En el taller de su bucólica casa de piedra entre viñedos, en Jesús Pobre, Angelica y Jean crean sus piezas de cerámica creativa hecha a mano. Esta es su historia.
“Todo empezó como un juego”. Angelica es bailarina y Jean diseñador gráfico de formación y fotógrafo de profesión, aunque ya en su infancia trabajaba con las manos. “Hacía objetos de madera o joyería y tenía ganas de probar la cerámica, así que hace unos años compramos una cuña de barro y nos pusimos a trastear”. Ese fue el germen de Magari Things. Primero montaron un pequeño torno, compraron un horno de esmalte en el rastro de Xaló y luego, a través de Wallapop, un horno grande de gas, que a día de hoy es el principal. “En un horno eléctrico controlas todo más, pero el horno de gas es más romántico”.
Ellos lo son. Se conocieron hace cuatro años y también fue en un bar. Angelica, italiana de Emilia Romagna, tenía familia en Denia y Jean nació en Vichy (Francia) pero vivía en la capital de la Marina Alta desde que era niño porque su madre es dianense. Magari no es su primer proyecto: ya en 2007 creó, junto a Jake Abott, Pelutipelat, su propio estudio de fotografía y creatividad.
Ahora, ya dedicados por completo a la cerámica, viven y trabajan en una casa rústica en medio de la naturaleza, que Jean habita desde hace 12 años, rodeada de pinar mediterráneo y de viñedos. Está en Jesús Pobre, pedanía de Denia y, como a casi todos esos lugares especiales, cuesta llegar. Aquí tienen el taller y un pequeño showroom con una representación de sus piezas de cerámica utilitaria: sus pequeñas y ya icónicas tablas de colores pastel, sus minimalistas vasos, las curiosas anémonas, centros de mesa o cuencos. Para crear esas obras, emplean tres técnicas: el torno (para ensaladeras, botellas, vasijas…), el modelado a mano y la colada.
También comparten su conocimiento: organizan experiencias cerámicas, que son sesiones al aire libre y de 4 horas (una, dos o tres, en función de la modalidad elegida) para iniciarse en la cerámica, modelar y esmaltar una pieza propia o para hacer una sesión de cocción Raku, una técnica muy efectista en la que intervienen los cuatro elementos.
Magari Things, de estilo ecléctico pero fácilmente reconocible, tiene un cariz muy gastronómico: sus primeros clientes fueron Quique Dacosta (a quien Jean ya conocía por su trabajo como fotógrafo) o Borja y Clara de Tula, para los que diseñan creaciones ad hoc. “Acceder a ellos fue fácil, pero sabía que si el producto no valía, no lo iban a poner en su mesa”. Pronto, también muchos particulares se enamoraron de sus piezas en el Mercat del Riurau, donde montan un puestecito todos los domingos.
Reconocen que para los primeros encargos necesitaban varios meses. “Teníamos que hacer más de un centenar de unidades para sacar unos cuantos platos”. Este mes acaban de entregar el pedido más grande que han tenido hasta la fecha: han sido casi 200 piezas y han tardado dos meses.
Otros cocineros como Miquel Ruiz
o Miquel Gilabert (restaurante
Mare) también lucen con orgullo las piezas diseñadas por Magari Things en sus redes sociales. Suculent Gilabert, por ejemplo, emplata su gamba roja de Denia sobre un plato negro agujereado, inspirado en la piedra volcánica. Su proceso creativo cambia en función del cocinero con el que trabajan.
Les mueve su inquietud y su necesidad innata de crear cosas nuevas constantemente. De hecho, este taller antes lo fue de madera o de ruedas de skateboard. “Nuestro espacio va mutando: también fue taller de joyería y ahora lo es de barro”. Su maestro en esta disciplina, reconocen, fue Manuel de la Cruz: les asesoró en el tema de cocciones o esmaltes. “La cerámica es un mundo y hasta que no estás dentro, no sabes cómo funciona”. Ellos se adentraron de lleno en él al comenzar el confinamiento: “aún no pensábamos vivir de eso, pero al saber que íbamos a tener que estar en casa, fuimos a Gandía y compramos todo el gres de alta temperatura que les quedaba. Teníamos todo el tiempo del mundo y queríamos aprovecharlo”. Les salió bien la jugada, porque desde hace dos años, Magari Things les mantiene. Su romanticismo no está reñido con la coherencia: Jean le busca la funcionalidad y la rentabilidad a todo lo que crea, nos confiesa Angelica. Por eso, lo que un día fue un “ojalá”, hoy es Magari Things.