Hace aproximadamente año y medio publiqué una tribuna en este mismo medio titulada "Valencia y un modelo turístico sostenible a futuro", cuya lectura, hoy a finales de mayo de 2024, me hace ver mi ingenuidad en aquel momento.
Y es que el aumento de las molestias para los vecinos de la ciudad, y en particular de Ciutat Vella, en este tiempo es muy significativa hasta el punto de plantearme, como muchos otros vecinos de la zona, si vale finalmente la pena vivir en un entorno tan deteriorado.
¿Qué es lo que ha ocurrido? Recientemente, Vicent Molins publicaba en este mismo medio un articulo "Todo lo que el tándem Ryanair-Airbnb cambió de València", donde entre otra información interesante se reflejaba el brutal incremento de turistas en la ciudad en los últimos años.
Por ejemplo, el número de pasajeros en el aeropuerto de Manises se ha duplicado en tan solo 8 años y entre 2022 y 2023 el aumento fue de ¡más de un 20%! hasta los casi 10 millones de pasajeros que, me temo, serán bastantes más en 2024. Con esas cifras no es de extrañar el rápido deterioro de Ciutat Vella principal zona turística de la ciudad.
Les pongo algunos ejemplos de ese deterioro: la masificación extrema de algunos enclaves del centro como la calle San Vicente, la de Maria Cristina o la calle Caballeros, la suciedad generalizada del barrio con los suelos llenos de mugre y las papeleras y los contenedores desbordados de continuo, la marabunta de grupos de cruceristas siguiendo a sus guías con sus palos y paraguas en los aledaños de la Lonja y el Mercado Central o los gritos de muchos guías que se empeñan en seguir sin proporcionar a los turistas, como si ocurre en otras ciudades, auriculares para reducir así el impacto sonoro.
Y a esto, añadir otros problemas que ya citaba en mi tribuna del año pasado, y que continúan de forma agravada como son la invasión de espacio público por parte de las terrazas de los hosteleros sobrepasando los espacios asignados -con casos tan flagrantes como el de la plaza Rodrigo Botet donde las terrazas hacen imposible sentarse en el banco público de la plaza- o la constante presencia de músicos callejeros que incumplen de forma sistemática la normativa, sin que, ni la Policía Municipal ni el Ayuntamiento, conocedores del problema, hagan nada pese a las continuas quejas de los vecinos.
Mientras, los responsables de Visit Valencia y el resto de autoridades municipales parecen vivir en otro mundo y, desde luego, no en Ciutat Vella, porque si no, no se atreverían a declarar sin sonrojarse que "si antes Valencia quería convertirse en la Copenhague del sur: ahora Copenhague quiere ser la Valencia del norte", mientras sigue aumentando la inversión en promoción turística con eventos variopintos y nuevos destinos tan exóticos como Sofia, Cracovia, Tirana o Breslavia con las lowcost Ryanair y Wizzair acaparando la mayor parte de los vuelos que salen y llegan a Manises.
Pueden imaginarse la sorpresa de un danés, de Copenhague, funcionario de la Comisión Europea, al comentarle la frase anterior durante una cena en una terraza de Ciutat Vella en este 2024 mientras un músico callejero nos machacaba los oídos con su versión de Bella ciao. Acabó por responder, sin atisbo de ironía, que la calle María Cristina y la zona del Mercado Central más que a Copenhague le recordaba al zoco de Marrakech...
Hay que reconocer que las recientes declaraciones de la alcaldesa Catalá planteando la desaparición de los macrocruceros a partir de 2026 son un rayo de esperanza y que la reciente entrevista al responsable de Visit Valencia Tono Franco en Hosteltur titulada "Valencia: Un nuevo modelo turístico para un crecimiento sostenible" contiene elementos y mensajes que pueden ir en la dirección correcta.
El problema es que llegan tarde y además contrastan con las realizadas por otros responsables municipales que durante la presentación del Plan Estratégico de Turismo 2024-2028 defendieron a capa y espada el turismo de cruceros que esta previsto atraiga en 2024 a 820.000 cruceristas lo que significa, nada más y nada menos que ¡un 90% mas que en 2019!
En definitiva y a la vista de las actuaciones, tanto del gobierno municipal anterior como del actual, porque en esto apenas ha habido diferencias, me invade, nos invade, un gran escepticismo ya que no parece que sean conscientes de la problemática con que nos encontramos.
Habría que pedirles también a los responsables municipales que, en sus continuas declaraciones ensalzando la colaboración con el sector hostelero, tuvieran en cuenta que los turistas que vienen a Valencia no lo hacen principalmente atraídos por su hostelería sino por la oferta turística global de la ciudad que, en su mayor parte, pagamos entre todos. En último término lo que supone el turismo es una traslación de bienestar, pero también de renta, de los vecinos de Ciutat Vella que cada vez tienen peores servicios a un precio más alto a un sector turístico que cobra precios cada vez más altos a un número creciente de turistas acaparando la gran parte sinó todo el beneficio.
No puedo tampoco dejar de mencionar la tantas veces exaltada Capitalidad Verde Europea de Valencia en 2024 que contrasta con el parque de vehículos que hacen los suministros en el centro de la ciudad, la mayoría antiguos y de gran tamaño o el propio autobús turístico que recorre diariamente nuestras calles contaminando el aire
A mi juicio, es momento de actuar ya porque la situación esta llegando al limite con tensiones crecientes de convivencia entre vecinos, turistas, hosteleros y especialmente con los que se benefician del boom turístico sin cumplir con la legalidad y si no se toman medidas, no nos extrañemos luego que, en un momento dado, el problema pueda estallar.
En este sentido, otros destinos turísticos sí han reaccionado. Como ejemplos, San Sebastian que ha limitado los grupos con guía en la ciudad o Formentera restringiendo los turismos que pueden acceder a la isla en los meses de verano y prohibiendo el turismo de camping y caravanas.
Lo que piden los que habitan en Ciutat Vella es que las autoridades municipales no les ignoren o les despachen con buenas palabras sino que cuenten realmente con su opinión.
He tenido ocasión de participar en los grupos de trabajo de la Junta Municipal de Ciutat Vella que, siendo una buena oportunidad para debatir con otros y ayudar a articular a la sociedad civil, contando además con una estupenda organización y disponibilidad por parte de los responsables del Ayuntamiento, tienen muy limitados sus cometidos y nula capacidad, ya no de decisión, sino de influencia.
Ejemplo de ello es el nombramiento, sin tener en cuenta las candidaturas que se presentaron en Grupo de Trabajo, de una responsable de las asociaciones de comerciantes en el Consejo Municipal de Turismo, muy respetable, pero que no representa a los que viven en Ciutat Vella.
En definitiva, nos encontramos hoy ya en Ciutat Vella en una situación que me atrevo a calificar de emergencia, con una previsión para los próximos meses de crecimiento de visitantes en un porcentaje similar o superior al de los últimos años que, sin duda, va a agravar aun mas la situación.
Mientras, las autoridades, pese a tímidas concesiones a la galería, siguen sin reconocer la gravedad del problema para los vecinos y, lo peor de todo, continúan tolerando el incumplimiento sistemático de la normativa municipal por parte de algunos hosteleros y otros que se benefician del turismo desde la ilegalidad.
Hacen falta medidas urgentes para paliar la situación y conseguir así que Ciutat Vella recupere su convivencia y Valencia pueda convertirse, poco a poco, esta vez si, en la Copenhague del Sur que nuestras autoridades anhelaban.
Jaime Palafox es experto evaluador para la Unión Europea y miembro de la Asociación de Vecinos Universidad.