La crisis provocada por el Covid-19 ha sido un torpedo en la línea de flotación de la hostelería y ha obligado a nuestros cocineros, cocineras y empresarios gastronómicos a reflexionar, reinventarse y tomar medidas drásticas ante el futuro que viene
Por eso es interesante tomar el pulso de los personajes más relevantes de nuestra cocina porque son la punta de lanza y de su manera de enfocar esta pandemia será la luz para buena parte del tejido de nuestro sector: el músculo, el grueso de nuestra gastronomía que forman los miles y miles de pequeños y medianos negocios familiares. Yo tengo claro que la única manera de sobrevivir será adaptarnos a lo que viene, no tenemos otra, y si alguien puede hablar sobre adaptación y resiliencia es Steve Anderson, treinta años desde aquel fabuloso Seu Xerea, criado en el Sur de Gales y hoy en día al frente de dos maravillosos proyectos tocados por la varita del intercambio cultural y el cosmopolitismo bien entendido: él lo llama Decolonial Food.
Baalbec (cocina libanesa) y Ma Khin Café, en honor a su abuela -personaje fundamental para entender su visión del mundo y a quien ha dedicado un libro: Una Historia de Birmania: Cocina, Familia y Rebelión. Steve Anderson es el reflejo perfecto de cómo deberíamos todos enfocar esta crisis que no vinos venir: con empatía y humanidad.
Llevas casi 30 años en València, has vivido todos sus cambios, crisis y mutaciones, ¿cómo analizas la crisis del Covid-19 respecto a las demás?
Si hacemos una retrospectiva, todas las crisis son, en mayor o menor medida, previsibles. No obstante, por mucho que algunos digan lo contrario, esta no la podíamos ver venir. Es parte de nuestra condición humana vivir pensando que los buenos tiempos nunca acabarán. Esto nos lleva a vivir como una pandilla de adolescentes descontrolados a los que dejas solos en casa un fin de semana. Y de esta forma, estuvimos disfrutando de esta especie de fiesta como si nunca fuese a acabar. El resultado sí que era de esperar: despertarnos a la mañana siguiente con el suelo cubierto de cristales rotos, los muebles revolcados y la casa hecha un desastre.
Estuvimos disfrutando de esta especie de fiesta como si nunca fuese a acabar
Pero si hay algo que diferencia esta crisis de las anteriores es que, además de la tormenta económica y el daño al tejido social, esta se ha cebado con las vidas de las personas. La crisis provocada por la pandemia nos ha tocado de una u otra forma a todos y cada uno de nosotros. Esta crisis nos ha afectado además de como sociedad, como personas individuales con nombre y apellido, personas que hemos querido y echado de menos. Y esto es una tragedia que me conmueve.
¿Cómo afectará todo esto a tus proyectos gastronómicos?
Soy consciente de que vine a este mundo para ser feliz y nuestra fragilidad ante esta tragedia solo refuerza mi deseo de trabajar para conseguirlo. Disfruto de las personas, me hace feliz la alegría de los demás, y realmente esto es lo que puedo aportar a la gastronomía de nuestra ciudad. Esta pequeña y cotidiana contribución a un círculo virtuoso de bienestar es lo que seguiré haciendo a través de mis proyectos.
¿Cómo imaginas el mundo que viene?
Yo personalmente, espero y deseo que sea mejor que el que teníamos, ¡pero esto no significa que vaya a serlo! Leí recientemente un artículo del filósofo John Gray donde comparaba la crisis del COVID con otro acontecimiento histórico (y para él apocalíptico); la Revolución Rusa. Apocalíptico porque marcó el paso repentino a una situación inimaginable; el artículo argumenta que las ideologías progresistas, sean reformistas o revolucionarias, creen en una evolución positiva de nuestras sociedades, cuando la realidad es que la historia está llena de interrupciones repentinas en las que todo lo que se ha ganado se pierde irremediablemente, sea por guerra, catástrofe o revolución: “la desaparición repentina de un modo de vida es algo frecuente. El Progreso se lleva a cabo en los interludios, cuando la historia está en reposo”. Pero yo soy una persona optimista. ¡Guardemos el pesimismo para mejores tiempos!
Parece que una de las consecuencias de la pandemia es la mirada hacia lo local y a la importancia al sector primario, ¿ha venido para quedarse?
Yo solo puedo hablar por mí. Considero que la época de abundancia que hemos vivido en el mundo rico era tan insostenible como cualquier injusticia.
TENEMOS QUE VIVIR CON LÍMITES
Tenemos que vivir con límites. Es algo que enseñamos a nuestros hijos mientras que ignoramos la incoherencia a la hora de aplicarlo a nuestras vidas.
En Ma khin Cafe y Baalbec hemos empezado a dar pasos hacia un modelo donde la sostenibilidad, la estacionalidad y la cercanía no sean meras palabras, sino hechos que se transforman en actos. En la nueva normalidad tenemos un objetivo claro: el bienestar de nuestro planeta y las personas con quien lo compartimos.
Pueden ustedes leer el resto de la entrevista en el número de junio de la revista Plaza