Esenciales pero con ERTEs. La flota pesquera está a la merced de las mareas de la oferta y la demanda, pero está
¿Os habéis colado alguna vez en una subasta de pescado? Es algo hermoso. Una estampa bonita, que diría Paula Pons. Desde tierra firme se hace imposible no romantizar a esos hombres –siempre son hombres– que enfundados en petos amarillos y con la piel atezada se lanzan a la mar cuando la noche se resiste a desaparecer. Faenan entre 10 y 14 horas y por la tarde, reaparecen en el horizonte con cajas de pescado y marisco para descargar y subastar en las 19 lonjas de los puertos pesqueros de la Comunidad Valenciana.
«¡COLISIÓN!» es lo que aparece en rojo y en grande, acompañado de un sonido de conflicto, cuando dos compradores pujan al mismo tiempo. En los tiempos previos al COVID, con los restauradores compitiendo por el mejor género, era una escena frecuente. Hombres –aquí casi siempre son hombres– sentados, muy juntos, en una grada, escrutando la cinta que transporta cajas de poliestireno con bacaladillas, sardinas, gamba roja y compañía. De los precios de aquellos tiempos, en las primeras semanas de cuarentena solo quedó un 40%.
«El primer impacto fue el cierre del canal HORECA (acrónimo de HOteles, REstaurantes y CAfeterías), que es el que demanda el pescado de mayor valor. La flota notó que no tenía salida comercial. Al segundo o tercer día era inútil salir a pescar». Entre informes y estadísticas está Roger Llanes, Director General de Agricultura, Ramaderia y Pesca de la Generalitat Valenciana. «En marzo, respecto los a kilos capturados en el anterior período, hemos tenido una disminución del 35% en la provincia de València y del 42% en Alicante. Castellón aumentó porque una parte importante de la flota es de cerco, que no está tan destinada a HORECA».
La desaparición de la demanda del peix del capritxo, el de los restorans, ha mutilado a la industria. En cambio, el pescado azul y doméstico, resiste el envite. «Es una contracción del mercado: poca oferta por la gran parte de la flota amarrada, pero también poca demanda. Se han estabilizado los precios».
Para entender cómo ha afectado el parón vital de la cuarentena al sector hay que hacer una descripción –en este caso somera– de la pesca en la Comunitat: Nuestra flota –la mayor del Mediterráneo español junto a la de Cataluña– es de bajura. Los buques entran por la madrugada y salen a media tarde, siguiendo las mareas, salvo algunos de Santa Pola que se alejan. No hay pesca de altura ni caladeros extranjeros, la actividad se limita a nuestras aguas.
En el último censo publicado, el total de la flota pesquera era de 588 embarcaciones, de las cuales 214 eran arrastreros (que capturan gambas y otros mariscos); 37 de cerco (pescado azul, sardina, boquerón, caballa) y 321 de artes menores, la pesca artesanal de trasmallos y palangres. En estas embarcaciones, que faenan muy cerca de la costa, trabajan dos o tres hombres. Estos hombres, trabajadores esenciales, tenían que salir.
«Partimos de que la pesca es un servicio esencial y tenía que mantener su actividad, pero por falta de demanda se ha visto obligado a parar. En valor de ventas en Castellón en este abril ha bajado un 37%, es una burrada. En València se ha reducido en kilos un 33%. En Alicante las ventas han disminuido un 60%. En los primeros días hubo un parón casi total. Ahora algunas flotas están al 95%, a otras al 10%. Depende del tipo de buques/modalidad, las cofradías y los armadores».
Llanes subraya lo paradójico de que no se pueda mantener la actividad en un sector que se considera necesario. Con el mercado neutralizado, no tiene sentido levar anclas. Solo el gasto semanal en combustible de un buque de 25 metros de eslora puede alcanzar los 3200 euros. Las características del espacio de trabajo son una dificultad más: imposibilidad de mantener la distancias a bordo, carencia inicial de mascarillas y guantes, contacto físico cuando se recogen las redes e incluso las controversias para desplazarse de o hasta los puertos. «No había un entorno laboral seguro sanitariamente hablando. Gran parte de la flota amarró por miedo y se vieron obligados a pedir un ERTE, aunque el real decreto en principio no lo consideraba».
Desde los organismos administrativos destacan la implicación y organización de la flota: «Han salido sin esperar a ayudas en unas condiciones francamente complicadas, ellos mismos trataron de conseguir los EPIs hasta que la Generalitat pudo entregárselos. Han logrado no desabastecer».
El comercio electrónico ha llegado a la industria pesquera tradicional. Con las limitaciones de aforo en las lonjas, la restauración cerrada y las restricciones en la movilidad aflora la creatividad y el delivery. Esta crisis está haciendo que el pequeño comercio implante servicios de envío a domicilio y que las cofradías apuesten aún más por la venta online. Habría que preguntarse si puede darse una brecha digital entre distintos puertos y establecimientos. Según las administraciones consultadas, los Grupos de Acción Local Pesquero (GALPs) desarrollados en el marco del Fondo Europeo Marítimo y de la Pesca (FEMP) están trabajando con ahinco en la implementación de las estrategias de digitalización.
