El año 2023 comenzó con una ilusión común en mucha gente: librarse de Pedro Sánchez. El término acuñado desde el principal partido de la oposición, el PP, era nítido: iban a "derogar el sanchismo". Una expresión muy del gusto de la política española, siempre tan proclive a judicializarlo todo, por una parte, y a personificarlo todo también en caudillismos primarios, que siempre condensan, en apariencia, todos los males posibles, cuando en realidad lo que verdaderamente molesta es que mande el otro, y esa molestia, ese enojo, esa insatisfacción atávica, sólo pueden aliviarse cuando el malvado político de otro partido que ocupa la poltrona la abandona, por fin, y el nuestro pasa a ocuparla, pues el nuestro siempre está adornado por múltiples virtudes, la principal de ellas que su divino dedo puede colocar a mucha, mucha gente afín.
Sin embargo, tan hermosos planes se vieron truncados en las elecciones de julio, en las que el sanchismo, después de todo, no fue derogado. Y ello gracias a un superpoder que en diferentes momentos de su historia ha demostrado tener el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, y que, en el caso de su actual secretario general, Pedro Sánchez, parece haber llegado al clímax: la capacidad de propiciar que todos aquellos que depositan unas determinadas expectativas en Sánchez y en su partido, el PSOE, las vean defraudadas, pero ya sea tarde para cambiar el curso de los acontecimientos. Una capacidad que queda resumida de forma impecable en este maravilloso meme (con diversas ediciones y adaptaciones):
Habitualmente, la lógica de ser "PSOEd" se aplica al votante de izquierdas que cree, por algún motivo, que el PSOE defenderá las políticas de izquierda en las que nuestro amigo votante cree; así que, ni corto ni perezoso, decide depositar su confianza en el PSOE, porque no puede ser que un partido con dirigentes tan simpáticos, tan comprometidos con los valores fundacionales de la izquierda, tan firmes en su denuncia de la ultraderecha, tan certeros en sus ataques a las fuerzas reaccionarias, luego no sea tan de izquierdas como parece.
Entonces votas al PSOE y, tarde o temprano, generalmente muy temprano, el PSOE hace lo que mejor sabe hacer: coger tus votos de verdadera izquierda y emplearlos en hacer políticas de... ¡bueno, de las cosas que interesan al PSOE! Puede ser una ampliación del puerto exprés, una re-reforma de la ley de violencia de género que el propio PSOE acababa de aprobar, dinero para Florentino Pérez (más dinero, me refiero. Aún más), o cualquier otra cosa. ¡Con el PSOE, el cielo es el límite!
Ves lo que ha sucedido, te miras al espejo, y en efecto: Jajaja, has sido PSOEd. Tú y, lo que es más importante, tu voto.
Pues bien: esta habilidad, que el PSOE ha tenido siempre en sus manos, con Pedro Sánchez ha alcanzado niveles nunca vistos. Y no sólo porque Sánchez te PSOEe en tu cara una y otra vez, estimado votante de verdadera izquierda; no, sino porque, como novedad, Sánchez extiende sus habilidades a espacios no visitados anteriormente, como los partidos conservadores, los nacionalistas periféricos... ¡o el propio PSOE!
Pensemos en el pobre Alberto Núñez Feijóo. Lleva un año diciendo que Sánchez es ilegítimo, golpista, que pacta con terroristas, que España es una ruina, que él, Núñez Feijóo, ha ganado las elecciones y no gobierna en un pacto de coalición PP-PNV-Vox que tenía a punto de caramelo porque no quiere. Los primeros siete meses del año se los pasó afirmando, ufano, que iba a derogar el sanchismo. Estaba hecha la cosa, pero en esto que la noche electoral no le salían las cuentas. Pese a lo cual, Feijóo se embarcó en una investidura absurda, de la que salió, tras un mes de no-negociaciones, con exactamente los mismos votos a favor que tenía la noche del 23 de julio. Cuando, en su investidura, Óscar Puente, futuro ministro de Transportes, subió a la palestra del Congreso para echarse unas risas a su costa Feijóo por fin lo vio claro: había sido PSOEd en toda regla.
