VALÈNCIA. No son ni las nueve de la mañana en València y el traqueteo de las ruedas de las maletas sobre los adoquines ya funciona como despertador. Este penetrante ruido parece alterar a una horda de ciclistas sobre bicicletas de alquiler que se dirige al cauce del río Turia. Avanzan sin criterio ni cuidado alguno, dejando por el camino una estela de vecinos enfadados tras ellos. Esta escena es más que habitual en muchos barrios de València tales como el Carmen, Ruzafa y hasta el Cabanyal, todos ellos, y otros tantos, están viviendo en sus propias calles las consecuencias del turismo de masas que -por falta de regularización- está empezando a parecer “más bien una invasión”. En estos los barrios valencianos, entre bajos ilegales y Airbnbs se encuentran también el artista Vander, el dramaturgo y cantante Pepe Ruiz de Atiro Hecho y un jovencísimo artista multidisciplinar llamado Nereu Soto, quien con tan solo 16 años sabe más de gentrificación que de arte.
Todos ellos responden a la gentrificación a través de sus creaciones y se sirven de la ilustración, la música, el teatro y la performance para hablar de sus espacios y cómo están siendo ocupados. “Es una manera pacífica de canalizar la rabia”, añade Vander, “buscamos un altavoz desde el que poder decir estas cosas y hacer pensar a quien ve nuestra obra”. En su caso lo hace desde un cartel en el que se puede leer: “No és turismefòbia, és veïnafilia”, una frase que se contorne alrededor de una bomba con el logo de Airbnb sujetada por una chica que pone una “cara tierna” a esta lucha. Vander opta por un estilo más amable para elevar su mensaje: “Dentro de la rabia que puede dar este tema se trata de algo que implica a todo el mundo, por lo que prefiero apelar desde un sitio que llegue a más gente”, refiere sobre el gesto amable de su ilustración. Contempla que de esta forma su mensaje puede llegar a pequeños propietarios que heredan ahora tanto bajos como inmuebles y también a los caseros que pueden mantener un alquiler regulado: “Necesitamos personas que alquilen a valencianos y encontrar nuevas maneras de comprender el barrio y defenderlo”, añade.
A pesar de el diseño y la “cara bonita” su obra jamás colgará de ningún bajo comercial, pero sí servirá para capturar el grito de los artistas locales que se ven desplazados de su propia ciudad pero que emplean el arte como respuesta. De la misma forma, a través del diseño y la cartelería, Soto interviene contra la gentrificación de Ciutat Vella a través de diferentes acciones de resistencia con la que habla de “la supervivencia de un distrito mediante la revelación de sus vecinos y vecinas”. Con esta filosofía genera una líndea de cartelería en la que “es busca veïnat de Ciutat Vella” con un diseño sencillo e impactante para generar reclamo y llamar a la “unión del vecindario”: “Creo que es una labor de todos permanecer en el barrio y hablar de una concienciación de los espacios para evitar que se conviertan en un parque temático. Los que nos quedamos en el barrio tenemos que movilizarnos ante esto y emplear una expresión artística para ello es una forma pacífica de hacerlo”, añade.
La elección del idioma no es casual, tanto Vander como él lanzan un mensaje dirigido a "los locales": “Emplear el valenciano es un acto político, pienso en lo que está sufriendo la ciudad ahora y lo que nos queda por padecer e intento responder de forma pacífica a través del arte, generando un reclamo”, señala Soto. Su edad le sirve también de baza contra este ataque ya que vivir esta “invasión” desde la adolescencia le hace ver los espacios como lugares en los que criarse: “Mi barrio es parte de mi descendencia cultural y de mi identidad, creo que estas acciones son un acto de violencia y rebeldía desde el que puedo hablar sobre lo que está pasando”, añade.
Con motivo de reflejar esto de una forma aún más visual “ocupa” el Espacio Modotti durante más de quince horas con la performance El barrio no es una expo, con la que interviene en la vida del barrio desde un supuesto “marco de poder” que en este caso se sitúa dentro de los escaparates expositivos: “Para mi el escaparate es una evidencia de lo que es una ciudad, es un escenario de poder donde se refleja el despotismo hacia los vecinos y las vecinas de València que ya no pueden vivir en sus barrios”.
