Es un corazón tendido al sol. Así es Pancho cuando llega el frío, un perro tumbado bajo el sol durante horas, bostezando, bebiendo agua y rozando cariñosamente mis piernas en su camino del balcón a la cocina. Es un perro viejito, muy feliz. Tiene una vida plácida, y cruzo los dedos porque sea más viejito, más perezoso y más caprichoso. Su mirada es cómplice cuando nos sentamos en el sofá frente a la televisión, porque le gusta ver series y películas, también es cómplice cuando leo en la cama y él se acurruca en mi espalda levantando la cabeza sobre mi hombro para no perderse nada. Es el mejor, el más leal y más fiel compañero de vida.
Es un aliento constante que estimula todos los sentidos. Me recuerda a mi colección de artículos de Antonio Gala en las primeras publicaciones de El País Semanal, en aquellas maravillosas Cartas a Troilo. Y hablo de esto porque entendí perfectamente el sentimiento de mi querido colega Quico Arabí, que publicó un tuit sintiendo a sus perros, esos compañeros que nunca te abandonan en momentos de bajón emocional. Y no es para menos. Arabí, tras más de treinta años siendo uno de los mejores periodistas del país valenciano, una tremenda buena persona, el periodista ejemplar y el referente, ha sido botado del periódico Levante. Ya lo dijo hace muchos años el admirado colega polaco Rysard Kapuściński: "Para ser buen periodista hay que ser buena persona".
Pancho es un perro observador, empoderado desde el balcón de casa. Cuando vivíamos en Morella sabía distinguir, desde el balcón de Sant Miquel, a los colegas caninos forasteros y a los de casa. Aquellos ladridos eran diferentes. Ahora, en Castelló, saluda y ladra a todo canino que pasea por la calle. Saluda y ladra y se planta en mi regazo para decirme que ha visto cosas nuevas, situaciones especiales. Me cuenta su admiración y regresa al balcón, esperando a nuevos compañeros que le saluden cómo hace él al paso de cada humano de cuatro patas.
Cuando Pancho se cansa de tantas relaciones públicas, se posa a mi lado, mirando fijamente a mis ojos, me dice que no es para tanto todo lo que nos está pasando. Porque estamos juntos, y porque un perro es capaz de descifrar cada lágrima, cada sonrisa y cada mensaje de las miradas. Es emocionante vivir con un perro, mucho.
Ayer el Parque Ribalta mostraba, todavía, los restos inhumanos de una fiesta de paellas colectivas celebrada el sábado. No critico el evento, pero ayer fue increíble ver restos de comida, platos y cubiertos de plástico, botes de bebida, tirados en los diferentes y acotados espacios arbóreos. Entre plantas y árboles se podía ver los restos de una barbarie humana sin educación ni conciencia colectiva. Los parques y espacios verdes de las ciudades son de uso colectivo, y merecen más respeto. Pero hay gente sin empatía, gente que enloquece ante un evento, que no saben comportarse ni sentir que se encuentran en un espacio verde protegido. Es tremendo.
La convivencia social de ciertos colectivos ciudadanos ha perdido el fundamento comunitario del respeto a los demás. Se trata de una actitud que se está promoviendo desde grupos políticos antisistema, a pesar de estar gobernando en gobiernos autonómicos y locales. No son conscientes de lo que están sembrando. Esta anarquía social es una premonición al desastre.
No puede tolerarse que en la capilla ardiente de la gran Concha Velasco, en Madrid, la presencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, merezca abucheos. No es normal. Primero, Concha Velasco, nuestra quedísima artista, era una eterna socialista y merece todo el respeto. Segundo, en la capilla ardiente, en un mítico teatro, en la que se despide a una gran actriz y cantante, la crónica viva de la transición del franquismo a la democracia, no se puede consentir tanta mala educación. Es bochornoso lo que ha ocurrido en Madrid y lo que ha sufrido su familia y sus infinitas amistades.
Llevo semanas siguiendo entrevistas y declaraciones del nuevo presidente electo de Argentina, un país que colapsó hace años y que ahora transita hacia el abismo. Es todo alucinante. Este personaje, Javier Milei, con su motosierra, está anunciando medidas gubernamentales sin precedentes, desde una especie de delirio personal. La sociedad argentina saldrá masivamente a la calle, porque en unos meses el país será un infierno para la esperanza.
Hay un libro excelente de la periodista Olga Rodríguez que analiza desde los sentimientos, compromiso y emociones ciudadanas, la realidad de diversos países árabes. El título de este libro, El hombre mojado no teme la lluvia, es un dicho árabe que cobra muchísima fuerza en estos momentos. Las personas asediadas, maltratadas, vejadas, torturadas y asesinadas han ido sembrando, en el corazón e imaginario de las sociedades más vulnerables esta afirmación que marca la cruda realidad de los países más castigados. No solo puede pasar en Argentina, también está pasando en Palestina.
Ayer mi vecina estaba triste y rabiosa. Cocinó un arròs amb fesols i naps, una receta que le pasé y que era de mi abuela Pepica, de Gavarda, aunque mi amiga Eloína, compañera del barrio del Carmen de València, también la bordaba anímicamente. Mi vecina ha logrado que sea un manjar celestial, sobre todo por la cantidad de oreja y morro porcino que tanto me gusta. Comimos casi en silencio, acompañando el arroz con piparras y con una escarola con sus ajos troceados y el mejor aceite de oliva. Una comida amorosa en la que recordamos mucho a Concha Velasco, sus raíces vallisoletanas inquebrantables, su compromiso socialista, su desparpajo y esa luz que le salía a borbotones de su mirada. Mi vecina está aislada de la actualidad. Sufre demasiado con las imágenes que llegan de Gaza y Cisjordania. Es insoportable, tal como ha dicho el presidente de este país. Es muy insoportable.
Israel sigue masacrando al pueblo palestino en Gaza, donde avisa que se trasladen del sur al norte, del norte al sur, y les bombardea del sur al norte, y del norte al sur, asesinando a demasiados civiles, a miles de niños y niñas. En Cisjordania, donde se está asesinando a menores, a hombres y mujeres, en unos territorios ocupados desde hace décadas, no existe Hamás. ¿Qué está pasando? Es fácil entender que se trata del exterminio de las personas, de la expansión de un territorio que no le pertenece a Israel, de un genocidio insoportable. Y la pasividad internacional es demoledora.
El próximo 10 de diciembre es el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, uno de los compromisos mundiales más importantes. Aquello que aprobó la ONU no tiene hoy ningún valor porque se vulnera cada día, constantemente. Es muy insoportable. ¿Hacia dónde se dirige este mundo ignominioso?
Buena semana. Buena suerte.