Juan Tortosa explica cómo los sonidos evocan información, y recuerda que la experiencia perceptiva es la que ayuda a interpretar lo que rodea a cada uno: “Con la escucha se genera un puente de entendimiento y comunicación entre las personas. Esto nos ayuda a interpretar una obra de arte, contemplar lo que nos dice un compañero y comprenderlo como un lenguaje para quien quiera escucharlo”, añade desde la perspectiva más emocional. Para basar esta formación en lo teórico en las sesiones estudian la labor de artistas sonoros como Brian Eno o el valenciano Llorenç Barber para comprender el patrimonio acústico desde su mirada, algo con lo que Quintana explica que trabajan para comprender cómo representarlos: “Uno puede realizar composiciones de un lugar o de un momento pero también se puede crear un paisaje sonoro “artificial” de cualquier cosa, como podría ser un ambiente de biblioteca de lluvia, por ejemplo”.
Con esto ponen la vista a ejemplos como el de Music for Airports de Brian Eno, un disco publicado a finales de los años 70 considerado por la crítica como “un álbum que induce al pensamiento y que es tan ignorable como interesante”. “Crear un paisaje sonoro es tener un testimonio de un lugar, darle forma”, explica Quintana, “para comprender esto empezamos con el sonido como elemento físico, luego miramos la historia del arte acústico y finalmente se sale al exterior a grabar”, añade sobre las sesiones, en las que trabajan con la metodología del aprendizaje experimental.
Más centrada en los procesos creativos Juan Tortosa añade que el sonido se puede “sentir y trabajar de maneras nuevas” aunque generalmente no se tengan en cuenta y que son perfectos para expresarse: “Estamos muy expuestos al sonido, tanto a los que generamos nosotros mismos como a los que nos rodean, la clave es escuchar lo que dicen estos ruidos y hacer la escucha con profundidad”. La creación de estos paisajes la compara también con la música, y con las intenciones con las que cualquier persona puede acercarse a una canción.
“Cuando alguien escucha música intenta observar que le dicen las palabras y la melodía, con el diálogo sonoro se entrena el músculo de la escucha y ese matiz que permite que se desarrolle”, que para ella se genera al sentarse a escuchar de forma más atenta. Para Quintana el sonido ya es ese gran todo lo que nos rodea: “El paisaje sonoro es una faceta de la que poca gente es consciente, sin embargo es algo que nos altera y nos cambia día a día y nos rodea. La escucha activa de los espacios ayuda a que uno esté más presente en su entorno y contemplarlo de otra manera”, o mejor dicho en este caso: escucharlo.