La banda asturiana regresa por presentar su último trabajo y, de paso, repasará lo más granado de su épica carrera políticamente incorrecta
VALENCIA.- La vida es fuego y hay quemarse. Para calmar el dolor de las llagas, humor cáustico en su estado más puro. Es una fórmula vital con pocas probabilidades de error que a Jorge ‘Ilegales’ Martínez le ha funcionado como para venir a presentar este viernes 29 de julio (22 h.) a sus sesenta exultantes años, ese La vida es fuego que invita quemarse. Porque, hoy más que nunca, #todossomosIlegales.
Lo hará siguiendo el camino del “rock en lugar de depresión”, como ha defendido desde que Alejandro Espina, bajista de la banda durante los últimos 22 años, falleciera repentinamente el pasado mes de marzo. Visiblemente afectado, Jorge Martínez apretó tripas y resolvió el golpe recibido -a punto de iniciar la gira de presentación de su nuevo trabajo-, desandando ciertos caminos emocionales. Es por ello que podremos disfrutar de Willy Vijande, mítico bajista de la banda, impulsor de que entrase en su lugar, precisamente, Alejandro Espina, al que propio Jorge expulsó a finales de los 80 por díscolo y, tal vez, por una malsana afición a la equitación de salón.
Con una carrera que comienza oficialmente en 1981, cuando ganaron el Ciudad de Oviedo, Los Ilegales se convirtieron (junto a otros como los gallegos Siniestro Total) en la respuesta desvergonzada a la famosa Movida Madrileña. Influidos por el rock más peleón, sus letras se alejaban radicalmente del tono naïf que imperaba en la capital de España. Así, sumando temas como Hola mamoncete, Eres una puta, Soy un macarra o ¡Heil, Hitler! se convirtieron pronto en himnos de los políticamente incorrecto. Temas que, por cierto, no faltarán en el concierto.
Datos curiosos en la historia de la banda hay para aburrir, como el hecho de que su éxito se lo deban (en parte) a Víctor Manuel, que se hizo con la Sociedad Fonográfica Asturiana y decidió apostar por ellos. También destaca es esta biografía contracorriente, su gira de despedida en 2010, que tiene tal éxito que les obliga a dar dos veces la vuelta a España. Luego, tras un paréntesis dedicado a otro ritmos (boleros, chá-chá-chá y cosas así), Jorge decide resucitar a Los Ilegales y volver a la carga.
Coincide esta gira con el rodaje de un documental sobre Ilegales (más bien sobre la figura de Jorge Martínez). Una vida de humor cáustico y ácidos razonamientos de incuestionable pragmatismo, sosteniendo perlas como: “En el 85 u 86 los gitanos de Punta Umbría acostumbraban a pegar palizas a los grupos que allí tocaban. Pero se encontraron con nosotros, que funcionábamos como una compacta unidad militar. Organizamos una buena defensa y llenamos dos ambulancias de gitanos. A mí intentaron apuñalarme en el corazón, pero sólo me hirieron una costilla. Los reventamos a todos”.
El documental, Mi vida entre las hormigas, se adentra en las profundidades de un ser casi mitológico consagrado a la insolencia -a priori-, más inteligente. Descojonarse de todo y de todos. Es probable que del primero, de él mismo. “Qué es el rock sino un ejercicio de irreverencia” (Jorge dixit).
Producido por micro mecenazgo, el documental va colgando pequeños teaser. De un Jorge Ilegal que lo mismo explica ante Javier Andreu (líder de La Frontera) y Jaime Urrutia, cómo fue aquel puñetazo que derribó al cantante de Gabinete Caligari en una célebre pelea en los camerinos de la sala Rockola, que muestra su lado más sensitivo.
Entre las particularidades de este genio compositor ya eran conocidas las de haberse comprado su primera guitarra ganando concursos de pintura, la de haber colgado la abogacía por los decibelios, la de acabar siendo uno de los mayores coleccionistas de soldaditos de plomo –que también fabrica-, o la de ser un reconocido devorador de tratados de etología y de cuanta letra se dejase escrita en nuestro el Siglo de Oro.
Ahora, Mi vida entre las hormigas, a la que la muerte del bajista les pilló a medio rodaje, muestra a un apasionado de la guitarra, enamorado de las disciplinas clásicas y ducho en la ejecución de sonidos latinos como es el tango, el bolero o el chachachá. A un erudito melómano que sigue los rastros incluso de la música sefardí. Probó suerte en ese proyecto que liquidó sin éxito a Ilegales y que dio en llamarse Jorge Martínez y Los Magníficos, una suerte de orquesta vestida de traje que se adentraba en las complejidades de matiz de todos esos sonidos de allende ultramar.
Pero ahora, y por el momento, volveremos a ver a unos Ilegales que han vuelto con más energía que nunca. En concierto, sin duda, promete.
Los Ilegales + Los Vicentes: Viernes 29 de julio. Jardines de Viveros. 21 h. 16 euros.