse con damascos si no quieren pero, al menos, pásenlo bien. Compartan mesas, comida y compañía. Que esto es una fiesta extraordinaria solo por ser fiesta y nada más.
Estos son nuestros planes gastronómicos para estas Fallas.
Jesús Terrés
"Las Fallas (mis Fallas) están vestidas de abandono, barras y tartas de queso. El negroni del Aquarium —y su brascada—, los buñuelos (con café, nunca con chocolate: tan cursi) de Fabián y el ceviche de Omar Malpartida en Vuelve Carolina. Los quesos (“La edad es algo que no importa, a menos que usted sea un queso”, Luis Buñuel) de Manglano, las bravas de Ricardo Gadea, la gamba roja de Gabi en el Maipi y las dos docenas de erizos en Tomás, a la vera del ruido y la furia. Las Fallas son estruendo, rabia y frenesí —y yo intuyo (más tarde que pronto) que quien no ha entendido que la vida no es más que este frenesí no ha entendido nada.
Daniel Borrás
"Arròs amb fesols i naps ¿Por qué? Pues porque representa muy bien lo que pueden ser las Fallas y la vida, en general. En mi comisión (la Malvarrosa), es tradición comerlo el día 18 a mediodía. Se hace en la calle, para todos, sin demasiados lujos. Lo comemos sentados en sillas plegables y con cubiertos de plástico. Con gafas de sol porque la cosa está complicada a esas alturas. Un chupito de cazalla helada al final. Pero se puede comer también, por ejemplo, en el nuevo Sucar de Vicente Patiño (está riquísimo), sin petardos de fondo, con cucharas buenas. Hormigón y mantel de tela, cigarrillos y jazmín. Las Fallas son eso: delirio pop y alta primavera a la vez"
Almudena Ortuño
“No me gustan las Fallas de verbena, casal y canciones de Operación Triunfo hasta las tantas de la madrugada; me quedo con las mañanas primaverales, la mascletà bien ruidosa y la buena mesa junto a los amigos. Como una cosa no puede vivir sin la otra, este año me voy fuera, pero antes me he asegurado de cumplir con tres compromisos de germanor. A saber: unos buñuelos con chocolate en Horchatería Fabián (donde la cola ya dobla la manzana), unas anchoas de Laredo en la barra de Zacarías pasadas con vermú y una buena paella en el ya laureado Lavoe, que pedimos de cocido por recomendación de Paula Pons. Cualquiera de las opciones es válida para entender la idiosincrasia de una ciudad que estos días echa humo, para bien y para mal”.
Paula Pons
"Soy de las que huye, pero este año no ha podido ser, así que me he unido al enemigo. El sábado pasado ya hice la tradicional paella en la calle junto a unos amigos que sabían menos de cocinar paellas que un esquimal. El jurado dudó entre darnos el premio al mejor pollo con curry o a la mejor paella carbonizada (aquello era incomible). Llamamos a Lavoe para resarcirnos, pero no hubo suerte. Estaba a tope. Ya he comido buñuelos tanto en Fabián como en las señoras que los hacen cerca de la plaza de Benimaclet (prueben los de higo) y he tomado horchata en Daniel. El viernes saldré a cenar. Ya tengo mesa reservada en Askua. Y luego veré el castillo. Ya que tengo que quedarme, por lo menos pienso comer bien"
Joseca Arnau
Como firme defensor de las tradiciones y las buenas costumbres, en mis Fallas nunca falta una comida con amigos en Aquarium, donde disfrutamos de la conversación y el ambiente mientras tomamos un salpicón, rabanitos o el clásico bocadillo de brascada, siempre acabando con un Aurora. Las meriendas de marzo saben a buñuelo de calabaza y huelen a chocolate a la taza, siempre bajo el letrero de Fabián. Y nada mejor que rematar la jornada con la mítica cena de sobaquillo en el Casal fallero, y aquí la elección que nunca falla en mi Falla es Casa Vela. Las Fallas son tapas, bocatas, buñuelos y por supuesto amistad.
Lidia Caro Leal
"Mi mejor plan gastronómico fallero consiste en realizar una buena acción social para la marca València: voy a plantar una pancarta en esa zona de food trucks que está en la parte triste del exterior del Mercado Central -la plaza de Ciudad de Brujas- contra los kebabs y las pizzas chungas. Después lanzaré bocatas del Central Bar. Me estoy ganando ser embajadora de la ciudad".
Pablo Ramón
"Algo habitual de las fallas es tomar el aperitivo en la terraza ubicada en el jardín central del Bar Congo mientras los niños tiran petardos. Un desayuno en Fabián no puede faltar, ni una lubina a la brasa en El Gran Azul después de la mascletà. Cuando vamos a ver la iluminación de la calle Sueca nos gusta parar a tomar el vermut y la ensaladilla rusa en la barra de Vermúdez".