Comer pizza todos los días está mal. Comer pizza de vez en cuando... ¿también? Todos hemos celebrado algún cumpleaños de juventud en McDonald's. ¿Debemos prohibirles a nuestros hijos lo mismo? Responden los expertos, que no Díaz-Ayuso
VALÈNCIA. Cumpleaños infantil, piscina de bolas, cándidos berridos y hamburguesa de las prefabricadas. Pandemia mundial, confinamiento en casa, comida por encargo y un cartón de pollo frito. Misma situación distópica, ausencia de comedor escolar y reparto de menús para niños de familias vulnerables con (glups!) nuggets y una pizza de Telepizza. La comida basura tiene la hegemonía mundial, y no desaparece por más que el Covid-19 haya llegado a nuestras vidas. Acaso en una situación de semejante excepcionalidad, ¿debemos hacer la vista gorda? Por la misma regla de tres, en nuestra vida desconfinada, ¿también deberíamos relajarnos cuando nos concedemos caprichos ocasionales, como gominolas o donuts, y en un domingo tonto le permitimos al niño sumergir la patata frita en el kétchup?
Vale, al grano. En el trasfondo de este tema, subyace la polémica desatada en la Comunidad de Madrid, que decidió sustituir la beca comedor por un catering a domicilio en estos días de confinamiento. El menú recayó, nada más y nada menos, que en Telepizza, Rodilla y Viena Capellanes (tema de costes, you know). Se hizo viral el vídeo de la presidenta autonómica, la siempre divertida Isabel Díaz-Ayuso, defendiendo la desatinada decisión con un argumento de primero de lisergia: "Al 100% de los niños les encanta". Se le echaron encima distintas voces sociales, incluyendo la fundación de los Gasol, y los nutricionistas. Aitor Sánchez (Mi dieta cojea) escribía en Twitter: "Esto no va de política, sino de sentido común y salud pública. Si de verdad quieres gestionar de manera eficiente el precio de la beca comedor, le das ese dinero a las familias. Y en este caso, que los padres decidan la dieta más equilibrada".
Más elegante fue la decisión de municipios como Leganés y Parla, que mantuvieron a las empresas de catering con las que ya trabajaban en los colegios; o de otras autonomías de España, entre ellas la Comunitat, que ha optado por entregar un cheque monedero para que cada familia configure su propio menú semanal. Paralelamente, se ha solicitado a los expertos que elaboren manuales diétitcos con recomendaciones para los padres. A Madrid le ha tocado dar marcha atrás, así que no, el tema no va de criticar; queremos aprender.
Las fuertes críticas que recibieron los menús de comida rápida, no solo por parte de partidos políticos o empresas alimentarias, sino desde la misma ciudadanía, nos lleva a pensar que hay una sensibilidad diferente en materia de nutrición. En defintiva, nos da esperanza. Pero al mismo tiempo nos sugiere una cuestión delicada, que no por incómoda e impopular conviene obviar, sino precisar todo lo posible. ¿Nos estamos pasando de talibanes? Todos hemos disfrutado de gorrinadas viendo Netflix, y hemos culminado una noche de jarana en McAuto, pero ahora le prohibimos a nuestros hijos que vayan a un cumpleaños en Burger King. Sin concedemos que coman fast food, desde luego no como parte de su dieta habitual, sino de forma ocasional y festiva, ¿nos merecemos el Razzie de la paternidad? A fin de cuentas, no comulga con el mensaje del producto de proximidad y la defensa de la huerta que venimos defendiendo, ni tan siquiera con el de la gastronomía de calidad.
Como se trata de un debate amplio y abierto, donde caben golosinas de abuelos y refrescos en el cine, no lo vamos a dirimir nosotros (solo faltaba). Que se mojen los expertos.
