VALENCIA. 12 meses después de las elecciones 'del cambio', la Cultura que se deriva de la gestión de instituciones públicas valencianas (Generalitat, Diputación y Ayuntamiento de la capital) cuenta con tantas novedades como estancamientos. Si ayer este diario publicaba el primer artículo (arte, audiovisual y música) que resumía en apenas unos trazos esa administración de recursos, en este segundo se abordan los giros, gestos y conflictos permanentes en las artes escénicas, la lengua, libros y literatura, las fiestas y el patrimonio.
La salud de las artes escénicas en la Comunitat Valenciana se muestra completamente ajena a su devenir a partir de la política cultural, aunque no pocos de sus agentes ven este momento de esplendor creativo y artístico como una respuesta a la convulsión acontecida precisamente en el territorio público durante los últimos años. Pero no solo opina con criterio su entorno inmediato. Por ejemplo, en un segundo círculo, a los representantes de los institutos que acabaron integrándose bajo ese paraguas indeseado que es CulturArts (ahora, por estética o apropiación del cambio, Institut Valencià de la Cultura, como avanzó Las Provincias). Todos ellos se quejan de haber acabado formando parte de un holding que "vino a tapar los desmanes y cuánto sucedía en Teatres de la Generalitat".
Antes de ayer -en el voraz espacio tiempo-, la Comunitat Valenciana soñaba con adaptar Cien años de soledad comprando sus derechos, convenciendo a Vargas Llosa para reescribir (sic) el libreto y dejarlo en manos de Almodóvar para mayor gloria de titulares, en un flujo de repercusión social, impacto mediático y votos que no cabe volver a explicar. Eran tiempos de La Nau de las locuras, de comprar Mercedes de alta gama para territorializar las escénicas y de una "autocracia de opereta" que explotó como rebelión laboral, a la antigua usanza y, oh,casualidad, al sogato del cambio de Gobierno. Los precedentes, con la muerte por cansancio presupuestario de los festivales VEO y Dansa València, despertaban un apetito atroz por el cambio de aires.
Y ajeno a este origen del cambio, porque sus frutos germinaron mientras el pueblo se decidía a cambiar su voluntad, nos frotábamos las manos con las nominaciones a los Premios Max. Pintaba bien, pero fue excelente. Los discursos molieron a verbos el estado político de las instituciones y celebraron el cambio, aunque este diario publicara justo a la mañana siguiente el conflicto generado entre los festivales urbanos, profesionales independientes y otros con las ayudas directas -sin explicación previa, aunque sí posterior- a algunos certámenes. Entre otros, Tercera Setmana, un muy ambicioso proyecto que pretende poner a Valencia en la liga de los festivales de teatro nacionales. Y, si se arraiga y evita desaparecer como los arriba mencionados (por cierto, Dansa València volverá impulsada por la Generalitat en 2017), quién sabe si asemejarse a su referente: Aviñón.
Por el momento la inversión es un hito: 200.000 euros para una primera edición con participación de Generalitat, Diputación y Ayuntamiento. El apoyo se cuantifica así: Generalitat, 50.000 euros desde Cultura, 60.000 desde Turismo y cederá el Rialto; la Diputación destinará al festival 50.000 euros y los teatros Escalante y Principal; el Ayuntamiento de Valencia destinará 20.000 euros del área de Cultura, 10.000 euros de la concejalía de Turismo, 5.000 euros de alcaldía y cede Las Naves y el Teatre El Musical mientras que la Fundación SGAE cubre con 7.500 euros gastos de talleres y encuentros. Las citadas cesiones de espacios, personal y comunicación, no se cuantifican y el presupuesto final, con la aportación pública alcanza los 272.420 euros.
La propuesta atrae 28 estrenos y lo hace con apenas unos días de distancia de la Mostra de Teatre d'Alcoi, la "veritable fira" del teatro en la Comunitat Valenciana en palabras del secretario autonómico de cultura, Albert Girona. El festival, que bate récord de obras y atraerá a más programadores nacionales que nunca, es un auténtico superviviente de la crisis. Sin bajar el listón, con la implicación del propio Ayuntamiento de Alcoi y del equipo que lo gestiona, su programación vuelve a avanzarse y cuenta con un ligero incremento del apoyo por parte de la Generalitat Valenciana, a la espera de que la Diputación de Alicante concrete su aportación. Este año, 180.000 euros de presupuesto y una vigésimo sexta edición a punto de destaparse.
