¿Lounge·bar? ¿Cómo que lounge, nano? ¿No tengo claro aún lo que es un gastrobar y me metes en otra nueva?
La Santa está en el mismo cruce que El Albero, en pleno Cánovas, el lugar en el que los sueños y esperanzas llevan chalecos acolchados de El Ganso. Me la crucé un poco por casualidad, venía del centro. Estaba comprando gastroregalos para gastrocolegas y sabía que por Colón y por Gran vía no hay nada interesante, así que fui adentrándome y callejeando, tal vez con la intención subconsciente de ir a Ciscar 26, a probar las bravas que recomienda Carlos Herrera.
Mesa de la terraza, exterior, noche. Un señor con mascarilla se acerca con un pequeño bloc y un boli.
- Hola ¿Ya lo sabéis?
- Estábamos echándole un vistazo a la carta. ¿Cuál es el plato estrella?
- Todo, todo está bueno.
Meeeec. Error. Esa respuesta indica que NADA realmente sobresale. Si hoy hubieras ido al mercado, me hablarías de lo que has comprado, si una de tus tapas fuera especial, me lo dirías con orgullo, pero me das una respuesta genérica porque, aceptémoslo, ni se quiere a todos los hijos por igual, ni el PSOE es de izquierdas, ni todas tus tapas estan buenas.
La puerta del local tiene como un dintel (¿se dice dintel?¿es esa la palabra que busco?) de madera tallada que le da un aspecto rural y molón. La carta es bastante clásica, muy bar. Hay esgarraet, ensaladilla, clóchinas, titaina, y alguna concesión millenial tipo miniburgers, o pollo rebozado en cereales, pero vaya, clásicos de ayer y hoy.
Lo primero en llegar fue un platito de jamón de bodega, con pan y un cuenco de tomate.
Bueno, un jamón que sin ser un ibérico de la hostia, apaña muy bien. Poca grasa, corte fino como papel de fumar, textura juguetona en lengua, persistente en nariz. Lo compro. Cuando tenemos el plato a mitad, llegan las albóndigas.
Son caseras, y tienen su aquel. Mi colega apuntó que "la irregularidad de su forma le recordaba a las de su abuela, porque las que te ponen en el trinquet son esféricamente perfectas". Cierto, estas son irregulares y maravillosas, y mi colega es una persona especial. La salsa está buena, la carne está buena, todo apunta al okey. El plato invita a un suque profundo, y creo que a nivel almuerzo, esto puede ser un bocata ganador. Barra de pan, tres o cuatro cacharros de estos, y a lo mejor, no sé, un queso fundido, o hasta unos pimientos, y tienes el día hecho. Os dejo ahí esa idea.
Las gambas al ajillo, en cambio, no valen ná. Si acaso el aceite, porque viene con guindilla y ajo frito y ahí no puedes fallar, pero la gamba es de esta que cruje al morderla. ¿Sabes lo que te digo? Esa que siempre se queda un poco como transparente y hace crac-crac. Nada, ignorémoslas muy fuerte y tal vez desaparezcan.
Se habla poco del mal envejecer de la croqueta, y demasiado de que Nicole Kidman se ha cagado la cara con el botox
Por aquello de meterle menos calorías, que ha sido navidad, pedimos un tomate raff con ajo. También funciona, pero tienes que echarle uno de los sobrecitos de sal que te traen. Lo hubiera preferido más blandito, pero eso ya es gusto personal. El poco pan que quedaba tras las albóndigas y las gambas se fue a por el aceitarro del tomate. Bien, porque para la conciencia es verdura, es una ensalada.
También pedimos un par de croquetas de pollo. Meh. Not game changing. Creo que el problema esta vez fue la hora. Son unas croquetas que recién hechas tienen que molar, pero a esa hora estaban como securrias. Se habla poco del mal envejecer de la croqueta, y demasiado de que Nicole Kidman se ha cagado la cara con el botox. Vamos a dejar a Nicole en paz y vamos a empezar a investigar cómo hacer que una croqueta te aguante bien de la mañana a la noche. Tamaño bien, tropezones correctos, textura levemente gomosa con intervalos de pomada.
Rematamos con una tarta de queso. El camarero, dijo que los postres eran caseros y que había que dejar un hueco y tal. La verdad es que está buena, pero para mí, excesivamente dulce. La textura es interesante, porque es como espuma, es muy aérea. Lleva un mogolloncete de pistacho molido por encima, y una muy fina base de galleta. Me ganaría si tuviera menos azúcar y tal vez un puntito salado al fondo. No obstante, okey, me la volvería a pedir.
El camarero, súper atento, se interesa una vez más por si hemos comido bien, y nos saca la cuenta.
58 pavetes entre 3, a casi 20.
Bueno, es un bar cuqui, se ve que funciona, pero no tienen nada cocinalmente hablando que digas...buah. Sería un Okey si pasas por allí, si utilizara esas puntuaciones en estos artículos, cosa que no hago. No obstante, terracita buena, personal servicial, albóndigas interesantes.
Goza de amplio aparcamiento.