Juan Revenga (que ya escribió este artículo sobre el caso Ayuso): "Remito a una frase muy célebre de Julio Basulto: 'No negar, no ofrecer'. Ocasiones especiales vamos a tener siempre, cuando nuestros hijos alcancen logros, aprueben asignaturas o cumplan años. Y en nuestra cultura, una de las formas tradicionales de celebrar es la alimentación, sirviendo además cosas excepcionales. El problema de hoy en día es que ya no hay excepción. Hace veinte años los caramelos eran algo poco frecuente, así que te comías uno a las mil. En mi casa éramos tres niños y se compraba una botella de Coca-Cola (aunque me fastidie nombrar la marca), que era como un tesoro y nos duraba casi una semana. Hoy en día, Telepizza no es una excepción, porque luego te vas a merendar un Bollycao o a cenar una pizza de Casa Tarradellas.
Y es que encima es comida barata. Estos productos de pésima calidad, en grandes cantidades, no los pienso poner en manos de mis hijas. Ahora, que si alguien lo hace, tampoco me pongo fundamentalista. Mi hija Carol, que es la más gourmet, fue a un cumpleaños en Burger King hace unos años. Y la verdad, teníamos cierta curiosidad por ver su reacción. Pues al acabar nos dijo que todo muy mono, pero que prefería el chorizo de casa y que lo que más le había gustado era el regalo que venía en la cajita (el que se da en la hamburguesería a todos los niños). El entorno les llama la atención, pero si ellos están acostumbrados a comer bien, el resto no les suele gustar".
Paula Crespo (presidenta del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la CV): "Hay que diferenciar muy bien. Una cosa es comer pizza y otro tipo de comida rápida de manera ocasional (con el problema actual del concepto 'de manera ocasional') y otro asunto es hacer menús diarios con una gran carga de comida rápida, refrescos azucarados y más alimentos ultraprocesados. En la Comunitat se optó por el cheque monedero y esta medida se completó con la participación de varias entidades, entre ellas CODiNuCoVa, desde donde les facilitamos propuestas para hacer un buen uso de ese importe. Menús saludables, lista de la compra y recomendaciones alimentarias ajustadas al vale, teniendo en cuenta además los cambios de hábitos, porque los niños ya no iban a jugar en la calle durante el confinamiento.
Dicho esto, es difícil hablar de excepciones, teniendo en cuenta la alta tasa de obesidad infantil que tenemos en España, otra pandemia poco considerada. Cerca de un 29% de la población de 2 a 17 años de la Comunita sufre problemas de peso, o bien obesidad (16,94%) o bien sobrepeso (11,98%), una cifra que está más de tres puntos por encima que hace 8 años. Emplear las gominolas como premio para nuestros hijos no es adecuado, pero tampoco ninguno de sus alimentos preferidos. No es recomendable usar la comida para premiar o castigar, ya que puede generar una mala relación a largo plazo . Y la restricción excesiva tampoco es una buena idea. De nada sirve prohibir algo, si luego los padres consumen o el niño lo ve en casa, así que mi recomendación es clara: lo importante es reconducir los hábitos y educar con el ejemplo".
Rosa del Toro (IND Nutrición Deportiva): "Los niños y adolescentes tienen hábitos cada vez más deteriorados. Están rodeados de alimentos industriales altos en calorías y azúcares, que son baratos y están al alcance de su mano. Lo que antes era un capricho o una merienda especial, para ellos es lo normal. La consecuencia es que sólo un 15,9% de pequeños toma al menos 4 raciones de fruta y/o verdura al día. Darse un capricho no sería un problema si luego tuvieran buenos hábitos diarios e hicieran ejercicio regular. Pero desde luego, las instituciones (colegios, centro educativos y Gobiernos) no pueden fomentar el consumo de alimentos superfluos".
Elisa Escorihuela (Nutt - Consejo Nutricional): "No se trata de prohibir alimentos, ya que las prohibiciones no van a ayudarnos a llevar hábitos saludables. Creo que es tolerable que los niños coman pizza de manera ocasional, siempre que definamos bien esa 'ocasionalidad' y no pase a ser un exceso. También me gustaría recordar que no todas las pizzas tienen por qué ser insanas, y podemos preparar algunas caseras, con bases e ingredientes de calidad, que aporten más nutrientes. Y tampoco hace falta que relacionemos 'fiesta' con comer pizza, porque la comida saludable puede ser divertida y podemos aprovechar las celebraciones para demostrarlo".