La Generalitat inicia así sus prácticas para cumplir con su ambicioso Plan Estratégico Cultural. En promete superar los dos millones de espectadores por año al final de la legislatura y -no menos interesante- incluir a 8.000 personas en la práctica del teatro, danza y circo amateur. Para ese último año de legislatura quiere producir o coproducir 12 espectáculos, lanzar un plan de ayudas plurianuales para la internacionalización de compañías, otro para festivales y ferias, la creación (que no construcción) de un centro de referencia "en cada uno de los espacios territoriales" para las escénicas y la creación de una Oficina de Desarrollo de Audiencias y Didáctica de las Artes Escénicas. ¿La intención? Conectar con nuevos públicos y mejorar frente a barreras como la accesibildiad o la democratización. Todo ello recogido en el Plan Estratégico.
En un espacio mucho más tangible, de entrada ya ha relanzado el deteriorado Sagunt a Escena. Para ello, y con la misma provisionalidad que con otras direcciones -como podría ser la de Casar Pinazo en el Museo de Bellas Artes San Pío V-, ha nombrado a Juan Vicente Martínez Luciano. Justicia poética o no, a Martínez Luciano le relevó en Teatres de la Generalitat Inmaculada Gil-Lázaro, en 2005, y ahora trabaja para lograr "una edición de transición", según fuentes de la Conselleria, pero con un empaque que mantenga la marca en el competido escenario nacional de festivales veraniegos de escénicas. El marchamo, el entorno y la voluntad mantienen altas las expectativas para "demostrar el cambio".
A todos los implicados y en un sentido general, la guinda que consolida el cambio para buena parte de las escénicas tiene algo que ver con haber 'colocado' a Abel Guarinos al frente de CulturArts. Más allá de las vicisitudes del comité de elección, el veterano de las escénicas (director durante 25 años de la Mostra Internacional de Mim de Sueca y funcionario de Teatres) ha puesto un pie en el cargo relanzando el proyecto que defendía 'desde dentro' durante los últimos años: el Circuit Teatral Valencià. Este servirá para territorializar los recursos, impulsando una de las ideas más plurales de la Generalitat para el ámbito y que durante los últimos años había caído en un progresivo deterioro. Pero más allá de este efecto concreto, la figura de Guarinos solo ha despertado alegría y consenso en el momento de su nombramiento, algo lo suficientemente relevante y destacable dado el ecosistema escénico valenciano.
Desde la Diputación, además de la implicación en el caso Tercera Setmana, se ha puesto especial hincapié en la recuperación por un semestre de la programación del Teatro Principal (espectáculos y compañías valencianas se quedarán toda la atención en este periodo). Se ha lanzado, además, una convocatoria para encontrar a un nuevo director para el Teatro Escalante, eso sí: con la programación del próximo curso y las líneas básicas acotadas al menos para ese periodo. Solo cabe dilucidar si, finalmente, el exdirector del centro denuncia un despido improcedente, tal y como informó esta semana eldiario.es. La diputada de Teatros, que no ha lugar a conflicto, concluye que "choca que [Vicente] Vila reclame ahora su condición de indefinido, y durante los 27 años anteriores no lo haya reivindicado".
Los tres principales focos de atención y gestión por parte de Acción Cultural son, en efecto, el TEM, pero también el Espai Rambleta y Las Naves. La intención de sus gestores públicos era la de crear la figura de un coordinador de programación entre -al menos- estos tres centros que reciben la financiación del Ayuntamiento, pero la realidad administrativa ha resultado contraria a la feliz idea. La relación con La Rambleta (a través de abogados, como también publicó este diario) continúa un "exhaustiva" supervisión de los pliegos y condiciones, tal y como han asegurados fuentes de la regidoria en distintas ocasiones a Valencia Plaza. Con Las Naves, con una programación regular tanto de artes escénicas como de música, es otra distinta. Allí opera la Fundación Crea, gestionada desde la regidoria de Investigación, con Jordi Peris (València en Comú) al frente. Sin embargo, esta vinculación directa no ha servido para que el tercer centro mantenga toda su autonomía y, más allá de que la relación es más fluida que en el caso de Rambleta -según las partes-, tampoco parece caber esa figura de supervisión.
Los tres centros, con presupuestos dispares, parecen mantener una sana pugna por la competencia en la que el público a menudo es el beneficiado. Una explosión de oferta -además de festivales urbanos y la programación de una red de teatros privados y off también reactivada en los últimos 12 meses- entre la que, sin la figura de coordinación, parece atisbarse cierta aproximación a la definición de públicos a partir de sus posibilidades. En el caso de Espai Rambleta, aprovechando las instalaciones de un espacio mucho más proclive a la multidisciplinaridad, compitiendo por mayores audiencias y atrayendo a agentes culturales nacionales de lo más accesibles; en el del TEM con una propuesta hacia los riesgos, donde la inversión en teatro social y de calle son constantes, tratando de evitar darle la espalda al público más próximo; en el de Las Naves, con el teatro off a la espalda, pero una creciente tendencia hacia propuestas tecnológicas y de conversión social.
