los 'influencers' han elegido sus restaurantes favoritos

Guerra abierta entre influencers y gastrónomos

El virus de los ‘influencers’ invadió primero el sector de la moda y ahora llega hasta la gastronomía, ¿cómo se verán afectados nuestros restaurantes por esta plaga de personajillos supuestamente relevantes? ¿nos creemos sus recomendaciones o todo esto solo es un gran pufo?

| 26/10/2018 | 3 min, 55 seg

Ojiplático. Pelos como escarpias. Me informan de que los ‘influencers’ más influyentes (valga la redundancia) de España han elegido sus restaurantes favoritos de València y no puedo callarme la boca. ¡No quiero! La lista de los recomendadores es para echarse a temblar: Dulceida, Álex Chiner, Álex Domenech, Andrea Compton, Mr Jägger, Alba Paul, María Pombo, Marta Lozano, Marta Pombo o Sara Baceiredo (a Dulceida sí la conozco, pero… ¿quiénes son el resto?).

Pero vamos al lío; la lista la ha elaborado la plataforma Peoople y sus cinco imprescindibles son los que siguen: en primer lugar Saona (¿por qué no me sorprende?), seguido de Paprika Natural Bistro, Turqueta (del grupo Saona), Restaurante Lambrusqueria y Goiko Grill que cierra un top cinco, cuanto menos, sorprendente. Sorprendente por la sencilla razón de que ninguno coincide con ninguna otra guía de recomendaciones gastronómicas de la ciudad: ni Repsol, ni Michelin, ni la prensa local ni nuestro querido Anuario Hedonista se hacen eco de ninguno —esto es: ninguno— de los restaurantes favoritos de estos ídolos (e ídolas, no la vayamos a liar ahora) de millennials y xennials y la generación de mocosos que sea la que toque ahora.

¿Como puede ser que los tops ‘de lo que mola’ y nuestros colaboradores más hedonistas (Marta Moreira, Bárbara Blasco, Carmen Artola, Macarena Escrivá, Alfredo Argilés, Paula Pons, Olga Briasco, Lidia Caro o Almudena Ortuño) anden caminos tan diferentes? O sea, ¿por qué esta disparidad entre la prensa ‘seria’, donde en València reina claramente Ricard Camarena, y estos reyes del mambo del Instagram? ¿Nos estamos perdiendo algo o aquí hay gato encerrado?

Lo suyo es empezar por el principio: ¿qué narices es un ‘influencer’ y de dónde han salido?  Según la RAE no existe, pero Fundeu si recoge el término inglés para “aludir a personas con conocimiento, prestigio y presencia en determinados ámbitos en los que sus opiniones pueden influir en el comportamiento de otras muchas personas”. Por ejemplo: “Hablamos con Irene Kim, la influencer de origen coreano que está revolucionando las redes” o “cómo el papa Francisco se convirtió en el gran influencer de las redes”, asimismo recomienda la voz española influidor para referirse correctamente a este movimiento pero hay que admitir que suena un poco como el culo: influidor.

No han sido pocos los conflictos que ha generado esta tendencia a gorronear a cambio de una fotografía y un puñado de likes —desde David Muñoz a Begoña Rodrigo, desde Javier de Andrés del grupo La Sucursal al nada comedido propietario de la taberna Topik: “que te dé de comer tu madre”. Y es que la forma de actuar siempre es la misma, el influencer de turno propone al restaurante (via DM) un intercambio supuestamente provechoso para el restorán, “Tengo un blog y una cuenta en Instagram, invítame a cenar y te recomiendo”. Así, a pelo, sin vaselina ni hostias.

“Invítame a cenar y te saco una foto en mi Instagram”

La comunidad gastronómica (verdaderos aficionados, periodistas en nómina y casas de comida de toda la vida) está un poco hasta las narices de este circo en el que han entrado no pocos restaurantes y las razones son obvias: todas esas recomendaciones no son más que anuncios pagados. Anuncios pagados cuya moneda es un papeo pero que distan mucho de ser una sugerencia libre, ética y basada en una experiencia verdadera —y por lo tanto está engañando al lector.

Se amparan en el vacío legal en el que, a falta de regulación, viven estos nuevos canales pese a que la ley es clara: “La Ley General de Publicidad deja claro que cualquier tipo de publicidad debería ser claramente identificada como tal”. ¿Son todos los ‘influencers’ así? Claro que no, hay maravillosas excepciones que nos dan pistas de por dónde irán los tiros de la comunicación que viene, pero hasta entonces, y mientras siga creciendo este lodazal de crápulas, gorrones y tantos restaurantitos ‘de moda’ el mayor perjudicado yo tengo claro quién va a ser: tú.

Comenta este artículo en
next