La Dra. Nuria Yáñez, psiquiatra infantil, impartió en Caxton College una conferencia dirigida a su comunidad educativa sobre cómo enfrentarse a los problemas emocionales y de salud mental infantiles que se han derivado de la pandemia.
VALÈNCIA (VP). Tras la mejora de la situación epidemiológica en España y la eliminación de buena parte de las restricciones, la sociedad se prepara para una vuelta progresiva a la normalidad. Sin embargo, en este escenario optimista, no son pocas las secuelas que se vislumbran entre la población como consecuencia del impacto de la pandemia.
En este sentido, la Dra. Yáñez, coordinadora de la Unidad de Salud Mental Infantil Miguel Servet, quiso poner el foco de atención en cómo los niños y adolescentes han sufrido esta etapa histórica y las consecuencias que les ha provocado. “Durante el confinamiento nuestros pacientes, contra todo pronóstico, tuvieron un comportamiento muy bueno. Hubo una reducción de las consultas y de las urgencias. Incluso algunos tuvieron signos de mejora. A esta etapa la denominamos luna de miel”, aseguró la Dra. Yáñez. Pero cuando comenzó la “desescalada” todo cambió. Los padres tuvieron que volver a trabajar y ya no pudieron atender a los niños de manera plena. “En ese momento sí que notamos un incremento del número de menores que acudían a nuestras consultas por alteraciones conductuales”. Tal como indicó la psiquiatra, “que los menores estuviesen 177 días sin ir al colegio y siete meses sin pisar un parque fue letal”.
Pero, la vuelta al colegio no dejó cifras mejores. “Nos encontramos con cuadros de ansiedad, clínica depresiva y adolescentes con autolesiones. Hubo absentismo escolar y graves problemas de conducta en menores con NEE (Necesidades Educativas Especiales) por las dificultades para adaptarse a un entorno escolar, para ellos estresante, tras un periodo tan largo”, afirmó.
Pero, ¿cuáles han sido los factores que han podido alterar la salud mental y emocional de los niños y adolescentes en estos dos últimos años? Algunos de los más significativos en palabras de la Dra. Yáñez han estado relacionados con el tiempo elevado de consumo de tecnología, la falta de actividad física, la ansiedad que han vivido por la sobreexposición informativa y por el estrés familiar derivado de decesos, hospitalizaciones graves, problemas de conciliación o el declive de los ingresos en el hogar.
Por otra parte, “estamos viendo cómo algunos niños nacidos durante la pandemia están teniendo ciertas carencias en su desarrollo verbal, motor y cognitivo. Esta afección la vemos más en familias con bajo nivel socioeconómico. Hasta los 7 años, vemos que ha habido un aumento de cuadros de ansiedad, tienen más miedo por su seguridad, desarrollan comportamientos egoístas, demandan toda la atención y, cuando no consiguen lo que quieren, se desesperan. A partir de los 7 y hasta los 13 hemos detectado además síntomas depresivos. A partir de ahí y hasta los 18 años hay una mayor incidencia de depresión, ansiedad y estrés. Además de estos síntomas, hemos visto un incremento de autolesiones e intentos de suicidio”, concluye la Dra. Yáñez.
Como aspecto positivo, la doctora argumentó, que muchos de los problemas citados pueden mejorar e incluso desaparecer con el paso del tiempo si se trabaja adecuadamente con los menores.
Para controlar este tipo de conductas, la especialista en psiquiatría infantil propuso una serie de recomendaciones dirigidas a padres y profesores. “Es fundamental educar a los niños en la resiliencia para que sepan sobreponerse en momentos de adversidad. También es muy bueno que mantengan relaciones sociales ya que les ayuda a desarrollar su consciencia, así como practicar una actividad deportiva extraescolar. Otro aspecto a tener en cuenta es que no deben recibir información de los medios de comunicación de manera directa, ésta tiene que ser filtrada por los adultos. De igual manera, es importante escucharlos, validar sus opiniones y ayudarles a expresar sus emociones e ideas. En los más pequeños el juego es un elemento imprescindible para que tengan un crecimiento sano mental puesto que a través de él procesan sus experiencias”.
La Dra. explicó, desde una visión científica y de una manera muy elocuente, cómo los padres y educadores pueden controlar las “rabietas” de los niños que en esta época han aumentado como resultado de la pandemia. “Cuando esto ocurre, es preciso que el cerebro superior (neocórtex) y el inferior (reptilíneo) del niño se conecten”. En la parte inferior del cerebro se “fabrican” las rabietas. En esa zona el pensamiento racional no existe. Por eso “es importante anularlas activando el neocórtex, la zona superior del cerebro donde está el raciocinio”. Pero ¿Cómo se hace? Tal como comentó la especialista, “es conveniente hacerle preguntas al niño que le ayuden a despertar su parte racional, negociar con él, pedirle alternativas, sugerencias… de este modo se desbloquea su parte más irracional y el niño comienza a pensar. En esas circunstancias, el movimiento del cuerpo ayuda a que las dos partes del cerebro se integren. Por eso, es bueno mover a los niños cuando están en ese estado de enfurecimiento. Si son adolescentes hay que pedirles que caminen, que suban y bajen escaleras, por ejemplo, porque en ese momento sus partes del cerebro se conectan y salen del estado de bloqueo en el que se encontraban”.