Héctor Molina (agricultor, y en general, sabio de la huerta): "Aquí hay mucha miga. Mi punto de vista siempre irá ligado a la defensa de la huerta y transmitir estos valores a los niños. Nunca denominaría alimentación a la comida fast food. Diferencio la ingesta, o el engullir, de la verdadera nutrición, que se hace con fruta, verdura, legumbre y proteína. Así que, aunque no me gusta prohibir, sí creo que este tipo de comidas y restaurantes deberían llevar un sobrecoste en impuestos para paliar los problemas de salud humana y de medio ambiente (normalmente, se relacionan con el abuso de plásticos) que ocasionan. Como el alcohol o el tabaco, quien quiera consumir alimentos que derivan en enfermedades (diabetes, obesidad, hipertensión) y generan un gasto sanitario mayor, que pague. Es una elección personal, que no cueste dinero a otros.
Por otro lado, estoy convencido de que los niños, si reciben una buena educación, pasan a desestimar este tipo de bodrios. Mi caso particular: mi hijo, cuando va a merendolas donde se prodiga el azúcar, no se pone las botas. Yo no lo encierro en una burbuja, le dejo que vaya a las fiestas y se coma un bollo, incluso alguna vez se lo he comprado yo, pero es algo absolutamente puntual, ni tan siquiera semanal. Aunque tiene 8 años, intento que aprenda dónde están las virtudes de los alimentos de la huerta, y por el contrario, qué reconozca los productos que le provocan caries o le dan dolor de barriga. En resumen, nada de prohibir, pero sí gravar con impuestos y educar a los niños para que ellos tomen decisiones adecuadas en el futuro".
Lola Martínez, (tendera del puesto 7 del Mercat de Russafa de frutas y verduras): "Como cosa muy esporádica, pues vale que vayan a Telepizza o Burger King, pero habitualmente tienen que alimentarse con comida casera. Si cocinas, no solo te evitas ultraprocesados y les enseñas a relacionarse con los productos, sino que además crecen sanos, como nos han demostrado las generaciones anteriores. ¿Que les hace ilusión una hamburguesa? Pues te vas a la carnicería, pides carne picada y se la preparas en casa, con ingredientes sanos y un tamaño adecuado, que eso cuesta muy poco. Y si encima ellos ven cómo lo vas haciendo, mejor que mejor".
Magda Pastor (profesora de cocina para niños en El Taller de Magda): "En la moderación está la virtud; para mí, esa sería la norma en la alimentación infantil. No deberíamos prohibir a los niños platos que, a priori, pueden ser poco saludables, pero tampoco dejar que los conviertan en la tónica habitual. Es muy interesante que los 'caprichos' sean alimentos nutricionalmente saludables. Por ejemplo: se puede comer legumbres sin que estén necesariamente en un potaje, sino haciendo un humus o una ensalada fresquita. O si queremos que prueben las verduras, en lugar de preparar una menestra, ¿por qué no servir unos rollitos de primavera?
En cuanto a la comida rápida o fast food, yo prefiero buscar una alternativa saludable y casera a ese tipo de alimentación. Preparar una pizza, unas hamburguesas o unos nuggets caseros es una opción estupenda y te permite pasar un rato agradable en familia. Aún así, comer es un acto social y podemos hacer alguna que otra excepción, en los cumpleaños o en un día en familia. Y el resto del tiempo, insistir en los buenos hábitos nutricionales, aunque cueste trabajo. No debemos caer en el desaliento, esto a veces es cuestión de tiempo. Basta con pensar en nosotros mismos, en cómo nuestros gustos han evolucionado desde que éramos pequeños".