Hoy es 16 de octubre
El analista, que recuerda el problema de Monty Hall, tiene claro que no es lo mismo fracasar habiendo tomado una decisión activa que, por el contrario, permaneciendo inmóvil sin adoptar ninguna
VALÈNCIA. ¿Conocen el problema de Monty Hall? En este famoso caso, que pueden ver en la película '21 blackjack' (se la recomiendo), aparece el profesor que propone la siguiente cuestión: está usted en un concurso donde aparecen tres puertas y tiene que elegir elige una. Detrás de dos de ellas se encuentran dos cabras y detrás de la tercera un coche. A continuación, el presentador, que sabe lo que hay detrás de cada puerta, abre una de las que tiene una cabra detrás, y le pregunta ¿Quiere cambiar su elección? ¿Qué haría?
Hasta en este caso -donde la probabilidad de obtener el premio se duplica en el supuesto de cambio de puerta-, permanece en nosotros el sesgo de omisión y optamos por mantener nuestra elección inicial.
Les pongo otro ejemplo, el dilema del tranvía. Un tren circula a gran velocidad por la vía. Si sigue por el camino predeterminado atropellará a cinco personas que se encuentran atadas en el carril. Sin embargo, puedo pulsar el botón que cambia al tren de carril en el cual se encuentra atada una persona. ¿Pulsaría el botón? La gran mayoría de la gente contestaría que no y se sentiría mucho mejor en ese caso.
Esto se debe a que el dolor causado por la elección incorrecta es mucho mayor en caso de cambio (error por acción) que en caso de permanencia en la decisión inicial (error por omisión). En las inversiones ocurre lo mismo. No es lo mismo fracasar habiendo tomado una decisión activa que habiendo permanecido inmóvil; al igual que es mucho más placentero el éxito tras la decisión de cambiar que tras no hacerlo.
La aversión a las pérdidas unida a las peores consecuencias derivadas de la acción nos inclina a la inmovilidad. Cuántas veces durante nuestra vida no hemos realizado alguna acción por el ¿y si sale mal? ¿y si me equivoco? Pero… ¿y si sale bien? ¿y si estás en lo cierto?
Analicemos las decisiones con una esperanza matemática positiva y ejecutémoslas. La estadística es más racional que nuestras emociones.
Agustín Galbis es analista financiero