El actor da vida a Lee, un hombre disfuncional que se reencuentra con su hermano
VALÈNCIA. Tristán Ulloa se pone al frente, junto a Pablo Derqui, de True West, una obra original de Sam Shepard (tal vez una de sus mayores obras), adaptada por Eduardo Mendoza y dirigida por Montse Tixé. En ella, dos hermanos que han optado por caminos vitales opuestos se reencuentran y surgen todas las cuentas pendientes. Se podrá ver este fin de semana en La Rambleta. Ulloa, unos días antes, atiende las preguntas de Culturplaza.
- Lleváis solo unas pocas funciones de la obra
- El estreno fue hace justo un mes en Avilés y llevamos siete funciones. Está siendo una gira muy estimulante porque el público está respondiendo muy bien. No es una obra fácil para el público: comedia negra, con tintes de realismo mágico… No es una obra ni al uso ni muy evidente. Es lo más parecido a un concierto de rock que he hecho en un mi vida, una cosa muy punki, pero es muy divertida de hacer y el público, cuando entra en la clave, es maravilloso.
- Ahora que la palabra reencuentro está en alza. El que propone True West con dos hermanos no es nada fácil ni placentero. Supongo que cuando entra la familia, todo se complica mucho más.
- Todo aquel que tenga un hermano sabe muy bien de lo que hablamos. No quiero ser tan categórico, pero la relación entre hermanos tiene una holgura y oscila entre los márgenes de la amistad y los lazos de sangre, dependiendo de la distancia o la cercanía familiar que tengan. En este caso, son dos hermanos que llevan mucho tiempo sin verse, casi cinco años. Hay un juego de espejos muy claro, y hablan de lo que uno es y también lo que anhela del otro. No es un juego de envidias, pero sí comparaciones. Uno representa un espíritu libre, y el otro lo idealiza; mientras que al revés, el otro hermano representa el sueño americano de mujer-trabajo-casa-hijo, la estabilidad. Con todo este equipaje llegan estos personajes a escena, con eso, y con la relación que tiene cada uno con su madre y con su padre.
- Claro, y por eso el reencuentro es difícil porque no solo se trata de hablar del qué sino del cómo. El texto de Sam Shepard plantea a dos personajes que no se saben comunicar con empatía.
- Yo creo que esa es la clave. Muchas veces, no solo en esta obra sino en la vida, la complicación es ser torpe en la manera en la que nos comunicamos con la gente que queremos, y también podemos ser muy torpes en la forma de ver. Podemos querer a alguien pero no quererlo correctamente, y esta obra habla de eso, de cómo dos personas tan cercanas pueden ser tóxicas entre ellos. Y esta dualidad… Es una opinión personal, pero no soy el único que lo piensa, que Shepard tontea con la idea de que estos dos personajes son realmente una única persona que lucha contra sí mismo, contra sus anhelos y sus aspiraciones.
- Por otra parte, de los dos personajes, hay uno que encaja mejor en los estándares de “lo decente” entendidos en la sociedad occidental, y eso hace que sea más fácil empatizar con él, a pesar de que los dos hermanos —cada uno a su manera— sean igualmente disfuncionales.
- Probablemente, todo lo que nos han vendido que es lo correcto y lo que uno debe hacer, que es formar parte de un sistema… A veces no se decide bien, o uno no puede razonarlo bien. Y otra cosa es sentirlo, y cuando tu cuerpo o tu forma de ser te pide otra cosa, siempre te sientes fuera de sitio. Como bien dices, hay uno de los dos personajes, con el que el grueso del público se va a sentir menos identificado, pero sí va a sentir cierta atracción por eso mismo, por ser tan diferente. Hay un magnetismo por Lee por lo pintoresco que es, ¡pero claro que es fácil emitir un juicio contra él! Si es un puto desastre…
- Y eso que tiene hasta aspiraciones para escribir.
- Sí, fíjate, es un tipo con cierto nivel cultural y ha tomado la decisión de abandonarse y de vivir la vida como la vemos. Con sus trapicheos y sus propias normas, y riéndose de las personas que están atrapadas en una vida que se supone que no han decidido. Hay un momento de la obra en el que confiesa que está en medio del desierto porque no tiene ningún otro lugar donde rascar. Me recordaba a Nomadland, que plantea si esa vida ha sido elegida o hay algo que la fuerza. En el caso de Lee, hay un poco de todo.
- Si ya tiene que imponer llevar a escena un texto de Sam Shepard, que además la adaptación sea de Eduardo Mendoza, debe dar una impresión de vértigo.
- Totalmente. Esta es la tercera obra en la que trabajo con Mendoza y es un gran tipo, un intelectual, y es un cachondo. Igual que lo fue Shepard en su día. Ahora estoy teniendo oportunidad de leer libros suyos y biografías, he descubierto que escriba de manera genial a sus personajes, con gran sentido del humor, y que además ha combinado la crítica al sueño americano con algo casi espiritual. Es fascinante lo que hace.