MADRID. A punto de que dé comienzo la temporada de presentación de resultados del tercer trimestre, ¿qué podemos esperar? ¿Tendrán más importancia que nunca, para demostrarles a unos inversores extremadamente nerviosos que muchas empresas lo están haciendo relativamente bien, al menos teniendo en cuenta que la renta variable global ha caído un 25% desde los máximos de 2021? ¿O resultan poco relevantes, porque el mundo tiene otras cosas más importantes de las que preocuparse ahora mismo, como la inflación, las fuertes subidas de tipos, las turbulencias que están viviendo las divisas, los problemas con el suministro energético y la guerra iniciada por Rusia, que podría volverse aún más impredecible?
Ambas opciones podrían ser válidas, ya que los precios de las acciones dependen de dos factores: los beneficios y el múltiplo de valoración (ratio precio-beneficio o PER) que los inversores están dispuestos a pagar por esos beneficios. En los últimos años, los PER han seguido muy de cerca las rentabilidades reales de los bonos gubernamentales y la volatilidad del mercado de renta variable.
En Estados Unidos, las rentabilidades reales han pasado del -1% al +1,5% en lo que va de año; en Alemania, del -2% a cerca del 0%. Por su parte, la volatilidad del S&P 500, por ejemplo, vuelve a rozar máximos en el año. Estos dos factores probablemente han sido los que más han influido en el mal comportamiento que han registrado las bolsas en las últimas seis semanas.
En este contexto, ¿qué impacto pueden tener los resultados trimestrales? Pues mucho, como siempre, porque permitirán contrastar las expectativas del mercado con la realidad y formarán la base para las estimaciones de beneficios de 2023, que reciben cada vez más atención por parte de los mercados de capitales.
En nuestra opinión, las estimaciones de beneficios publicadas para el tercer y cuarto trimestre tienden a ser demasiado elevadas, pero en general no anticipamos que los beneficios o las ventas se desplomen (en términos nominales). Sin embargo, creemos que las estimaciones de consenso para 2023 podrían volver a revisarse a la baja durante la temporada de resultados, lo que coincidiría con nuestra previsión. Por ejemplo, hay muchas probabilidades de que las estimaciones de beneficios del S&P 500 para 2023 sean más bajas que las de 2022.
Nuestro Gráfico de la Semana muestra cómo han evolucionado a lo largo de este año las estimaciones de beneficios para los próximos 12 meses de algunos sectores. Pese al revuelo que ha causado la ganancia del 160% del sector energético, su ponderación (del 5%) es manejable.
Por otra parte, solo las estimaciones para materiales básicos e industriales son más altas que a principios de año, ya que las del resto de los sectores se han revisado a la baja (sobre todo, las de servicios de comunicaciones), lo que se ha traducido en una caída agregada de aproximadamente el 2%. Esta cifra no parece demasiado cauta en el entorno actual. En términos reales, es decir, ajustada por la inflación, resulta aún menos alentadora.
Y hay otro ajuste que veremos cada vez con más frecuencia en los resultados trimestrales: el del tipo de cambio. Se trata de otro factor que dificultará las comparaciones interanuales para los inversores y complicará la planificación para las empresas. Aunque, en cualquier caso, los inversores no deberían esperar que las cosas vuelvan a la 'normalidad' en los próximos meses.
Thomas Bucher es estratega de Renta Variable en DWS