Somos primos hermanos unidos por las dos orillas del mar Mediterráneo
Compartimos frutas y verduras, pescados y mariscos, cereales, frutos secos, semillas y legumbres. Compartimos el ajo y el aceite de oliva, que es casi como nuestra partida de nacimiento. La gastronomía libanesa y la mediterránea se acarician de lejos, separadas por ese enorme mar que ha moldeado a las civilizaciones antiguas que forjaron nuestra identidad. Tenemos mucho más en común con un libanés que con un alemán, por mucho que les pese a algunos.
La cocina de Oriente Próximo tiene grandes representantes en nuestra ciudad, sobre todo desde hace unos años a esta parte. Balbeec, Kukla, Bekaa... son un buen ejemplo de cómo cocinas que están a miles de kilómetros se puede replicar sin disfrazarla. Al club se ha unido desde hace unos meses, Bistronomía Laurel, el restaurante que Nadine Merhi y su marido –que tiene una amplia experiencia hostelera, ya que cuenta con cinco restaurantes en Beirut– abrieron hace menos de dos meses junto a su socio, el cocinero de origen libanés, Kamil Bouloot. Este reconocido cocinero fue el encargado de diseñar la carta del restaurante y durante una semana enseñó al equipo de cocina a ejecutar los platos.
Uno de los más destacados es esta lubina, que como explica Nadine, está inspirada en el Sayadieh, un plato típico de pescadores, a base de arroz y pescado de la cocina siria y libanesa, elaborado con especias que ahora se encuentra en todo el Medio Oriente, donde se prepara en casa para ocasiones especiales y comidas con invitados. En Bistronomía Laurel lo elaboran con lubina que pasa por la parrilla antes de freírlo ligeramente, lo que le da ese toque crujiente tan característico. La lubina se acompaña con el arroz, muy especiado, en el que predomina la canela. Es uno de los platos estrella y está de muerte.
Aunque sus raíces son libanesas, en el restaurante no cuelga ningún cartel de cocina de Líbano. Se identifican más con el apellido de cocina fusión mediterránea que bebe de todas las orillas, desde Grecia, Chipre o Turquía. Laurel está al final de la Gran Vía Ramón y Cajal, justo antes de bajar la pasarela inferior del túnel que une con Germanías. Una ubicación un tanto extraña–no es tierra de nadie–, pero con mucha afluencia de paso y que puede convertirse en el sitio perfecto para comer antes o después de coger el AVE. El interiorismo cuidado (a cargo de Verónica Corral) , esa terraza donde pasar las noches de verano y el servicio atento y profesional, le otorgan unas credenciales prometedoras.