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el muro / OPINIÓN

Ciudad improvisada

Quizás se llegue a tiempo de salvar algo, pero ya es tarde para proteger todo ese rico patrimonio civil que con el tiempo y el falso progreso hemos degollado sin contemplaciones a cambio de franquicias de quita y pon.

5/11/2017 - 

El Ayuntamiento de Valencia propone proteger quinientos edificios y comercios históricos debido a su singularidad o valor patrimonial. Y además peatonalizar el centro todo lo posible. Leerlo como titular parece una gran noticia. Al menos para quienes creemos que una ciudad es historia y protección y no ése falso progreso que ha arrasado desde siempre barrios enteros, Velluters, Carmen o Cabanyal incluidos. Allí se han salvado algunos elementos gracias a la defensa ciudadana. En su día, salvamos el Cabanyal de su absoluta quema neroniana o el jardín de Jesuitas para que fuera prolongación del Jardín Botánico que, como nos descuidemos, jamás veremos concluido. Si por algunos fuera, apenas quedaría nada de la trama urbana de Valencia, como sucedido en el barrio de Velluters cuando al consistorio se le ocurrió romper su estructura para dar paso a buses y alejar el oficio más antiguo del mundo. Aún quedan solares abandonados, como en Sant Bult. Nuevos Beirut en pleno centro de esta ciudad. Nidos de inmundicia.

Resulta muy interesante saber que el consistorio está por la labor, pero quizás lo hace algo tarde. No llegará a proteger tantos inmuebles como desea o desearíamos. En absoluto. Es imposible porque apenas queda algo para proteger, salvo la calle de la Paz o el entramado de la Seu. Esa protección va a convivir con un parque de atracciones y franquicias que han arrasado la singularidad de un centro histórico que también se quiere peatonalizar aunque sea sin tenerlo todo bien atado.

Dice el concejal Grezzi, al que le tengo cierta simpatía por su desparpajo aunque a veces o muchas vaya demasiado a la suya y sea un poco/bastante tozudo, que en el centro de la ciudad no hay lío de tráfico. Qué va. Es un edén. Debería pisar más a la calle. No es que haya lío es que el lío forma parte de la rutina y el paisaje cotidiano. Caos de tráfico, caos de circulación urbana, caos de turistas, caos de establecimientos que desprenden innumerables olores, cambios de titularidad, obras inmediatas, cargas y descargas, cambios de sentido de circulación…Nuestro edil de bicicleta y autoridad juliocesárica debería darse una vuelta por los alrededores de su despacho en horas punta a ver si todo funciona como idealiza.

Aquellos que a diario pisamos la primera ronda y vemos el cuello de asfixia en que se ha convertido, lo sabemos. Hasta la Policía Local se desparrama cuando preguntas. Lo del Carmen y sus desvíos de tráfico es para temblar. Todo a medias. Me sonrío por tanto de las protecciones. El que protege si no vigila con esmero y dedicación acaba conducido a su propia desprotección.

Protegemos el Mercado Central y su entorno para hacerlo más ciudadano y amable y acabamos convirtiéndolo en una marea de turistas que entorpecen a los mercaderes y los convierte en atrezo de postales y recuerdos. Protegemos el casco histórico y lo mantenemos como ronda de circulación exagerada. Protegemos la playa y es un despropósito de aparcamiento. Protegemos la huerta y el sector inmobiliario ya está defendiendo el impulso económico del nuevo urbanismo que ha de sostener nuestra economía más productiva e inmediata, garante intelectual del fin de una crisis que ya ni es crisis ni es nada que se le parezca. Y con el beneplácito del sistema político.

Ahora se quiere comenzar la peatonalización de la plaza de la Reina y sus alrededores. Para ello van a desviar el tráfico por las puertas del Palacio del Marqués de Dos Aguas. Prepárense para un buen desorden.

Durante lustros disponemos de una Ley de Patrimonio Cultural Valenciano que si algo esboza es una auténtica protección de monumentos, jardines, entornos, museos…No se cumple ni por esas. Empezando por el propio Ayuntamiento de Valencia o nuestra Generalitat que mantiene fachadas de nuestro patrimonio como tenderete de pancartas y publicidades de colectivos o exposiciones. Hasta en iglesias. Una Ley que casi nadie atiende, si es que alguien lo ha hecho en alguna ocasión. No conozco sanción alguna desde su entrada en vigor allá por la década de los noventa del pasado siglo. Y eso que era proteccionista. Nos salva que está de moda lo vintage y existe una mayor sensibilidad generacional. Aún así, a ver quién le explica a una franquicia que su cartel junto a la Catedral, las Torres de Serranos –aparcamiento improvisado de buses de cruceristas, por cierto- o inundar las calles peatonalizadas con mesas al aire libre es de regañina cuando aportan a las arcas municipales lo que no tienen ni saben ya de dónde sacar para limar deudas.

Muchas brigadas y brigadistas de policía cultural y patrimonial va a necesitar nuestro consistorio para vigilar que esas protecciones a edificios históricos y comercios singulares se mantengan dentro de las ordenanzas. Miren a su alrededor y hagan ejercicio de memoria. Recuerden por un momento aquello que conservan en su imaginación de las coquetas y mágicas tiendas, edificios, conventos, mansiones, palacetes, portadas de su niñez y lo que hoy se guarda de aquellos recuerdos inmediatos. Lo que hemos tolerado y añoramos.

Aquí convivimos entre edificios singulares con marquesinas de autobús contemporáneas y farolas decimonónicas, puestos oficiales de propaganda, mástiles de banderas y bancos para el descanso que se contradicen a cada calle. No olvidamos del catálogo municipal papeleras, contenedores de basura y hasta el caótico diseño del suelo que pisamos o resbalamos.

Si se quiere poner verdadero orden y crecer como metrópoli moderna, amable y plural antes es imprescindible tener un modelo completo de ciudad que sigo sin entender en toda su extensión. Continuamos a la que cae.

Eso sí, la anunciada revisión proteccionista anunciada “se realizará mientras los cambios no supongan para el ayuntamiento la obligatoriedad de pagar indemnizaciones”. Ahí está la trampa. Estamos como al principio y casi todos callan. No existe ni debate público. Menos todavía, privado. Mientras tanto observen las imágenes de la última verbena de Halloween y el desmadre colectivo junto a tantos edificios históricos una vez más absolutamente desprotegidos.

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