Estos dos últimos espacios contarán este verano con dos propuestas de residencia escénica inéditas para la ciudad hasta el momento. En el caso de Espai Rambleta, dentro del programa Under25 Alternative routes to ripen through theater que le vincula a un proyecto europeo con tantas potencialidades como los recursos que ha dispuesto Las Naves para hacer del estío un invernadero de propuestas emergentes, próximas a la sensibilidad de ambos espacios.
Si desde las tres administraciones -autonómica, provincial y local en la ciudad de Valencia- ha habido una política activa, visible y deliberada por cambiar el curso de su realidad, esa ha sido toda la que ha tenido que ver con la Llengua. Aunque los planes lanzados son diversos entre todas las administraciones, seguramente destaca en el escenario general la pacificación entre la Academia Valenciana de la Llengua y la Real Académia de Cultura Valenciana, tal como avanzó y siguió el diario Levante EMV. De nuevo, con la 'casualidad' espacio-temporal del cambio de Gobierno, el gesto sirve para despolitizar un escenario todavía alejado de la toma de decisiones más valientes por parte del Gobierno autonómico.
No obstante, la Llengua ha servido para que Ayuntamiento y conselleria de Cultura, por ejemplo, firmen un convenio de promoción. El propio Plan Estratégico Cultural vuelve a ser ambicioso con la causa, aunque buena parte de los recursos no va parar a la edición, publicación o traducción -que maquilla sus cifras de ayudas directas, años luz de las que disfrutan otras comunidades autónomas con lengua propia- sino al fomento de la lectura. ¿La cifra? 250.000 euros directos y 1,3 millones con la suma de todas las líneas complementarias vinculadas al idioma.
En la Diputación de Valencia buena parte de la atención la ha acaparado el nombramiento de Vicent Flor al frente de la Institució Alfons el Magnànim, en la que intervino un comité de selección a diferencia -como publicamos en el artículo paralelo- de los directores del MuVIM y el Museo d'Etnologia. El diputado de Cultura, Xavier Rius, compareció en diferentes ocasiones -alguna de ellas, en exclusiva para abordar el tema- para dar explicaciones. Dos años antes, el modelo pasaba por imponer al gerente (vía Alfonso Rus), pero el modelo extendido a partir del Código de Buenas Prácticas de la Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte ha mejorado la sensibilidad de los procesos.
La labor de Flor empieza a notarse precisamente desde hace algunas semanas y al equipo han acabado incorporándose Emili Piera, como responsable de 'Papers de premsa', y Romà de la Calle, para las colecciones de arte. Sus líneas de trabajo esenciales pasan por fortalecer el espíritu crítico e independiente de la institución, algo de lo que -además de sus conocidas publicaciones- dependerá si finalmente la IAM acaba por asumir papeles de peso en la Cultura a partir de las letras.
En materia de publicaciones, el año ha servido para que saliera a flote una de las noticias más esperadas de las últimas dos décadas: la primera aproximación al dinero público malgastado en la edición, impresión, publicación, logística y almacenamiento por parte de las administraciones valencianas. Desde el final de los años 80 hasta la actualidad, en una escalada disparada a partir del año 2000, Les Corts publicaban el conteo de la biblioteca bufa valenciana. 375.000 libros almacenados en una nave de Riba-roja, 2.100 títulos y una acumulación de favores a través de terceros, con contratos menores y en algunos casos sin concurso público (pese a cifras por encima de 100.000 euros en la producción de volúmenes), de la que todavía queda mucho que contar. De hecho, Les Corts se comprometieron a dar más detalles de las imprentas, editores y beneficiados de este sistema de publicaciones capaz de pervertir todo el escenario editorial y de su industria durante las dos últimas décadas. Todavía no ha llegado la fecha para resolver con precisión el escandallo de favores para los distintos gobiernos e instituciones a través de las publicaciones.
Por último en el ámbito local, además del acuerdo junto a la Conselleria ya citado, se ha dado un auténtico vuelco al vigor de los premios literarios 'Ciutat de València'. Nada menos que una inyección directa de 50.000 euros (la mayor desde la regidoria de Tello como ayuda directa al efecto cultural) repartidos de la siguiente manera (ocho categorías; cuatro en castellano y las mismas en valenciano): 12.000 euros para cada premio de narrativa, 10.000 para cada premio de ensayo, 8.000 para cada premio de teatro y 6.000 para cada premio de poesía.
