El consultor tiene claro que el comercio y las relaciones internacionales -al igual que la geopolítica mundial- se deben redefinir tras esta pandemia
VALÈNCIA. Según la Organización Mundial de Comercio (OMC), la caída de las exportaciones e importaciones, es decir, el tráfico de las transacciones entre países, caerá entre un 13% y un 32% este año. La oscilación que se baraja es grande pero la incertidumbre en la que nos movemos también lo es. Sin embargo, en el mejor de los casos que nos quedásemos -ese 13%-, todavía sería mayor que lo que bajó el comercio internacional en 2008 durante la crisis financiera. Tampoco podemos olvidar, que aunque la pandemia ha acelerado este descenso, ya llevábamos dos años en los que el comercio internacional venia bajando de manera importante.
Durante otras crisis y periodos de recesión, la exportación y la salida hacia nuevos mercados habían sido siempre una alternativa natural para las empresas. Sin embargo, ahora nos encontramos con un mundo casi 'cerrado' donde el tráfico de mercancías entre países está más limitado que nunca y. lo que es peor, con una incertidumbre que nadie es capaz de delimitar en el tiempo. La pandemia ha tenido mucho que ver en esto pero no es ni mucho menos la única causa. La 'guerra comercial' entre Estados Unidos y China lleva años generando grandes tensiones a nivel global, que han afectado a este descenso del comercio mundial y que en buena lógica la covid-19 ha servido para acentuarlo y extenderlo a la practica totalidad del planeta.
Hasta la fecha, la mayoría de empresas más o menos internacionalizadas estaban acostumbradas a gestionar problemas puntuales localizados en áreas geográficas concretas y cambiantes ( guerras o conflictos, desastres naturales, inestabilidad política o regulatoria...). Pero nunca a una situación que afecta a casi la totalidad de países del mundo, con rutas marítimas y aéreas bloqueadas, confinamiento de mercaderías, limitación de trafico de personas... Nos encontramos ante una situación completamente nueva e imposible de pronosticar su final. Vivimos en un entorno que alguno ha denominado como VACU, acrónimo en inglés de volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Ante esta situación tan poco favorable a la internacionalización, hay dos grandes escenarios de debate. Por un lado, una tendencia más radical hacia el cierre de fronteras y políticas proteccionistas que abogan por una producción y abastecimiento doméstico; y, por otro, buscar la diversificación y redistribución de los flujos comerciales y de las cadenas de suministros, investigando alternativas a las restricciones y carencias puestas de manifiesto por la crisis sanitaria.
Desde mi punto de vista solo cabe optar por el segundo camino. Primero porque ninguna economía doméstica -ni tan siquiera la estadounidense- es autosuficiente; y segundo porque la infraestructura mundial -tanto física como institucional y financiera- está diseñada para un flujo de productos y servicios internacional continuo... sin contar el imparable crecimiento del tráfico digital. Sin embargo, y aunque parezca paradójico, en los últimos dos años, hemos vivido el periodo con mayor número de medidas proteccionistas o restrictivas al comercio internacional, con mas de 425 que limitaban el libre comercio entre países.
El comercio y las relaciones internacionales -al igual que la geopolítica mundial- se deben redefinir tras esta pandemia. Y como todo cambio histórico será necesario un cierto tiempo y una obligada capacidad de readaptación de las empresas y las personas, pero seguiremos intercambiando bienes y servicios entre países como lo hemos hecho siempre.
Al margen de teorías más extremas, lo que no tengo ninguna duda es que la mayor consecuencia de esta crisis en el comercio internacional será la regionalización o acortamiento de las cadenas de suministro. Esto es una respuesta natural a las consecuencias de la pandemia, pero no tiene porque ser considerado una tendencia proteccionista ni mucho menos un fin de la globalización sino más bien otra reorganización de la globalización.
Hay tres factores claves que han desencadenado esta regionalización de la cadena de suministro:
Esta crisis ha demostrado que aunque las cadenas de suministro mundiales se han vuelto muy eficientes y rentables, también se han convertido en precarias y sensibles a turbulencias. Todavía es pronto para decir como cambiarán estructuralmente las cadenas de suministro globales. Sin embargo, muchas compañías están estudiando su diseño actual y cómo las nuevas tecnologías pueden hacerlas menos vulnerables y solventes.Estas nuevas cadenas de suministro tendrán que tener en cuenta algunos elementos importantes:
Cada tipo de industria tendrá que redefinir su modelo de cadena de suministro evaluando riesgos y efectos de las posibles interrupciones. Hay pocas dudas de que la globalización seguirá siendo un componente destacado de la economía mundial a pesar de los reveses ocasionados e incluso de los esfuerzos para frenarla. Es obvio que las innovaciones logísticas han permitido a las compañías construir cadenas globales que les permiten operar dónde y cómo quieran, pero el coronavirus ha puesto sobre la mesa riesgos de los que la mayoría de empresas no eran conscientes ni estaban preparadas.
Se necesita pues una mejor compensación y balance entre costes y riesgos para garantizar la resistencia de las cadenas de suministros mundiales porque es la mejor manera de asegurar la estabilidad económica global. Las empresas necesitan entender mejor sus cadenas de suministro de extremo a extremo, y estrechar su interacción con cada uno de los operadores de las mismas. Esta será la clave para evitar el altísimo coste del fracaso, sobre todo a la vista de las más que probables futuras interrupciones de las mismas.
Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores
Los datos de flujos transfronterizos globales se han recuperado con fuerza desde la primera parte de la pandemia, tal y como explica el consultor