¿Qué decir de los socios del PSOE en el Gobierno de coalición, antes Unidas Podemos y ahora Sumar? Con ambos, Sánchez ha hecho más o menos lo mismo que con los votantes que les toma prestados: mucha sonrisa, mucho respeto, y a la hora de la verdad el PSOE gestiona el 98% de los Presupuestos y toma todas las decisiones importantes pasando de ellos. De vez en cuando, de hecho, y para rematar la faena, Pedro Sánchez adopta medidas que van contra la pretendida línea roja de sus socios (la última ha sido el nombramiento de Isabel García como nueva Directora del Instituto de las Mujeres), que protestan mucho y con gran indignación... y luego recogen su línea roja para ubicarla más atrás. Como los socios no tienen fuerza ni ganas de hacer lo que posiblemente tendrían que hacer (abandonar el Gobierno), y todo el mundo lo sabe, en especial Pedro Sánchez, su situación pasa a ser paulatinamente más y más contradictoria: "críticos" de Pedro Sánchez desde un Gobierno de Pedro Sánchez del que orgullosamente forman parte. No hay quien se crea esa milonga, y por eso, ellos han sido totalmente PSOEd desde el minuto uno, en una coalición de conveniencia de la que el PSOE sale siempre con su 30% del electorado a costa de exvotantes de Unidas Podemos / Sumar que acaban yéndose al PSOE porque, total, para votar a la copia votas al original.
Más mérito tiene la habilidad de Pedro Sánchez para desactivar cualquier forma de oposición dentro de su propio partido. Hasta las elecciones del 28 de mayo, el PSOE parecía una jaula de grillos, con muchos incómodos barones que criticaban a Pedro Sánchez o que, peor aún, no eran de fiar en sus silencios o alabanzas. Pero Pedro Sánchez se ha librado de casi todos ellos por la vía de colaborar en sus respectivas derrotas electorales. Derrotas en las que tuvo mucho que ver el afán de los votantes conservadores por derogar el sanchismo. Pues bien, con ello consiguieron derogar la oposición interna a Pedro Sánchez en el PSOE, y como dos meses después Sánchez sí que logró salvar los muebles en las Elecciones Generales, la derogación tiene efectos permanentes. Javier Lambán, Guillermo Fernández Vara, Ximo Puig, ... ¡Todos han sido PSOEd por Pedro Sánchez! (Queda Emiliano García-Page en Castilla - La Mancha, pero nadie se cree que este hombre vaya a encabezar una rebelión contra Sánchez en el PSOE ahora que Sánchez ha logrado revalidar el Gobierno).
Por supuesto, nadie duda de que en breve los partidos independentistas que apoyan a Pedro Sánchez, imprescindibles para la investidura y cruciales para la legislatura, serán PSOEd, de una manera u otra, o de varias maneras. De hecho, los partidos que ya han venido apoyando al PSOE en la anterior legislatura tienen una pinta de haber sido PSOEd que tira de espaldas. Piensen en Esquerra Republicana de Catalunya, cómo empezó absteniéndose en la investidura de Pedro Sánchez de 2020 a cambio de una mesa de negociación bilateral que la prensa conservadora tildó de vergonzosa concesión involucionista que rompería España. ¿Se acuerdan? ¡Jajaja, Pedro Sánchez les engañó a todos, como siempre!
Ahora Junts parece la última frontera, el partido más indepe de todos, más antiespañol, más dispuesto a romper España porque sí, por pura pasión antiespañola. Veremos qué queda de todo esto después de -previsiblemente- cuatro años de legislatura, cuatro años con múltiples oportunidades para que Pedro Sánchez les haga ser PSOEd una y otra y otra vez más. Sin escrúpulos y sin vacilar, porque al final, a todos los potenciales socios del PSOE les puede el mismo argumento: "podéis tragar conmigo una vez más o ser los responsables de que llegue un gobierno de PP-VOX". Como ninguno de los socios de Sánchez quiere eso ni por asomo, y todos, y en especial Pedro Sánchez, lo saben, pues hala: 2024, un año excepcional para ser PSOEd.