La de Cultura Festiva ha sido una de las concejalías más activas en estos primeros meses de legislatura. Conscientes del poder del tejido asociativo en la ciudad de Valencia y su área metropolitana, Compromís fue el primer partido en tener una sectorial de fiestas, por lo que no es de extrañar que el tripartito dejara en sus manos la patata caliente. Olvidada durante años por una izquierda demasiado ‘cool’ para abanderar las tradiciones, en estos meses el concejal Pere Fuset ha tratado de revertir la relación con unas fiestas que, tal y como confesó él mismo, habían sido “ninguneadas” por la gauche divine. Una vez en el gobierno, han echado el resto en un campo en el que, además, el viento les viene a favor con la posible catalogación como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad como hilo conductor de su plan comunicativo, un trámite, eso sí, iniciado por el Partido Popular.
El tripartito ha tomado como propio el proyecto dirigiendo su plan, en el que se incluye la cartelería diseñada por Ibán Ramón, a la resolución de la Unesco, que llegará el próximo mes de noviembre. A sabiendas de que han de dominar un terreno a veces más movido por las pasiones que por la razón, el quipo municipal ha tratado de soltar más cuerda que en otras áreas, con mayor o menor éxito. El traslado de la Exposició del Ninot al Museo Príncipe Felipe, después de año apilando las figuras en una carpa, y la catalogación oficial del Museo Fallero como museo, lo que le permitirá acceder a financiación estatal y europea, son algunos de los logros de la concejalía en estos primeros meses de gobierno. También el proceso de selección de la falla municipal ha cambiado, con un jurado profesional que ha sustituido al anterior, compuesto por concejales de los partidos con representación en el hemiciclo.
La voluntad de los entendidos, sin embargo, no siempre coincide con la del público. La selección de dos proyectos innovadores ha provocado rugidos entre los más conservadores, evidenciando la existencia de dos realidades con dificultad para entenderse. El término medio parece la clave del éxito, aunque no es cosa fácil. Las tradiciones, algunas de ellas arraigadas y otras no tanto, han sido la brecha por la que se han colado los ataques del adversario. La ruptura forzada por Compromís y València en Comú con los actos religiosos, la polémica cuestión lingüística en las publicaciones festivas y su tensa relación con entidades como Lo Rat Penat han sido un filón para encender la mecha del sector conservador, un espacio que sí ha querido ocupar el PSPV, mostrándose como la ‘opción moderada’ del gobierno tripartito y participando activamente en algunos de los actos de los que la plana mayor del gobierno se ha querido separar.
Polémicas de la pasión y, también, de la gestión. Fue con la fiesta de fin de año que la oposición puso contra las cuerdas a Fuset. La Nochevieja en la plaza del Ayuntamiento se convirtió en un hito para la ciudad, que se estrenaba con una campanadas ya tradicionales en otras ciudades como Barcelona y, por supuesto, Madrid. Dj’s en el balcón de la casa consistorial y espectáculo lumínico, fue días antes de la ‘boda’ que el pulso entre la concejalía y Delegación de Gobierno impidió que el show se completara con el disparo de los fuegos artificiales previstos para la velada. Pero este fue solo el principio de una noche que provocó resacas antes de lo previsto.
El troceo de contratos, criticado por Compromís cuando era oposición y utilizado en este caso, y la vinculación de la empresa encargada del diseño del espectáculo audiovisual con el partido se tradujo en una denuncia de Renovación Política que, a la postre, fue archivada por la Fiscalía provincial. El ruido, aún así, duró vario meses. Con un coste de 29.583,57 euros, aunque con contratos menores que los libraban de la exposición pública, el evento sí tuvo un impacto mediático sin precedentes, que se sumó a otras novedades como la política de descentralización de los actos navideños y el cambio de lugar del belén de la plaza del Ayuntamiento que, a pesar de la alarma creada por algunos sectores que alertaban sobre su desaparición, tan solo se trasladó a la plaza de la Virgen tras una acuerdo con la asociación de comerciantes del centro histórico.
