Los usos institucionales son casi tan importantes como el contenido de los asuntos. Da igual quien detente el poder. No es de recibo que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición no mantengan un diálogo fluido y máxime en épocas como la actual con asuntos de calado. Aquí no valen ni el orgullo personal ni la displicencia hacia el contrario
El líder del PP tomó este miércoles la iniciativa de telefonear a Sánchez por la crisis de Ucrania, como hizo en mayo de 2021 por Ceuta
El presidente del Gobierno y la primera ministra finlandesa insisten en la importancia de que la UE permanezca unida
Nos gusta hacer balances de todo y por su orden. En este caso de la legislatura del primer Gobierno de coalición. Y es que en tan solo dos años han pasado muchas cosas. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias lideraron el acuerdo. Unidas Podemos entró en el Gobierno y hoy Iglesias ya no está, tampoco la entonces vicepresidenta Carmen Calvo, o el ministro José Luis Ábalos o el todopoderoso jefe de gabinete monclovita, Iván Redondo. Y estamos en pandemia
Algunos han hecho todo un arte al esconderse en su propia mismidad para huir de sus responsabilidades y no resolver los problemas que acechan a un país o a sus propias huestes partidarias que en un tiempo no muy lejano le pueden hacer perder elecciones. El ciudadano asiste atónito a las explicaciones de unos y otros. Sacan números, elaboran presupuestos, hablan de impuestos o guerrean por el liderazgo sin ningún tipo de conmiseración
A diferencia de otras cumbres, en el primer saludo oficial solo han estado los dos mandatarios sin sus respectivas delegaciones
Y todos tan amigos. Por momentos parece que el Gobierno y el PP se “quieren”. Los últimos compases veraniegos nos hacen sospechar que se ha dulcificado la proverbial enemistad entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. El asunto de la devolución de los menores de Ceuta a Marruecos y la catástrofe ecológica en Murcia parecen haber obrado el milagro. Y por supuesto la crisis de Afganistán