Seamos serios porque el asunto no es para frivolizar. Porque en todo ese agujero económico en el que nos han metido con ocurrencias de izquierda exquisita, que diría Tom Wolfe, nos la jugamos todos, aunque no todos vayan a sufrir las consecuencias. Casi todos, sí, pero no los más exquisitos o los que disfrutan de privilegios exclusivos.
Escucho, mientras elaboro mi propio esquema de ahorro energético en cuestiones de afeitado, a un padre de familia numerosa de clase media que lleva teletrabajando tiempo, explicar cuáles van a ser las medidas que su familia adoptará después de esa subida de tarifa de luz que nos han aplicado con desparpajo y que nuestra ministra Calviño nos ha llegado a comparar con la oferta y la demanda de los billetes de avión. Como si todo el mundo, por aburrimiento, estuviéramos diariamente decidiendo por capricho viajar de norte a sur de Europa para justificar una subida de la tarifa eléctrica que es un auténtico atraco a mano armada para familias, emprendedores y pequeño o gran comercio.
Explicaba el hombre su razón. Lleva desde hace meses en casa porque sus negocios no funcionan. Ahí estaba, exprimiendo el ingenio para intentar mantener un ritmo natural de vida y que los de su alrededor no echen en falta nada que les impida ser, medianamente, felices. No vive con opulencia, explica. Pero ahora ha llegado una nueva reorganización horaria con esto de la luz que nadie del Gobierno alguno se ha atrevido a explicar del todo, justificar y menos defender de forma creíble y sensible. Se sube la luz y ya está. Pero el último en salir que la apegue, vienen a recomendar.
El hombre añade que no se resiste a que sus hijos adolescentes cenen de vez en cuando pizza. Menos a explicarles el motivo porque no lo entenderán. Tal cual. Él se contenta con fruta y un bocadillo o unas galletas, pero hasta ahí puede aguantar después de haber decidido trasladar ya labores domésticas al fin de semana. Es la subsistencia de crisis por la que la gran mayoría pasamos.
Recibo la llamada indignada de un amigo dueño de un restaurante. Necesita desahogarse. Está preocupado porque, tras un año cerrado por las circunstancias, si las horas más caras de consumo de electricidad le afectan de lleno a su negocio algo tendrá que hacer. Y lo soluciona con la idea de subir precios, que es subir IVA y otros gastos ya que todos tendrán que hacerlo debido a que su factura de electricidad se le va a ir un 40%. Explica sus propios números y abruma. Tiene toda la razón. Es autónomo, tiene a su cuenta bastantes trabajadores ya que ofrece tres servicios diarios y las facturas le llevan a un jornal a final de mes. Le faltaba la electricidad. ¡Y lo que vendrá!
Pero apunta un dato mucho más interesante que es la madre del cordero. Y es que, si todos los comercios, comerciantes y empresas de servicios que trabajan en esas horas punta en el que la factura de luz se va a disparar han de pagar un elevado precio alguien tendrá que hacer frente a ella. O sea, los consumidores: sus clientes, proveedores, distribuidores, empleados... Esto es, nosotros. Porque no va a limitar iluminación de su restaurante y menos aún aire acondicionado y calefacción para salvar el negocio. Estamos en un bucle. Una subida lleva a otra y al final al IVA que en lugar de aumentar un punto lo hará en función de los incrementos necesarios para tapar el agujero negro. Así que, habrá que prepararse.
De esa subida no hay escapatoria por mucho que la intenten disfrazar. Estamos pillados con horas valle, himalayas y senderos de gloria madrugadores. Esto es un timo disfrazado.
Pero aún no he escuchado a ninguna institución pública ni organismo institucional en donde cada día crecen más los asesores, cómo las mismas instituciones, van a hacer para ahorrarnos su coste de luz e impuestos que además también pagamos nosotros porque el consumo, los sueldos y los caprichos diarios institucionales no dejan de salir de nuestros impuestos. Esta tropa es una verdadera plaga. Sin colores. No aportan soluciones. Es como un administrador de fincas que no arregla nada ya que directamente cambia. Según él, si falla el bombillo de la puerta de acceso al edificio la solución es cambiar la puerta. Y no es un ejemplo casual. La política para los mundanos ha dejado de ser un bien común y los ciudadanos nos vamos haciendo cada día más pragmáticos. Más aún si nos tocan el bolsillo y comprobamos que en lugar de darnos soluciones nos aplican más trabas.
Por eso preguntaba qué harán nuestros gobernantes con las instituciones y de qué forman ahorrarán consumo y gasto.
Al menos el ministro Sebastián, que era socialista, regaló una bombilla de bajo consumo a los contribuyentes para enseñar a ahorrar luz. A nosotros nos dicen simplemente que limpiemos platos y ropa el fin de semana. Pero sin encender luces. Es de chirigota.
Sí, creo que este tema/asunto merece un debate muy profundo y soluciones porque nos van a hundir la economía familiar sin complejos de neo progre.
Insisto, deseo saber de qué forma nuestras administraciones van a reducir el gasto y consumo de luz en hora punta en ayuntamientos, servicios de atención, despachos, iluminación de carreteras, televisiones públicas, teatros, museos, monumentos, calles, avenidas, espacios públicos, asambleas ciudadanas… Porque en muchos no se apagan ni los ordenadores. ¿O es que los plenos de les Corts o las reuniones del Consell y el Congreso, así como todas las instituciones públicas y políticas van a funcionar a partir de ahora en horarios nocturnos al estilo de la Academia de los Nocturnos, esto es, con velas? ¿No se irán a poner flexos en los despachos, imagino?
Venían a salvar al mundo y sólo se salvan ellos. ¿Dónde ha quedado la austeridad política? En la contratación de afines y los discursos demagógicos.
Pero que unos padres no dejen a sus hijos comer una pizza un martes por ser hora punta o encender una calefacción con el objetivo de equilibrar la vida familiar sólo muestra un desequilibrio entre realidad y desgobierno.
¿Así se “IVA” a cambiar el sistema? ¡Vamos apañados!