Ante otro tipo de público, uno que sí que ha pagado entrada, Pepe Ruiz sube al escenario del centro cultural La Reina 121 -el día 15 de junio a partir de las 20h- la pieza Esta obra gentrifica en la que critica el turismo de masas desde la compañía Atiro Hecho. Armado de un buen discurso y su guitarra Ruiz se sube al escenario para hacer teatro “de guerrilla” con el que habla de esta “ocupación” del espacio a través de cajas y otros elementos. Sobre el escenario se ve como el espacio se va llenando poco a poco: primero de cajas de mudanza de estudiantes, luego de la clase alta y finalmente de botellines de cerveza y camisas estampadas que representan a los turistas. “Es una especie de clase magistral sobre el barrio y en lo que se está convirtiendo a través de la ironía y el sarcasmo. Es un acto de activismo desde la propuesta en la que dramatizo y reflexiono sobre la política, el impacto de la turistificación y la gentrificación… porque antes supe de gentrificación que de teatro”.
En este caso en la obra, junto a su guitarra, canta un par de temas que reflejan a modo de canción protesta lo que le hace sentir la gentrificación del barrio a ritmo de La milonga de la clase media y con algunos versos de Ruzafa no me quiere, que dicen así: “Ayer me dijo el de la inmobiliaria que estoy perdiendo mucha pasta, que la vivienda no es un derecho sino un bien del cual sacar provecho”. Ambas canciones están incluídas en Esta obra gentrifica, que se creó en 2015, sigue teniendo una actualidad “preocupante” con la que Ruiz analiza el panorama que le rodea desde el activismo cultural, con el que critica una realidad que tristemente sigue siendo muy vigente, y hasta empeora. Una realidad que, como dice su canción, refleja una València que está hecha “para el rico o el turista”.
“Cuando escribí esta obra tenía unos 28 años y estaba viviendo un momento muy doloroso por no encontrar un espacio propio o no poder desarrollar mi vida en el barrio -Ruzafa, en este caso- quería generar una respuesta un poco “punki” a todo lo que estaba pasando y que se ha ido extendiendo a lo largo de toda la ciudad”, añade, matizando que del texto solo ha tenido que adaptar las referencias de Ruzafa y "convertirlas" al Cabanyal -donde la representa ahora- con lo que demuestra que la temática no ha caducado: “Si la historia hubiera caducado significaría que ya no es un problema aunque mirándolo por el lado positivo es bueno que se generen artefactos artísticos para concienciar sobre el tema y representarnos”. Y de esta manera, gracias a los artefactos, hacer que la protesta salte de la calle a las “propias carnes”
Acción y reacción
Pepe Ruiz: “No hay que esperar a que le llegue el turno a tu barrio para generar conciencia sobre este tema, la realidad es que todos estamos perdiendo espacios. No me importa tanto que la obra guste a todo el mundo sino que quienes la vean luego se apunten a una asamblea de vecinos o al sindicato de vivienda de la zona para luchar por sus derechos como habitante de la ciudad”.
Rebelión identitaria
Nereu Soto: “Llevo toda la vida viviendo en el barrio y siendo muy consciente de mi identidad en esta ciudad. Creo que ya no es rabia ni impotencia sino la intranquilidad de ver que nos están expulsando. Los que nos quedamos en el barrio tenemos que movilizarnos”.
La unión hace la fuerza
Vander: “Llevo desde 2015 peleando con este tema desde la asamblea Entre Barris y sé que lo que está pasando no es nada nuevo. Puede parecer que hasta que no te toca a ti no tiene mucho sentido trabajar de la mano. Los grandes propietarios son, por lo general, oportunistas y es necesario responder desde el vecindario porque los números siempre van al mejor postor. Ya no importa defender el barrio sino dejar que quien pague más dinero ocupe nuestro espacio”.