Ernesto Peris, alcalde de El Palmar, explica las medidas de la alcaldía para ayudar a la comunidad de pescadores de la población: «Hemos colaborado con el acercamiento de los productos de aquí al vecindario mediante el servicio de reparto a domicilio ecológico».
Gran parte de la actividad pesquera de esta comunidad está orientada a la restauración. Este producto, que ya no tiene venta comercial, está pasando a llenar los congeladores de la asociación o se destina a comedores sociales. «Toca reinventarse, sacar el lado más humanitario».
El presidente de la comunidad de pescadores de El Palmar, Pepe Caballer, comenta que el parón de la restauración es el de la anguila y parte de las capturas. «Embarcaciones saldrán unas 13 o 15, siempre con las medidas que establece el Gobierno, pero ha disminuido la producción porque pescamos arreglo demanda. Mantenemos el pescado para los compradores mayoritarios y a través de Internet cogemos pedidos también para los pueblos de los alrededores, pero si en un mes normal se pueden capturar 14.000 o 15.000 kilos en llisa y 2.000 en anguila, este mes han sido unos 3.000 en llisa y de anguila... ¡ninguna! Paralizada totalmente desde el 14 de marzo».
Navaja, aguja, hilo y un gatito enredándose. En la penumbra de una cochera que da al canal está Tomás, remendando en silencio un red. Al fondo hay un señor que solo mueve las manos, con los labios sujeta una pequeña herramienta. No levanta la mirada cuando Tomás, impertérrito, habla: «¿Preocupados? Hombre, es que los que vamos a pescar tenemos otra faena, no nos dedicamos solo a esto. Es imposible vivir de la pesca. Hace 40 años sí, vivían de la pesca y de la agricultura, pero hoy en día ni de la pesca ni de la agricultura».
El presidente de la comunidad de pescadores de El Palmar, Pepe Caballer, comenta que el parón de la restauración es el de la anguila y parte de las capturas. «Embarcaciones saldrán unas 13 o 15, siempre con las medidas que establece el Gobierno, pero ha disminuido la producción porque pescamos arreglo demanda. Mantenemos el pescado para los compradores mayoritarios y a través de Internet cogemos pedidos también para los pueblos de los alrededores, pero si en un mes normal se pueden capturar 14.000 o 15.000 kilos en llisa y 2.000 en anguila, este mes han sido unos 3.000 en llisa y de anguila... ¡ninguna! Paralizada totalmente desde el 14 de marzo».
Navaja, aguja, hilo y un gatito enredándose. En la penumbra de una cochera que da al canal está Tomás, remendando en silencio un red. Al fondo hay un señor que solo mueve las manos, con los labios sujeta una pequeña herramienta. No levanta la mirada cuando Tomás, impertérrito, habla: «¿Preocupados? Hombre, es que los que vamos a pescar tenemos otra faena, no nos dedicamos solo a esto. Es imposible vivir de la pesca. Hace 40 años sí, vivían de la pesca y de la agricultura, pero hoy en día ni de la pesca ni de la agricultura».
Vicente Sapiña es el patrón del Pausep. Un buque rojo y blanco en el que trabajan seis hombres a bordo, con uno de apoyo en tierra. «Solo en seguridad social son casi 4000€ al mes. Además de los impuestos y el fuel, que ahora está barato, pero ha llegado a los cincuenta y pico». ¿Y el futuro? «Jo les copes i medalles les tinc guanyades, pero la gente que ve darrere...».
Desde La Marina de València han impulsado la campaña #ACasaPeixFresc, una iniciativa para fomentar el consumo del género que capturan las 18 embarcaciones de la cofradía.
Con resignación y ese estoicismo de quien ha vivido, Vicente alza las manos y dice que es el mercado el que manda, recordando también el pasado: En los tiempos buenos nos decían de los restaurantes que les guardásemos una caja de las últimas cigalas cogidas y que por la noche cruzáramos por mitad del comedor, que nos viera la clientela».
Ideas para el oximorón de la “nueva normalidad”
En nuestras aguas no culmina la carrera del salmón, ni debería haber corvinas haciendo bullying a salmonetes, boquerones y calamares –otro tema es que la acuicultura las haya importado del Atlántico al norte de la Comunitat–. El atún de ciertos pokés y boles de healthy food… ehhhhhhhhhh... ¿Habéis estado en el área 57 de la FAO? Esos cubos paliduchos de pescado con salsa dulzona sí.
Las especies de nuestro litoral son “incómodas”: pescados de pequeño tamaño con espinas, que no son carne de plato combinado, con nombres y malnombres que hemos olvidado. Pescados que son sanísimos, sabrosísimos y el sustento de los pescadores desde antes de que Blasco Ibáñez escribiera Flor de mayo.
En este medio y en gran parte de la hostelería local, abrimos los brazos cual mesías para señalar la huerta y las manufacturas de proximidad, en esa postura, salvo que las videoclases de yoga hayan hecho milagros, se le da la espalda al mar. La solidaridad (¡y la felicidad!) pueden estar en un plato de sardinas de la bahía de Castellón. Comamos de las primeras millas de mar.