La concejalía de las batallas librará la próxima en Viveros. Las críticas de los promotores musicales por la tardanza en la toma de decisiones ha provocado que la Feria de Julio de 2016 no haya integrado cambios destacables con respecto a la gestionada por el Partido Popular. Lo cierto es que el esfuerzo consciente por recuperar las Fallas ha ido en detrimento del resto de proyectos, que han quedado en un segundo plano. De momento queda pendiente que los otros dos museos festivos, el del Corpus y el de la Semana Santa Marinera, sean declarados oficialmente como tal por la conselleria. La feria, por su parte, espera convertirse en una marca paraguas que sume las actividades culturales organizadas por el gobierno autonómico y Diputación. La revolución queda pendiente para 2017.
Aunque la rehabilitación ha sido una de las grandes apuestas del Ayuntamiento de Valencia, política que se quiere concentrar especialmente en el degradado barrio del Cabanyal, lo cierto es que los grandes proyectos todavía están por desbloquear y, los iniciados, han resultado más polémicos de lo que, en un primer momento, el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, esperaba. Entre los que están todavía en turno de espera, la siempre recurrente peatonalización de la plaza de la Reina, que originalmente se proyectó en 1999 por los arquitectos Miguel del Rey, Iñigo Magro y Antonio Gallud, y que el actual gobierno quiere recuperar. Todavía pendiente, su puesta en marcha es una de esas promesas a largo plazo que habrá que esperar a final de legislatura para sacar del cajón.
Sí se ha iniciado el proceso de peatonalización del entorno de la Lonja, único Patrimonio de la Humanidad de la ciudad, y las Torres de Serranos, donde se ha limitado el acceso de vehículos no sin las protestas de, entre otros, los comerciantes del Mercado Central. Macetas y bolardos han sido los utensilios para ejecutar una pacificación del tráfico que, a la vista, parece a medio acabar. Entre los proyectos contemplados en los presupuestos municipales de 2016 sí se encuentran los trabajos en la Aceitera de Marxalenes, con 841.103 euros, y en la Harinera del Grau, con una dotación de 647.050 euros.
Con un presupuesto de 2,6 millones de euros, en enero se iniciaron los trabajos de consolidación de San Vicent de la Roqueta, un proyecto físico pero no dotacional. A pesar del proceso de rehabilitación, el gobierno municipal parece no tener muy claro qué hacer con él y, hasta el momento, sólo se ha confirmado que será para uso social o cultural, un desconcierto que también se viven en cuanto al futuro de las Naves de Ribes. Aunque inicialmente se especuló con la posibilidad de ubicar la hemeroteca de la biblioteca, finalmente el tripartito hizo una curiosa maniobra puesta en entredicho por el Partido Popular y Ciudadanos. El gobierno de Ribó desembolsó 1,3 millones de euros para salvar al Centro Excursionista, cuya sede había pasado a manos de una propiedad bancaria después de que la entidad se declarara en concurso de acreedores.
El Ayuntamiento justificó la adquisición de este nuevo inmueble, ubicado en el número 2 de la plaza Tabernes de Valldigna, como nueva sede de la biblioteca Carles Ros, que acogía la Casa Vestuario y que ahora abandonara para desarrollar el proyecto de museo del Tribunal de las Aguas, un traslado que, según denunció la oposición, se podría haber efectuado en uno de los edificios vacíos de los que dispone ya el consistorio. Una de las cuentas pendientes que más sonrojan a la administración es el bloqueo de La Ceramo, para la que ahora existe una promesa de conversión en espacio expositivo, pero que en los últimos meses ha sufrido el derrumbe de parte de su tejado y desprendimiento de tejas.
Si los fuegos artificiales de la fiesta de Nochevieja enfrentaron a Ayuntamiento y Delegación de Gobierno, en cuestión patrimonial la diputa ha girado en los primeros meses de legislatura en torno al Palau del Temple, sede del segundo. Con las obras de rehabilitación en marcha y un proyecto aprobado cuando José Luis Rodríguez Zapatero ostentaba la presidencia del país, el tripartito revocó parte de la licencia al considerar que las actuaciones que "no se ajustan a la normativa vigente”. Meses de un tira y afloja que finalmente han acabado, a pesar de lo que se esperaba, por la vía del acuerdo. Delegación de Gobierno ha renunciado a levantar las dos plantas de sobreelevado recogidas en el proyecto original, con lo que las obras siguen en marcha.
Si en la Comunitat Valenciana se sigue apostando por la formación del cuerpo de Policía en materia patrimonial, los grandes proyectos de la nueva directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, derivados del plan estratégico Fes Cultura están por desarrollar. Entre ellos, la colaboración con la Agencia Valenciana de Turismo y la Dirección General de Comercio para fomentar las estrategias en torno a los bienes protegidos y la creación de una nueva marca que los aglutine.
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